Escala de Grises - La realidad frente al discurso
En opinión de Arendy Ávalos
El lunes 8 de febrero, el presidente de México regresó a protagonizar las conferencias matutinas en Palacio Nacional. En resumen, su aparición fue para contar que está bien, para agradecer al equipo de profesionales de la salud que se encargaron de sus pulmoncitos y para decirnos que no se pondrá la vacuna antes ni usará cubrebocas. Así como lo lee.
López Obrador aseguró que no por haber padecido la enfermedad se vacunará antes ni hará uso de ese privilegio que ya no hay dentro de su gabinete (vemos), sino que esperará su turno según el grupo al que pertenece; tal como está en el calendario.
Tal vez la declaración más impactante de la mañanera fue la de su rotundo rechazo a usar cubrebocas. Cuando se le preguntó respecto a la recomendación de López Gatell para que las personas que superaron el virus usen esta medida de protección, AMLO dijo que respeta mucho al doctor, pero no le hará caso.
“No voy a usar cubrebocas ahora. Además, de acuerdo con lo que plantean los médicos, ya no contagio”. Ah, bueno. Pa’ saber. Como aquí [frente a cámaras] no se pierde ninguna oportunidad y menos en un regreso tan esperado como el de Andrés Manuel, el mandatario aclaró que el uso de cubrebocas en el país seguirá siendo voluntario.
“Lo más importante es la libertad y cada quién debe asumir su responsabilidad (sic.) Solo hay que seguir cuidando la sana distancia, no hacer actos masivos y cuidarnos”. ¡De haber sabido que nada más eso se necesitaba!
Esta es una muestra clara y una excelente sinopsis del manejo de la pandemia, específicamente cuando se trata del presidente de la República. A ver, dejemos a un lado las conspiraciones y asumamos que su enfermedad fue real.
La necedad de no usar cubrebocas y de decir “muy bonita la recomendación del epidemiólogo, pero ahorita no, gracias” es el mayor acto de egoísmo que una persona (independientemente del cargo que ocupe o de su función en la sociedad) puede hacer.
Aunque la realidad le pese más que el discurso, el presidente está empeñado en demostrar que aquí se hace lo que él dice, como él dice, cuando él dice. Lamentable. No solo por lo que una complicación a su salud podría significar para el país, sino por el impacto que tiene en las miles de personas (por decir lo menos) que siguen confiando en él con los ojos cerrados.
Mientras una persona carga el peso de las muertes y la gestión de la pandemia sobre sus hombros, otra le quita legitimidad a las investigaciones realizadas en todo el mundo que sustentan el uso del cubrebocas como medida indispensable para frenar los contagios. ¿A quién le hacemos caso? ¿Al doctor que se fue de vacaciones a la playa o al presidente que se niega a aceptar las recomendaciones de alguien más (quien quiera que sea)? No me responda.
Por si fuera poco, la cuenta de Twitter oficial del Gobierno de México tuiteó una caricatura modificada de Andrés Manuel, vestido como beisbolista, haciéndole un jonrón al coronavirus. ¡Hágame el favor! En uno de los países más afectados por la pandemia, el gobierno decide que es una excelente idea demostrar así que López Obrador superó la enfermedad. ¡Qué le digo! El cinismo.
A ver, se entiende el sentimiento positivo (como usted quiera nombrarlo) de saber que, a pesar de su edad y de sus problemas de salud, el presidente salió victorioso de un virus tan fuerte. Lo que no se entiende es la poca conciencia de la situación, el nulo nivel de empatía y el poco nivel de análisis de quienes decidieron publicar la caricatura.
Ese es el problema del gobierno en turno: no alcanzar a comprender del todo su papel al frente del país. Una cosa es hacer campaña permanente, saber apelar a las pulsiones de la gente y otra muy diferente es saber gobernar para todo México; no solo para las amistades en el poder, no solo para la familia y las amistades que echan porras, no solo para el pueblo bueno y, por supuesto, no solo para las empresas y quienes las presiden.
Parece que con el “simple” acto de negarse a usar cubrebocas durante todo este tiempo, López Obrador está demostrándonos que muy poco le importa la salud de la población, incluida la suya. Aquí lo único que importa es la imagen, la postura y, como le he dicho siempre, que el discurso siga flotando en un mar de contradicciones.
En otras noticias…
Elementos de la Fiscalía General de la República (FGR) detuvieron a Mario Marín, exgobernador de Puebla y acusado de tortura contra Lydia Cacho o, como dice la orden de aprehensión, “presunto delito de tortura en agravio de la periodista Lydia Cacho”.
Al respecto, la activista compartió un tuit en el que, asegura, la FGR le avisó cuando detuvieron al exgobernador. “Llevo 14 años buscando justicia por haber sido torturada por este cómplice de redes de pornografía infantil. Vamos por todos”, sentenció.
Mario Marín comparte orden de aprehensión con el empresario José Kamel Nacif y con el exsubsecretario de Seguridad Pública de Puebla, Hugo Adolfo Karam Beltrán. Todos acusados de detener arbitrariamente y torturar a Lydia Cacho en diciembre de 2005, año en que la periodista publicó Los demonios del Edén, libro en el que expuso delitos como pornografía, prostitución infantil, corrupción y pederastia en México.
A pesar de los errores derivados de las malas administraciones y el mal manejo de la situación, el caso de Lydia Cacho parece vislumbrar la luz después de mucho tiempo. El caso de la escritora es una pieza fundamental para empezar a encontrar justicia no solo para ella, sino también para las víctimas de los delitos que ha documentado durante su trayectoria como defensora de los derechos de la niñez.
La deuda del presente gobierno, de los anteriores y de las personas involucradas en prolongar la justicia todavía no está saldada. Sin embargo, esta es una excelente noticia en contra de la impunidad que la periodista mexicana ha vivido por quince años. Es una excelente noticia para las personas que admiramos a Lydia y para las mujeres que han decidido levantar la voz en contra de los intocables.
Aquí nadie se rinde.
@Arendy_Avalos en Twitter