Voto, receptáculo de soberanía.

En opinión de Dagoberto Santos Trigo.

Voto, receptáculo de soberanía.

La emisión del sufragio -consciente e informado- conlleva la expresión del espíritu de la soberanía ciudadana. El derecho al mismo, en una sociedad democrática, es fundamental; truncarlo significaría ir en contra de la naturaleza de la participación emancipada.

 El primer domingo de junio de 2024, día de la jornada electoral más importante de la historia, habremos de decidir el rumbo político de Morelos y el resto de la nación. El alma de las elecciones reside en la visión ciudadana; la urna es un recipiente de determinación. 

 A las autoridades comiciales nos compete salvaguardar su esencia, que se traduce en las siguientes características: libre, directo, intransferible, universal y secreto. 

 Por esa poderosa razón, es preciso que la clase política se aboque a respetar los tiempos: las actitudes -deliberadas e ilegales- de anticipación sólo vulneran el devenir democrático y, al mismo tiempo, ponen en vilo los procesos de cavilación, que son categóricos e imperativos en la época de veda. “Los Adelantados” ejercen presión -adrede-, lo cual se convierte en una mácula que quebranta la cultura cívica.

 Empero, estamos inmersos ahora en una atmósfera de crispación política en los niveles federal y local. Algunos aún no protagonistas (oficialmente) de la contienda se sumergen en la cultura de la simulación y los esquemas demagógicos, con el propósito de “conducir agua a su molino”, dice el adagio… 

 Actúan bajo la influencia de un discurso avieso o malintencionado, a fin de sacar ventaja, cuidando de no vulnerar en demasía el reglamento de los comicios. Buscan márgenes de maniobra para violar las normas, lo que damnifica, entre otros, la sustancialidad del precepto 35 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano:

“I.- Votar en las elecciones populares; 

II.- Poder ser votada en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular, teniendo las calidades que establezca la ley (…)”.

Estamos siendo testigos, en gran medida, que la competencia actual (el escenario que tenemos enfrente) no respeta los periodos. No debemos expresar: “Es común…”. Ante eso, la autoridad del ramo procede en consecuencia: se allega de elementos para blindar el proceso; sobremanera, con el fin de proteger el voto. 

 Los actores de la competencia deberían, eso sí, establecer una plataforma ideológica sólida y tangible, difundiendo ideas de trabajo. Si el votante no posee la suficiente información, su veredicto corre el riesgo de dirigirse hacia el ámbito de la eventualidad, donde sólo persisten el instinto, la especulación y la suposición. 

 No olvidemos jamás que el ordenamiento jurídico mexicano define a los partidos como entidades de interés público, que tienen que “promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y hacer posible el acceso de los ciudadanos al ejercicio del poder público”. 

 Los partidos deben sumarse al fortalecimiento de la legalidad, certeza y objetividad. Es INDEFECTIBLE. Además, cabe mencionar que tienen un derecho insoslayable: coadyuvar a la preparación, desarrollo y vigilancia del proceso.

 El voto, que emerge del pensamiento ciudadano, tiene que seguir siendo la sustancia cardinal en las justas cívicas, dado que es un mecanismo eficaz para exigir una rendición de cuentas -permanente- a quienes ostentan los puestos de gobierno.

 Rousseau, en un aforismo, expresó:

“El derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a lo

s ciudadanos”.