EL Tercer Ojo - Sobre cuestiones de salud mental (Segunda de dos partes)
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
Estimados lectores que siguen El Tercer Ojo; dando continuidad a las reflexiones que expuse ante ustedes sobre un “debate” que, sintéticamente resumo del articulo citado de mi amigo y colega dentro del ámbito de la salud mental, el Dr. Jesús Ramírez-Bermúdez (Trastornos afectivos e inflamación corporal. Redes neurales. La Razón –07/04/23—); "Una y otra vez aparece, en redes sociales y medios de comunicación, el debate acerca de la naturaleza biológica y social de la depresión en particular, y de los padecimientos afectivos en general (…) por ejemplo, la ansiedad, el trastorno bipolar, los trastornos fóbicos, el estrés postraumático, la desregulación emocional y otras condiciones psicológicas o psicopatológicas".
Asimismo, resalté el hecho de que “nuestro colega y amigo, sin tapujos, expresa que éste es un pseudoproblema dado que se presenta una aparente encrucijada o un falso dilema que nos coloca ante una difícil decisión entre dos opciones y que, además, se presentan como mutuamente excluyentes”.
Adhiriéndome al punto de vista del Dr. Ramírez-Bermúdez, una vez que mostré una tríada de argumentos conceptuales, manifesté que: “Con base en lo expuesto hasta este momento, nuevamente reitero que el pseudoproblema y los pseudo debates están superados tiempo ha (… y que…), en tratándose de los orígenes y desarrollo de los trastornos o problemas psicológicos o psicopatológicos, estos no tienen posibilidad de ser comprendidos, explicados o atendidos bajo la lógica dilemática que aquí se discute”.
Aquí y ahora me dispongo a contribuir con la lógica argumentativa que precede a esta segunda colaboración, con unas cuantas muestras de lo que por ser o parecer obvio, se elude como muestra fehaciente de que la falaz o sofística palabrería, presentada como dicotómica, es insostenible.
Seguramente podría iniciar refiriendo un conjunto de fenómenos de naturaleza prenatal o perinatal (prematurez, hipotrofia, sufrimiento fetal agudo con hipoxia neonatal, etc.) que muestran irrefutablemente un conjunto de consecuencias de carácter neurobiológico que, al integrarse con el grupo de condiciones culturales, sociales e históricas de existencia tanto de la persona en desarrollo que las adolece así como de su entorno familiar y sociocultural, entre otra derivaciones de carácter neuropsicológicas, suelen conducir a diversos trastornos o problemas de salud mental dentro de los cuales, desde luego, se encuentran la ansiedad, angustia, el estrés postraumático, trastornos afectivos variados, la depresión así como otras condiciones psicológicas o psicopatológicas que requieren una intervención tanto de los profesionales de la rehabilitación, la psicología, la educación o la paidopsiquiatría. Sería inadmisible e insostenible reducir a una única causa los trastornos o, adicionalmente, sostener una única estrategia de intervención y un único profesional de la salud, bajo el supuesto de la dilemática argüida por los “apologetas del sofisma”.
Me sería permitido resaltar, además, la existencia de un conjunto de problemas de naturaleza genómica que tienen un carácter innegable neurobiológico o, desde luego también una serie de alteraciones englobadas dentro del término “enfermedades raras” (así denominadas por su aparente infrecuencia y desconocimiento etiopatogénico o fisiopatológico, ya no digamos su prevención o atención) que muestran la presencia, en algunos casos elocuentes, de trastornos de la denominada salud mental.
No puedo, desde luego, dejar de referir aquí lo que se denomina como “enfermedades autoinmunes” (se refiere aquí, dentro del marco de la interacción genético-ambiental, a los desórdenes del sistema inmunitario que ocurren luego de un fallo en los procesos de autorreconocimiento, muchos de ellos aún desconocidos, que causan una producción de anticuerpos patogénicos dirigidos hacia el organismo mismo, acarreando una serie de alteraciones de carácter físico y psicológico que no suelen identificarse fácil o primariamente). Se ha considerado en este campo, con fuertes datos que favorecen algunas hipótesis de trabajo teórico y clínico, la Demenciación de Alzheimer o también las denominadas “Psicosis autoinmunes”.
Ya resulta excesivo incluir aquí las consecuencias en este ámbito del consumo de ciertas drogas que impactan directa y negativamente el encéfalo y su actividad, así como, indudablemente, sobre la neuroquímica cerebral, y que inobjetablemente dan muestra de la presencia de casi todos los trastornos de salud mental, sea de manera transitoria o permanente.
Para cerrar estos referentes que presento como coda, no eludo el de esta última práctica en las mujeres gestantes o embarazadas; existen certezas claras de que también se asocian con la presencia de alteraciones y trastornos diversos, incluyendo los de la salud mental, en muchos de los hijos de quienes consumieron crónicamente drogas.
Pues bien, más allá de la disyuntiva insostenible, mantengo el carácter sistémico, dinámico y complejo de los denominados trastornos de salud mental y la inútil e innecesaria reducción de estos a una u otra “causa” separada del resto de la realidad.