La diversidad olvidada del Feminismo
En opinión de Tania Jasso Blancas
En la reciente marcha del 8 de marzo en Cuernavaca, me uní al mar de voces enardecidas que clamaban por el derecho a una vida segura para las mujeres. Una convocatoria potente, sí, pero que también destapó las grietas en la supuesta unidad del feminismo, evidenciando la falta de inclusión que persiste en nuestro propio movimiento.
En este espacio de protesta, me encontré con consignas que, aunque buscaban exaltar la fortaleza femenina, excluían inadvertidamente a quienes no pueden brincar debido a alguna discapacidad física. "La que no brinque es macho", resonaba en el aire, revelando una paradoja en la lucha por la igualdad, donde la exclusión se filtra incluso entre las filas del feminismo.
El feminismo, cuya esencia debería ser la inclusión, a menudo cae en la trampa de la homogeneidad cultural. En medio de las consignas apasionadas y las pancartas vibrantes, noté una ausencia llamativa: la falta de representación de las lenguas originarias. En este grito conjunto por la equidad de género, las voces de las mujeres indígenas quedaron en silencio, sepultadas bajo la corriente principal de la lucha feminista.
Este fenómeno revela una dolorosa verdad: el feminismo ha tropezado repetidamente en el pasado al reconocer las complejidades y diversidades matizadas de las experiencias vividas por las mujeres. Mujeres con discapacidad y mujeres indígenas, víctimas tanto del patriarcado como de la marginación interna en el propio movimiento que debería acogerlas con los brazos abiertos.
Es crucial entender que el feminismo no puede limitarse a una tradición occidental; debe evolucionar hacia una perspectiva inclusiva que abrace la diversidad en toda su magnitud. Patricia Simón lo expresa de manera elocuente al definir el feminismo como la "radical defensa de la igualdad de derechos humanos". Este llamado va más allá de las barreras culturales, abracemos a las más apaleadas, discriminadas, violadas, asesinadas y ninguneadas por el patriarcado, el capitalismo, el clasismo y el racismo.
En la lucha feminista, la unidad no puede ser selectiva. Es momento de dejar atrás las exclusiones inadvertidas y construir un feminismo que no solo hable de igualdad, sino que la practique en cada uno de sus gestos. Solo así podremos salir de una realidad desigual y avanzar hacia un futuro donde la diversidad y la inclusión sean bases fundamentales de nuestra lucha común.