El tercer ojo - Un apretón de tuercas al asunto del covid-19 ¨otras notas sobre consecuencias sociales¨ (segunda parte).
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
Una vez que hubimos expuesto en la colaboración anterior de El Tercer Ojo (30/05/20) una serie de premisas conceptuales sobre las consecuencias del COVID-19 en la dinámica socioeconómica de nuestra región latinoamericana, se considera oportuno plantear algunas ideas que precisen lo que presentamos mediante los análisis expuestos por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su Informe: Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe. “El trabajo en tiempos de pandemia: desafíos frente a la enfermedad por coronavirus (COVID-19)”, Número 22, así como lo publicado por The Lancet en su artículo intitulado: “The art of medicine. Has COVID-19 subverted global health?” (Vol. 395, Number 10238; May 30, 2020, Published Online, May 5, 2020, https://doi.org/10.1016/S0140-6736(20)31089-8--.
En principio, considerando que mediáticamente, desde la misma OMS, la información se ha reducido deliberadamente hacia el COVID-19, carecemos de parámetros de comparación con respecto a la morbilidad y mortalidad por esta epidemia y otras enfermedades; de esta manera, no disponemos de los suficientes elementos de juicio para determinar con precisión cuál ha sido el verdadero impacto de esta pandemia.
Asimismo, podemos considerar que las tasas de morbilidad y mortalidad por COVID-19, desde que comenzó la epidemia, es una fracción de todas las tasas de morbilidad y mortalidad por cualquier otra causa, desde su comienzo en enero del año 2020. Por ende, diversos sectores de población continúan enfermando, o enfermas, y muriendo por otras enfermedades, además de que las medidas de confinamiento y reordenamiento de los sistemas hospitalarios ha impactado desfavorablemente el acceso a la atención médica esencial de otras problemáticas de salud, tornándose esta última en una opción más difícil para acceder en algunos países o regiones.
Adicionado a este entorno, el miedo al contagio, a enfermar de COVID-19, a morir y a contagiar a otros; el miedo a llegar a un hospital con un problema de salud no relacionado con COVID-19 y contagiarse dentro del mismo, pues la información ha propiciado que ello sea razonablemente supuesto, dificulta la búsqueda de los servicios de salud pública y, más aún, la ocupación por esta nueva enfermedad, poco y claramente conocida, de las salas de cuidados intensivos, así como la concentración de los trabajadores de la salud, reduce los espacios para atender a las personas que lo requieren, con las consecuencias en deterioro de la calidad de vida y los impactos psicosociales y económicos en la dinámica de otros núcleos de población.
Estas estrategias de confinamiento para asegurar el distanciamiento físico y evitar el abatimiento de los sistemas de salud, que han dominado gran parte de la respuesta del sistema sanitario en los países ricos, en muchos contextos nacionales de bajos recursos, donde el acceso a cuidados intensivos o cualquier asunto más allá del diagnóstico básico, está lejos de ser universal, es sumamente complicado y complejo de instrumentar.
Ahora bien, si se desarrollan las vacunas COVID-19 en el plazo de un año, idealmente, hasta el año 2021 se verá una opción para la prevención de las enfermedades derivadas de la presencia del virus que hoy ocupa las preocupaciones de gran parte del mundo, la historia nos permite reconocer que es probable que estén disponibles primero en los países que pueden comprarlas y solo entonces llegarán a los países de bajos ingresos, donde serán accesibles primero a los sectores sociales más ricos.
Por otro lado, debemos resaltar el hecho de no se menciona el papel del diagnóstico sindrómico (diagnóstico clínico basado en la constelación de síntomas y signos que son un sello distintivo de enfermedades); realizado por los trabajadores de la salud comunitarios, las enfermeras de atención primaria, y los médicos de primer nivel; mucho menos se considera el papel del compromiso comunitario.
La visión y enfoque que la OMS y los organismos nacionales encargados de organizar y ofrecer los servicios de salud pública, no han reconocido como parte de la estrategia este trabajo.
Pensar en un sistema de salud pública basado en la comunidad y reforzando los niveles primarios en salud, parece ser una opción que no ha sido percibida por quienes dicen dirigir los sistemas sanitarios en nuestras naciones.
Quizás, únicamente se hallan preocupados porque no colapsen los hospitales y servicios de modo que no se salga del control una epidemia que encontró como caldo de cultivo favorable, sistemas devastados por políticas neoliberales en el entorno mundial.
Tal vez les preocupe que esta epidemia y pandemia golpee políticamente los procesos electorales que se avecinan en diversos países y los partidos políticos buscan aprovechar esta coyuntura para asegura su continuidad política más allá de la epidemia, así como desplazar a sus adversarios políticos.
La salud y la calidad de vida de la población es lo que menos importa.