Cuando sea demasiado tarde… - La bendita tarjeta de circulación.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Estimado lector, con toda la pena del mundo me veo en la necesidad de comunicarle que se terminaron las vacaciones de Semana Santa. Su servidor pudo atender las observaciones de un libro que estoy coordinando con una colega y el arbitraje de posiblemente el artículo más grande de mi carrera, en el que propongo, junto con tres colegas más, la definición de la agresividad vial de motociclistas. ¿Creerá usted que no había? Pues después de varios meses de trabajo y alrededor de 800 motociclistas que participaron en el estudio en México y en España, propongo que se defina como: una serie de comportamientos sistemáticos que se llevan a cabo durante el uso de una motocicleta, los cuales consisten en beneficiar principalmente el bienestar del conductor del vehículo y hacer irrelevante o reducir aquel de otras personas, o conducir de tal manera que se intimida a otros. Con tantita suerte y hasta me lo publican y por fin pongo mi marca en la ciencia de la movilidad, que de por sí es un tema que casi nadie sabe que existe.
Pues bien, esta semana tuve que ir a renovar la tarjeta de circulación de la camioneta. Pensaba no hacerlo hasta que cambiara el sexenio y ordenaran el reemplacamiento habitual para ir llenando las arcas para que quien ocupe la silla grande en el estado empiece a llenarse los bolsillos, pero decidí mejor hacerlo. No lo sé, llámelo usted intuición. No vaya a ser que tenga un percance y por no tener la BENDITA tarjeta, el seguro no quiera cubrir los gastos. La verdad es que no soy un conductor agresivo, pienso que la meta es llegar con bien a cualquiera que sea su mi destino, y luego por un raspón, o un laminazo, se anda quedando uno sin coche por varios días. Este es el argumento principal de esta columna: la burrocracia en la movilidad.
Su servidor juntó el papel verde que estuvieron dando el año pasado que le permitía a uno circular sin la tarjeta de circulación, en virtud de que no había presupuesto para las tarjetas. Supongo que se les habrá perdido el dinero o no contaron bien los billetes. Hace un mes, cuando fui a verificar a la Verónica (en virtud de la armadura Hulk-Buster de Iron Man), me pidieron la tarjeta de circulación, para lo cual proporcioné el papel verde. Debido a que el documento ya estaba vencido porque había que ir por él cada tres meses porque no había presupuesto para las tarjetas porque se les había perdido el dinero o no habían contado bien los billetes, tuve que ahí mismo pagar el refrendo de la tarjeta de circulación. ¿Me van a dar aquí la tarjeta de circulación? No, pero con el pago del trámite ya puede usted verificar a su Verónica. Pues dale, ochocientos pesos más otro tanto de la verificación. Logro verificar la camioneta y me regreso a casa a seguir escribiendo.
Son vacaciones, ¿cierto? ¿Por qué no aprovecho para ir a lo de la bendita tarjeta porque de seguro no habrá casi nadie? Pues ahí va su servidor a encontrarse con una fila de 40 o 50 personas. Me adelanto hasta el frente y le pregunto a la señorita de gafas de pasta que dirige el tráfico muy amablemente: “vengo a lo de mi tarjeta, ¿están bien mis documentos?” “No mi amor, como tu papel verde ya está vencido, te falta la póliza del seguro y la copia de tu credencial para votar, tienes que hacer el trámite completo.” Su servidor piensa dónde tiene los documentos, y recuerda que a la vuelta hay como cien ciber-cafés para realizar tal acción. Sin embargo, como la casa de todos ustedes tampoco está tan lejos de tal oficina, decido regresar a casa con celeridad. Imprimo mis documentos y aprovecho para llenarme el termo de café, ya ve usted que no había desayunado.
Cinco minutos más tarde me encuentro nuevamente en las oficinas de movilidad. Pude escaparme de pagar el estacionamiento por mi genial idea de adelantarme en la fila para saber si mis documentos estaban completos, así libré el periodo de 15 minutos de estacionamiento gratis. ¿Recuerda usted que habían dicho que ya no se iba a cobrar el estacionamiento? Pues la plaza donde está Movilidad, la Secretaría de Relaciones Exteriores, el INFONAVIT, y el Carl’s Jr., sigue cobrando estacionamiento. El caso es que vuelvo a aparcar el auto en el estacionamiento y me vuelvo a formar en la fila (porque no respetar las filas es signo ineludible de psicopatía) y tras veinte o treinta minutos de beber café mientras observo a mis conciudadanos, me indican que proceda a la ventanilla 9.
Ya en la ventanilla 9, me indican que la fotocopia de la credencial para votar debe venir en un solo papel, no en dos como su servidor lo había hecho. Lamentablemente las impresoras y yo no somos uno mismo, por lo que la escaneé por un lado y luego por el otro y ya, pero las personas que trabajan en las fotocopiadoras son seres de intelecto superior. “Se la voy a aceptar así, pero sólo por esta vez.” Le agradezco infinitamente su gracia para con la ineptitud de el inocente de todos ustedes y me entrega, por fin, mi tarjeta de circulación. He logrado cumplir con el trámite que no había podido hacer porque antes no se podía hacer porque no había dinero para hacerlo pero ahora que ya hay dinero para hacerlo ya se puede hacer por lo que es preciso hacerlo, no vaya a ser que sea…
Porque Franz Kafka era morelense, pero siguen sin quererme creer.