Los extremismos y la tentación totalitaria.

En opinión de Aura Hernández

Los extremismos y la tentación totalitaria.

La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.

 

Albert Camus

 

Cuando en 1944 Salvador Abascal, el fundador del movimiento sinarquista partió hacia La Paz para fundar con más de cien familias sinarquistas la “Colonia María Auxiliadora” en el territorio de lo que hoy conocemos como la Baja California Sur, “porque así lo quiere Dios y la patria lo necesita”, no imaginó que el principal apoyo para lograr una comisión a la que lo alentó el Presidente Ávila Camacho, lo encontraría en uno de los generales “radicales” de la era cardenista: el General Francisco J. Múgica.

Al General Múgica, uno de los colaboradores más cercanos al presidente Cárdenas se le han atribuido a lo largo de la historia hazañas tan importantes como su influencia decisiva en la redacción de los artículos más progresistas de la Constitución de 1917, su impulso para la expropiación petrolera, su apoyo a la República española durante la guerra civil que finalmente instauró la dictadura franquista en España, pero poco se le ha reconocido su talante de humanista como lo hizo el propio Salvador Abascal en sus memorias.

Todo ello le valió, paradójicamente ser sacrificado en la sucesión presidencial a favor de un “moderado” como fue Ávila Camacho. La decisión de pareció provenir de las condiciones, no solo de las oleadas nacionalistas que se agitaban en nuestro país, sino al hecho de que México asistía entonces, como hoy, a un concierto de acontecimientos inéditos en el país y en el mundo.

Al margen de la política de “unidad nacional” promovida por el gobierno de Ávila Camacho, la década de los 40 es también época de los nacionalismos. En España ha sido derrotada la República, en Alemania los nazis tienen el poder desde hace varios años, en Brasil Getulio Vargas promovía el integralismo. En Chile se funda la Falange, en Argentina nacen movimientos fascistas y en Europa y el mundo entero se convulsiona en una guerra total.

El sinarquismo fue un movimiento contrarrevolucionario y esencialmente anticardenista que, de acuerdo con Jean Meyer, de 1940 a 1943 contaba con más de 300 mil militantes de un total de 19 millones de habitantes. Según la misma fuente en Morelos cuya población ascendía a 182 mil personas, el sinarquismo reclutaba a mil 500 de ellas en sus filas. Más del 50 por ciento de ellos eran jornaleros, ejidatarios y medieros y el resto se dividía entre artesanos, pequeños propietarios, comerciantes y obreros.

A la derrota estrepitosa del movimiento sinarquista representada emblemáticamente por el fracaso de Salvador Abascal en la fundación de la Colonia católica María Auxiliadora le siguió, en el contexto nacional, la fundación del Partido Acción Nacional, que enarbolaba los principales valores del frustrado movimiento.

El México de los años 40, era un país polarizado ideológicamente. El recién concluido período cardenista, con su escuela socialista, con su reivindicación del zapatismo, con su impulso al cooperativismo, con su apoyo a la República española, con su exilio a León Trosky convivía la otra cara de la nación, representada por movimientos clericales y conservadores.

Esa misma polarización se dio a principios de los años sesenta teniendo como marco internacional la Guerra Fría y a escala nacional, los movimientos sociales que al ser reprimidos por el Estado dieron paso a una etapa muy dolorosa de la vida nacional, como la masacre de estudiantes de 1968 y  el periodo de lo que hoy conocemos como la “guerra sucia”.

En 1962 con la agudización de la “Guerra Fría”, México se encontraba virtualmente involucrado en el combate al comunismo promovido por Estados Unidos, sobre todo a partir de la intensificación de las relaciones entre la Cuba castrista y la Unión Soviética.  En América Latina la punta de lanza de esta cruzada fue la Alianza para el Progreso, un programa de apoyo económico para el desarrollo de los países latinoamericanos del gobierno norteamericano, que en el fondo era el instrumento por el que los países subdesarrollados se comprometían “moralmente participar” en el combate al comunismo en el continente, del que México fue un entusiasta colaborador.

Pero los extremismos ya no son solo motivo de los libros de historia. Hoy, en un país laico, “la voluntad de Dios” se usa como bandera política, se ha resucitado al fantasma del comunismo y se ha puesto a recalentar la guerra fría.

Pero eso no es todo, se ha puesto de nuevo en la discusión pública un hispanismo rancio y trasnochado al que no hay que desdeñar quienes pensamos que eso ya pasó a la historia y que México, así lo recoge nuestra Constitución, es un país pluriétnico, pluricultural en que los derechos de los grupos vulnerables como las mujeres, la comunidad LGBT y más son reconocidos y lo mejor es que poco ha poco se van haciendo realidad.

Como en los movimientos nacionalistas que dieron origen a los fascismos en el mundo y frente a la polarización del mundo en la guerra fría, hoy estamos frente a un riesgo real de regreso a ellos, hay muchas cabezas, y muchas chequeras empeñadas en ello en el mundo… y en México por supuesto.