Secreto a voces - Línea 12
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
El propósito de este micro ensayo es tratar de explicar por qué miles o millones de personas que habitan las grandes ciudades se encuentran constantemente amenazados con perder la vida, sin que exista necesariamente alguna intención de por medio de algún grupo o persona que tenga tales intenciones. En cierta medida, la reflexión va orientada a explicar lo ocurrido en la ciudad de México luego del accidente de la línea 12 del Metro. La ciudad de México es un buen laboratorio porque es común que la vida esté constantemente amenazada aunque nadie en particular amenace a nadie, pero la gestión del riesgo implícito en las grandes ciudades que se distribuye de manera desigual, socialmente hablando.
No tengo un dato preciso acerca de cuántas muertes ocurren en la ciudad de México o en las capitales de los estados por accidentes que aquí llamaremos urbanos, es decir, como resultado del simple hecho de vivir en la ciudad, que aquí conceptualizamos como “ciudad del riesgo”. Este concepto es derivado del término “sociedad del riesgo” de Ulrich Beck. No son lo mismo, él habla de la sociedad en su conjunto amenazada por la energía nuclear entre otras amenazas. Aquí hablamos de una amenaza que se cierne sobre la población de los grandes centros urbanos que proviene del origen mismo de la ciudad combinado con sus gestores o malos gestores políticos e institucionales.
El fondo de este problema en mi modesta opinión está en el origen mismo de las ciudades, sin que eso signifique por el momento deslindar de responsabilidades a quienes se encargan de administrar la ciudad. Es decir, las grandes ciudades se convirtieron en centros de población de acuerdo a la historia clásica de las mismas como ciudades modernas e industriales, debido a que requerían concentrar a la población expulsada del campo (a cuya población se les cercó e impidió el acceso a su tierra) con el fin de que la naciente industria contara con una población necesitada y además de que ese conglomerado humano se transformara en un mercado de potenciales consumidores.
Eran y son ciudades del riesgo porque se concentra a cientos de miles de seres humanos sin otro fin que el ocuparlos en el trabajo consumidor de su vida. Después de pasar 12, 14 o más horas encerrados en la fábrica las personas salían de sus empleos simplemente a dormir. La ciudad del riesgo lleva implícito la ausencia de respeto por la vida. Si en los grandes centros y factorías no se respetaba la vida, afuera de la ciudad aún menos. El riesgo era latente aunque el riesgo ha cambiado conforme pasa el tiempo. No es lo mismo el riesgo de perder la vida por respirar polvo industrial con respecto al hecho de que pase un autobús de alguna ruta y en la esquina le arrebate la vida a cualquier cristiano.
La ciudad del riesgo expresa la existencia de una ciudad cuyos habitantes son constantemente amenazados con perder la vida, sin que exista formalmente una “intención directa” de alguna persona o grupos de personas que deseen quietarle la vida a otra (as), a excepción de las bandas criminales que eligen a objetivos humanos individuales o familiares. Digamos que las amenazas contra la vida provienen de la misma lógica o de la manera en que las ciudades emergen como centros urbanos que centralizan la vida administrativa, cultural, social, política, deportiva y el riesgo de vivir en ellas, etcétera.
En la ciudad del riesgo, sus habitantes, viven amenazados por un riesgo social que es en sí misma la ciudad debido al sentido con que fue creada que es la de concentrar millones de seres humanos para apropiarse de su vida durante un tiempo del día, además de mantenerlos de manera permanente como consumidores potenciales de los productos que ahí mismo o en otras ciudades se genera. A esto se debe añadir la estructura urbana de la misma ciudad, en términos de que es una estructura en la que la ciudad del riesgo se organiza su espacio geográfico de manera diferenciada y de acuerdo a los intereses y posiciones que guardan los grupos que la componen.
La sociedad del riesgo es más una ciudad cuya estructura se encuadra en función de la existencia de un tipo de jerarquía social. El riesgo se distribuye de acuerdo al tipo de segmento social que conforme la estructura. El riesgo se distribuye más entre los grupos más vulnerables, los ubicados en la parte de bajo, y en menor medida para los segmentos de altos ingresos. Un ejemplo es la distribución del espacio geográfico creador de riesgo, no es lo mismo vivir en Lomas que en el cerro de algún municipio periférico a la gran ciudad metropolitana sea cual sea. El riesgo se experimenta de manera diferente.
En las grandes ciudades existe una amenaza real contra la vida que proviene de temblores que ocasionan la caída de viviendas y ocasiona los grandes problemas que hemos vivido recientemente en la Ciudad de México y en otras regiones del país, auténticos terremotos. Pero las casas se construyen de acuerdo a las clases que las habitan. Otra fuente de amenaza son los accidentes viales, que pueden ser ocasionados por vehículos automotores contra ciclistas, peatones, motociclistas, etc. Lo más desfavorecidos por la movilidad. Uno más es la muerte por, como acaba de ocurrir, un accidente dentro del sistema de transporte público como lo ocurrido en la línea 12 del metro, etcétera.
La estructura de la ciudad, sus parques, jardines y calles como espacio social en donde se vive el riesgo y se distribuye de manera desigual. E riesgo que ahí se corre también tiene una carga social. Mención especial merece el transporte, en donde no es igual circular en un auto personal que en el transporte público que como se ha experimentado distribuye los riesgos socialmente y los menos favorecidos son los segmentos tradicionalmente vulnerables.
Existe la otra parte del riesgo, que es de tipo administrativo. La gestión política de las ciudades ha sido un desastre no solamente porque hemos copiado el modelo de ciudad industrial y urbana de occidente, sino que además hemos tomado los modelos de transporte que organizan la ciudad pensando no en los seres humanos sino en los automóviles. Lo anterior es una verdadera tragedia para los seres humanos. Desde que se consideró al automóvil como el símbolo del progreso, las ciudades fueron modificadas en su estructura, en el ritmo de vida de las poblaciones y en el fomento de un estatus trágico.
Aunque no deja de ser deleznable el uso político de la tragedia, más allá de ello pensemos en reinventar las ciudades…