De “pigmentocracia», racismo, clasismo y discriminación. Las lecciones del atentado en El Paso, Texas.
En opinión de Aura Hernández
Detesto el racismo, porque lo veo como algo barbárico, ya venga de un hombre negro o un hombre blanco.
Nelson Mandela
En el año 2012, en el marco de una campaña contra el racismo en México, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) difundió un video en el cual niñas y niños a mexicanos, se les mostraban dos muñecos: uno con piel clara y otro con piel oscura.
Los chicos respondían a preguntas como: ¿Cuál muñeco te gusta más? ¿Cuál muñeco es feo? ¿Cuál muñeco es malo? ¿A cuál muñeco de pareces? y las repuestas confirmaron, no solo el nivel de discriminación en México por el color de la piel, sino lo interiorizado que los mexicanos tenemos este tipo de discriminación que ha ocasionado que se niegue lo obvio: somos una sociedad muy discriminadora.
En sus repuestas, los niños dijeron que el muñeco de piel oscura, no les gustaba, que era malo, que era feo y que ellos se parecían al muñeco con piel más clara, entre otras respuestas preocupantes.
En base a los resultados del experimento, los padres autorizaron la difusión masiva del video y participaron junto con sus hijos en un taller sobre el racismo, pues hicieron conciencia de que este no es un problema aislado en México, en este caso, de los niños que participaron en el experimento, sino el reflejo de nuestra sociedad, donde el racismo se reproduce culturalmente.
Este ejercicio, según se narra en el mismo video, se realizó a partir de un experimento diseñado por Kennet y Mammie Clark para identificar el racismo entre infantes norteamericanos en los años treinta del siglo XX y fue replicado para hacer una medición que permitiera una valoración tangible del problema del racismo en México.
Traigo a la discusión este tema, por varias razones, uno es porque la masacre contra mexicanos perpetrada en El Paso, Texas, evidencia desgraciadamente la persistencia de sectores supremacistas blancos que todavía consideran que el color de la piel determina, en el país campeón de los derechos civiles, el acceso al disfrute de derechos y que a pesar de ser un país de un mestizaje abrumador, en México también persiste este fenómeno.
La otra razón es porque, no sé si en virtud de lo anterior, la semana pasado en las redes sociales se suscitó una discusión ideológica, cultural y con un ligero tinte académico a partir de que alguien patentó el eufemismo pigmentocracia, para referirse a la discriminación que se padece nuestro país por el color de la piel.
Aunque de cierta manera me pareció un debate innecesario, sobre todo en la relativo a la oportunidad de utilizar el término “pigmentocracia”, creo que es una buena ocasión para debatir sobre el racismo, el clasismo y en general la discriminación por orígenes étnicos, sobre todo por los beneficios que traerá visibilizar este lastre cultural que arrastramos como país y que permea hasta en la vida pública.
Y afirmo esto, porque es en base de la pigmetocracia, en su vertiente clasista, en la se basan muchos prejuicios a partir de los cuales, hoy por hoy, se evalúan conductas y acciones de la vida pública. Hay mucho clasismo, aunque se niegue hasta el cansancio, en el discursos opositor al actual Presidente de la República, quien por su color de piel y su origen social “no cumple” con los cánones para gobernar que algunos sectores consideran importantes.
Un estudio reciente denominado Vida y color de piel realizado por El Colegio de México (Colmex), reafirma los resultados del experimento de Conapred de 2012. La investigación, analiza indicadores como la escolaridad promedio, el nivel de ingreso promedio y la movilidad social, por el color de la piel. También estudia la forma en que los mexicanos nos autodefinimos de acuerdo al color de nuestra piel.
De acuerdo con esto, el 67% de la población encuestada de entre 25 y 64 años de edad autoclasifica el color de su piel en tonos intermedios y solo el 7% lo hace en el rango de color más obscuro, de estos la mayoría son mujeres.
De la escolaridad, según la investigación del Colmex, son las dos tonalidades más claras las que tienen el promedio más alto, lo mismo sucede en el índice de riqueza. En cuanto a la movilidad social los resultados muestran que para las personas con tonos más claros de piel es más fácil subir socialmente si nacen en pobreza, en tanto que la persistencia de la pobreza es mayor para pieles más oscuras.
En el estado de Morelos, hemos padecido este lastre cultural desde tiempos inmemoriales. Durante el reparto agrario posterior a la Revolución los alegatos que esgrimían los hacendados para oponerse al reparto agrario a los pueblos eran principalmente argumentos de clase, pues sostenían que la población “aborigen” desmantelaría toda la tecnología implantada en sus tierras para volver a sembrar frijoles, maíz y calabazas.
Hoy eso ha cambiado. Esa discriminación la padecemos en los centros comerciales y en establecimientos que se reservan “el derecho de admisión” por ejemplo. Por eso hay que discutirlo, solo así será visible.