Árbol inmóvil - Espiral violenta
En opinión de Juan Lagunas
No se puede ocultar el nivel de beligerancia (que se sigue multiplicando en Morelos). La responsabilidad de su combate recae, ahora -sin ambages- en el gobernador. El pasado se traspapeló en la orla ya. El comisionado José Antonio Ortiz Guarneros es un cúmulo de errores e imposibilidades.
La alerta de violencia de género -sólo en ocho municipios- expresa ese déficit operativo en que se encuentra el territorio: impremeditación, apetencia en ciernes (y creciendo al lado de la corrupción y el desvarío de una clase política deplorable), prorrateo de culpas y, sobre todo, incapacidad.
El presidente de la Comisión Independiente de Derechos Humanos, José Martínez Cruz, ha denunciado que la Guardia Nacional no será la panacea. La disuasión no es un antídoto. Los grupos criminales se camuflan en la lobreguez de la autoridad. El astrágalo crece sin medida. En su momento, se reconoció que la estrategia de seguridad no era la indicada.
Si no hay un diagnóstico, como se percibe, no habrá herramientas para oponer resistencia al plagio, las ejecuciones, los “levantamientos” y el robo en general. Ante esto, el turismo se aleja. Los prestadores de servicio sienten los estragos.
La figura del Ejecutivo es doble: innecesaria y superflua. Si se ausentara un par de días, no sucedería nada (y no porque delegue funciones, sino por su grisura).
La opinión pública, al margen de las redes sociales y la instantaneidad del destiempo, se expone a mensajes tergiversados por una prensa proxeneta, donde, la mayoría de sus “precursores”, pretende el dinero sencillo; el enriquecimiento fugaz. Su comportamiento es símil a un diputado o un edil concupiscentes. No hay diferencia. Es aciaga… Inadmisible, porque no cumple su función esencial. Al contrario, crea un espacio de desinformación. Luego, la autoridad se encarga de lo demás: operar (a través del truncamiento de la pandiculación).
Dos millones de habitantes, más los que llegan en periodos de asueto o en fines de semana, están en un peligro continuo acá. Un sábado o un domingo son fatales. Ni en el hogar estamos protegidos. Un apartado especial es el narcotráfico.
Con base en cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la entidad se encuentra en el punto 18, con altos índices delincuenciales. Todo va en proporción. Algunas percepciones son irrisorias:
- Culpan al estado vecino de Guerrero…
- A la realidad cosmopolita de la capital;
- A la protección de los criminales.
Nada es cierto. La extensión del clima de inseguridad se propició por la negligencia y, por esta misma causa, sigue en aumento. Ya se vio que Blanco Bravo no puede; ni su séquito de mostrencos.
Resulta inútil repetir lo mismo: el hartazgo puso a este mandatario ahí… ¿Para qué sirve su investidura? Quizá, en un primer plano, para atestiguar sus yerros y carencias de locución.
La reproducción de grupos patibularios es incesante. (Mientras escribo esta columna, aparece uno nuevo). Y el confort de los poderes impide la empatía. Ni les interesa conocer las entrañas de los padecimientos de los embates incisivos de la criminalidad.
Al ser ya poderes fácticos espurios, los grupos delincuenciales hacen lo que les da en gana. Por poseer recursos económicos, recurren a la corrupción. Es una manera sencilla de manipular a los agentes de Morelos. Y helos ahí: brindando protección a seres inmundos (salvo honrosas excepciones).
PLEITOS LEGISLATIVOS
No quise abordar tópicos del Congreso. Empero, dadas las disensiones (pueriles y, hasta cierto punto, festivas) que se siguen desencadenando entre estos nulos representantes populares, no descarto una polarización mayúscula. Ésta se propicia por la ansiedad del poder. Ni más…
Tania Valentina y Rosalina Mazari están en el cuadrilátero. Ésta (a lo menos) tilda a aquélla de “alcohólica” y “perezosa”). Fue una reacción, luego de que la priísta fue denunciada de “esconder” cuentas públicas, protegiendo a algunos burócratas.
No sé en qué vaya a terminar este episodio. Lo que sí, traerá consigo desolación, que perjudica a la ciudadanía. Ésta tendrá su venganza. Esperemos los comicios intermedios. Ahí se expresará. Aguarden…
ZALEMAS
José Gorostiza, en “Elegía”, emite: “A veces me dan ganas de llorar, pero las suple el mar”. El piélago es un hondo y superfluo estado de agonía. Sustituye y atrae hacia la anegación. El recuerdo inunda. La faz del desprecio genera ostracismo. El cuerpo se va; lleva sobre sí un peso inmóvil: la angustia de lo inevitable.
Luego, en “Pausas I”, el vate refrenda la melancolía:
¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya sólo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.
El ponto es antítesis del Seol (en el mundo). Las olas se suceden, como las palmas de tus manos sobre mis ojos.
(Hasta el próximo jueves…).