El Tercer Ojo - Una Digresión Necesaria ¿Qué entendemos por Democracia?

En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Una Digresión Necesaria ¿Qué entendemos por Democracia?

Después de una trilogía de colaboraciones sucesivas sobre el pensamiento del filósofo sudcoreano Byung-Chul Han tenía la intención de cerrar con una revaloración (que dejaré para la semana próxima) incluyendo las ideas expuestas por el filósofo, sociólogo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek, en su libro Pandemia, la COVID-19 estremece al mundo (Anagrama, Madrid, 2020).

 

Dada la vertiginosidad con la cual se manifiesta nuestra vida nacional, dramática a un año y meses de pandemia, violencia estructural, infodemia y violencia mediática, procesos preelectorales, un inesperado e indeseado colapso de la línea 12, “Línea dorada” del metro en la ciudad de México –con consecuencias funestas en términos de mortandad, heridos, oportunismos políticos preelectorales y de rapiña—, además de una confrontación política e ideológica en torno a la nación que deseamos se construya y tengamos como alternativa a una historia de saqueo, corrupción e impunidad, no puedo ocultar la cabeza bajo la tierra y hacer como que no veo ni escucho nada.

 

Admitamos que nuestro “Sistema político” se encuentra fundado en la creencia de que debe sostenerse una “Democracia representativa” que se apoye en procesos electorales que aseguren la participación plena de quienes sujetos a la normatividad vigente deseen y se propongan hacerlo; ello, naturalmente, promueve la falsa creencia de que entre más Partidos políticos (con sus candidatos a diferentes puestos de elección popular) participen en las contiendas electorales, más democráticos somos. Consecuentemente, entre mayor diversidad de pertenencia partidaria de las personas electas a los cargos de elección popular haya en dichos espacios, habrá más democracia fundada en lo que algunos ilusos denominan “contrapesos” políticos.

 

Pareciera que su creencia se sustenta en dos principios elementales: El de la existencia de muchos partidos políticos (“diversidad”) y, a su vez, el de dicha “diversidad” transmutada en contrapesos.

 

Estos dos principios se fundan en una gran premisa, la vida política nacional se debe expresar a través de procesos electorales, regulados por un organismo autónomo, mediante los cuales el grueso de la sociedad “elige” a quienes lo “representarán” en las diferentes instancias de gobierno y, una vez electos, los “representantes” se encargarán de legislar, decidir y gobernar bajo las creencias, intereses y principios –cuando los hay— de su grupo o partido político.

 

Bajo esta óptica, la vida política nacional se reduce a procesos electorales mediante los cuales cada vez que hay elecciones el grueso de la sociedad existe políticamente para ser objeto de las campañas y votar por los suspirantes de su agrado.

 

Una vez que los “elegidos”, los “representantes” entran en funciones, dejamos de existir, como sociedad política, y nuevamente como sociedad civil, quedamos al margen de sus determinaciones, cochupos y pleitos que nada tienen que ver con la necesidades e intereses de la sociedad, de los pueblo y comunidades de la nación.

 

Dentro del marco de este panorama y los conflictos –que eufemísticamente denominan contrapesos— entre el Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Federal Electoral (TriFE), la Presidencia de la República, el Poder Judicial y los grupos de poder se ubica el trágico suceso de la Línea 12 del metro en la Ciudad de México.

 

El circo de las campañas, representado por payasos, cantantes, boxeadores, actores y actrices, futbolistas y más personajes de la farándula; los mensajes mediáticos, los oportunismos, la rapiña, la infodemia, la falta de proyectos de desarrollo nacional campea como rasgo de este periodo prelectoral.

 

Pero también se aprecia la ausencia de proyectos que aseguren no solo el sueño de la “representatividad”, sino que, más trascendente, el de la participación amplia y democrática del grueso de la sociedad; es decir, comenzar verdaderamente a existir como sujetos activos de la vida política nacional.

 

Por otro lado, aún no se percibe una idea de Proyecto Nacional de desarrollo económico sustentable y sostenible que rompa las relaciones de dominio-subordinación que hasta ahora nos define.

 

No se propone, por ningún lado, más allá de los discurso e intenciones, programas de mediano y largo plazo para asegurar lo que prometen.

 

Solo escuchamos o leemos “me comprometo a” sin exponer los cómo ni con quiénes, mucho menos cómo podemos nosotros, sí, nosotros, participar efectivamente en ello.

 

Solo esperan de nosotros el voto.

 

Después, hasta las próximas elecciones.

 

Parece que se proponen mantener estas formas de vida política y económica que les favorecen a ellos, pero no al electorado.

 

Es la concepción hueca de una democracia trunca y que se apoya en otra gran creencia: El pueblo requiere quién lo conduzca. Para que esa conducción tenga legitimidad y legalidad es necesario que participen eligiendo a sus conductores quienes les brindarán bienestar. El pueblo es incapaz de conducirse, habrá que darle la oportunidad de que elijan…