A Nivel Banqueta - Morelos y su clase política
En opinión de Francisco Valverde Prado
Si bien es cierto que el oficio de la política obedece a reglas no escritas, también es cierto que su eficacia sólo puede ser evaluada de acuerdo a los resultados que sus acciones provoquen en favor de una ciudad, estado o país.
Todos sabemos que el estado de Morelos y la enorme mayoría de sus municipios se encuentran prácticamente en ruinas. Ayuntamientos endeudados, servicios públicos inexistentes y como resultado: una paupérrima calidad de vida. Ser de Morelos o vivir en él, no siempre resulta en la mejor de las oportunidades; por el contrario, cotidianamente logramos ser nota nacional, ya sea por la violencia que aquí padecemos o por la absurda naturaleza de los personajes que nos gobiernan.
Si midiéramos a nuestra clase política de acuerdo a los resultados que su actuar nos ha ocasionado, claramente llegaríamos a la conclusión que la política en Morelos ha fracasado una y otra vez.
Nuestro estado ha sido habitado por una inmensa mayoría de políticos con poca educación, escasa preparación y nula dignidad. Este fenómeno morelense bien puede ser el resultado de la enorme afluencia migratoria que históricamente nos ha caracterizado. Al estado llegan políticos de la capital, de algún otro estado o contratados para ganar elecciones, pero difícilmente llegan por convicción y méritos propios. Muchas de las crisis que ahora intentamos resolver, tienen su explicación en este quehacer de oportunismo, agandalle y hambre de poder.
Difícilmente uno puede encontrar servidores públicos con un valor real dentro de algún partido político. Lo común es descubrir personajes leales y fieles a una cúpula, por destructiva que sea y que nada o poco pueden ofrecer a los ciudadanos de carne y hueso.
Pensemos en Morena, el Partido Acción Nacional, el Revolucionario Institucional, Partido Verde, Movimiento Ciudadano o alguna otra franquicia con registro ante nuestras autoridades electorales. ¿Podemos pensar en cinco personas dentro de cada uno de ellos que en verdad puedan lograr cambios positivos en nuestro municipio, ciudad o estado? ¡Resulta casi imposible! Vienen a mi mente cuatro o cinco nombres y a partir de ahí, lo que queda es pura pedacería.
A tan sólo tres años de concluir el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, se ha logrado prácticamente nada y para conformistas, ¿díganme qué? ¿algún resultado que en verdad haya válido la pena? Lo mismo ocurre con la capital del estado de Morelos, a pocos meses de terminar su administración, ¿qué logros alcanzó nuestro llamado Lobito? ¿Podemos pensar en alguno? Lo cierto es que dentro de estos dos gobiernos uno no puede encontrar a ciudadanos capaces de hacer bien su chamba. Quizás sí, por ahí aparezca uno que otro pero en lo general, son cuotas de partido, tribu o clan. Ahí se encuentra la verdadera explicación de tan nefastos resultados y desempeño. Nadie da lo que no tiene.
A tan sólo unos meses de tomar protesta el nuevo alcalde de Cuernavaca, José Luis Uriostegui, muchos de nosotros soñamos en que sus practicas no resulten en pan con lo mismo. Mucho descubriremos de lo que habrá de ocurrir en su gobierno tras conocer a quienes lo habrán de acompañar en su administración. Si en lugar de ciudadanos probados y resueltos, terminamos con cuotas partidistas, cadenas de favores o cómplices de secretos, los resultados que esperamos, les aseguro no ocurrirán, por triste que nos resulte.
La verdadera alianza y hermandad que nuestro próximo ayuntamiento necesita es con los ciudadanos de Cuernavaca. Lo demás ya sabemos por experiencia cómo termina: funcionarios millonarios con una Cuernavaca destruida.
Ningún sólo hombre puede gobernar en solitario, se requiere de un equipo que pueda no sólo representar pero también ejecutar, acciones y proyectos que den respuesta a un sentido reclamo de los habitantes de la capital del estado de Morelos. La ciudad está en ruinas. ¿Podremos ser diferentes?
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