Cuando sea demasiado tarde... - Ruda la semana, ¿no?

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde... - Ruda la semana, ¿no?

 

            Pues parece que va en serio esto del repunte del coronavirus. ¿Se acuerdan cuando decían que el peligro era que las camas de hospital no fueran suficientes, y que eso ocasionaría un colapso del sistema de salud, y que dicho colapso iba a ocasionar un descontrol en el contagio y por ende en la mortalidad por el covid-19? ¿Que por eso era necesario mantener “Susana” distancia (saludos a Susanita *guiño guiño*), y usar cubrebocas a donde fuéramos, y que en general era mala idea ir a Acapulco durante el puente por el contagiadero, y no salir a comer fuera, no hacer fiestas, no hacer misa, no reunirse en general? ¿No? La semana pasada varios estados de la gloriosa República regresamos al semáforo naranja. Algo leí sobre el Secretario de Educación Pública, quien dijo que si regresábamos a verde era posible regresar a clases presenciales, y que se lo comieron vivo por decir tal cosa. No leí muy bien la nota y estuve ocupado atendiendo mis menesteres de final de semestre, pero, ¿no es esa la idea? ¿Regresar a clases cuando estemos en verde?

A mí lo que me enfada es que los números no le están cuadrando a gobierno. Mantuvieron el semáforo amarillo por dos semanas de más, por lo menos, para poder acomodarse su Buen Fin de la mejor manera que pudieron hacerlo, y ahora que la frecuencia de contagio está por encima de los números más altos de cuando estábamos en semáforo rojo, cuando el sistema de salud está a punto de quedarse sin camas y por ende colapsarse y por ende llegar al descontrol absoluto al respecto del contagio y la mortalidad, sólo regresamos a semáforo naranja. Entiendo muy bien que la gente tiene que comer, que el comercio se tiene que realizar, que la economía no se puede detener. Sin embargo, ver las imágenes de filas y filas de gente saturando las plazas comerciales para aprovechar la liquidación del Best Buy, enciende un humor bastante inadecuado en mí. Ya de por sí fue harto entretenido ver al Salinas Pliego desaprovechar una inmerecida oportunidad de guardar silencio, ahora tenemos que ver cómo dicha empresa le regala a la gente de mi amado México, quienes no supimos aprovechar la dicha y el privilegio de contar con un Best Buy de ESTE lado de la frontera, el regalo del coronavirus (the gift that gives on giving). Tanto que nos lo regalaron que acudió la gente a entregarle dinero a dos manos, a cambio de una pantalla a precio de liquidación y una oportunidad de jugarse la vida y la de los suyos en una tirada de dados donde los dados están cargados. Según mis cuentas debemos de estar rozando el 20% de probabilidad de muerte estando las cosas como están. Lo mucho o poquito que conozco sobre números no me sirve para determinar la probabilidad de muerte en caso de contraer el virus una vez que se colapse el sistema de salud, pero dudo mucho que sea menor al 20%.

            Además… Lo sé, lo sé. Siempre hay un además, no me interrumpas, Gabriel.

            Además, hay todavía dos factores independientes que se deben de tomar en cuenta. El más inmediato de ellos es la vacunación. Hace algunos años estuve en una conferencia del Dr. Julio Frenk (exposición magistral, por cierto) al respecto de cómo la mera invención de la vacuna ha prolongado la expectativa de vida en el mundo mundial desde que se empezaron a usar por ahí de 1800. Esto de inmediato me haría pensar que la repentina aparición de una vacuna aprobada por el FDA en los Esteits, sería buena idea, ¿no? No es como que si los gringos ACABARAN de tener el dilema político más importante de su historia contemporánea (que parece que va a terminar con que su naranja pelmazo en turno utilice la Constitución de dicho país a manera de papel higiénico), digo, son los gringos. Of course, my horse, we believe in them gringos. Sería imposible que las autoridades de dicho país aprobaran una vacuna sin que estuvieran plenamente seguros de que no te saldrán dos brazos adicionales a manera de efecto secundario de dicha vacuna. ¿Cierto?

            Finalmente, el segundo factor: los efectos secundarios. He visto cientos de notas al respecto de los efectos posteriores de haber padecido coronavirus. Como todo en las noticias, hay información más seria que otra (como esta columna, amable lector, le ruego no la tome en serio), pero a raíz de este recorrido periodístico, he detectado que las posibilidades empiezan con poder perder los dedos de los pies, daños en la piel, daños en órganos (que no me gustaría que me dejaran de funcionar) como el hígado, los riñones y el páncreas, obviamente los pulmones, el corazón y la totalidad del sistema nervioso (no he visto al respecto de secuelas en el sistema reproductor, pero por si las flies lo vamos a añadir a la lista). Si el día de mañana estuviera disponible la vacuna, y la Secretaría de Salud ya anunció que van a llegar 150,000 dosis en estas semanas, ¿cuánto tiempo cree usted que tarden en aplicarse las otras 129,850,000 vacunas? Asumiendo que el sistema de salud y el Ejército puedan encargarse de la aplicación de ellas, sin tener que recurrir a Walmart y Liverpool, como them gringos.

            Si es cierto que uno de cada cinco ha muerto, apreciado lector, ¿ya contrajo usted el coronavirus?