Serpientes y escaleras - ¿Quién enfrentará al monstruo?
En opinión de Eolo Pacheco
El relevo en la fiscalía no es una decisión menor, influirá en el futuro del gobierno.
¿Quién enfrentará al monstruo?
La muerte de Juan Salgado Brito cimbró al gobierno estatal y quitó a Margarita González Saravia la figura política más sólida de su gabinete, pero el movimiento político vino después, cuando la mandataria designó a Edgar Maldonado Ceballos como nuevo encargado de la política interna de Morelos. El fiscal, elegido en el cargo por nueve años, no tuvo empacho en renunciar para atender el llamado de la gobernadora. Fue un enroque político, pero también una muestra de lealtad.
Algo ha dejado claro la historia reciente de Morelos: cuando las instancias procuradoras de justicia se convierten en enemigas del régimen, la gobernabilidad se pone en riesgo; y cuando la fiscalía se convierte en cómplice del crimen, el estado entero se derrumba. Morelos se encuentra hoy justo entre esos dos abismos.
Lo que viene tras la salida de Maldonado Ceballos en la FGE no es un simple relevo administrativo, puede desatar una verdadera guerra de poder en la entidad, porque la Fiscalía es la llave de la investigación criminal, el freno (o protección) de quienes saquean el estado, el árbitro silencioso del proceso electoral y el camino hacia los pactos indecibles con los grupos criminales.
No hablamos solo del nuevo titular de una oficina pública, sino de la persona que tendrá la capacidad y las facultades legales para desatar o contener el caos en un estado donde las cosas fácilmente de control y en cualquier momento ocurre una desgracia. Varios jugadores poderosos del tablero de poder van en busca de esa herramienta.
La fiscalía de Morelos aún carga la pesada sombra de Uriel Carmona y la herencia estructural de un hombre que secuestró la institución, que pactó con grupos criminales, que se coludió con figuras políticas y actores de poder, que dejó policías infiltrados, carpetas negociadas y violencia fuera de control.
En los meses que estuvo al frente de la dependencia Edgar Maldonado realizó cambios, hizo ajustes, pero se quedó corto, porque para sanear a fondo la institución necesitaba más tiempo y mejores perfiles. Las viejas redes de Carmona Gándara siguen activas, impunes, presionando para recuperar y utilizar la impunidad como negocio.
Quien llegue a la fiscalía debe continuar el trabajo de Edgar Maldonado, pero necesita ir más allá, tratando además de sobrevivir en el intento. En un ambiente local altamente politizado, el nombramiento del nuevo titular de la FGE es identificado por algunos como el primer movimiento en la batalla por la gubernatura.
Manejar la fiscalía es una enorme responsabilidad con la ciudadanía y con la gobernadora, desde ahí se puede apuntalar el trabajo de pacificación y fortalecer a un régimen que, como los anteriores, tiene en la inseguridad y la violencia el Talón de Aquiles, el punto que está acabando con la confianza y la credibilidad de la gobernadora.
Pero si cae en manos incorrectas puede repetirse la historia del pasado reciente con Uriel Carmona, en donde el fiscal se convierte en un jugador más del tablero político-electoral, alguien que puede hundir adversarios fabricándoles expedientes, con capacidad para proteger a los aliados, atacar a los adversarios y negociar con autoridades de los tres niveles de gobierno y los grupos que se mueven al margen de la ley.
De cara a una elección altamente competitiva, la decisión en la fiscalía aparece como un ingrediente más en la mezcla sociopolítica que rodeará el proceso electoral. Morena aventaja a sus adversarios en intención de voto, pero enfrenta el reto de que la imagen de sus gobiernos federal y estatal no se desmoronen y ello afecte el sentido de los votos.
El enroque de Maldonado en la secretaría de gobierno y la definición de un nuevo titular en la fiscalía es clave tanto para los ciudadanos que dependemos del trabajo de las autoridades en la prevención y persecución del delito, como para un gobierno al que la inseguridad está desmoronando. Si no se toma una decisión adecuada en ese espacio, Morena habría ganado la política, pero perdido la seguridad. Y cuando en Morelos la seguridad se desmorona, el gobierno se cae.
La gobernadora no puede equivocarse en esta decisión, el congreso tiene la facultad constitucional de nombrar al fiscal, pero es ella quien definirá la terna de la cual saldrá el titular; en los últimos días se han puesto distintos nombres en la mesa, se ha hablado de la posibilidad de que llegue una mujer, pero el razonamiento para definir al futuro encargado no puede basarse en una lógica de género, sino en un análisis de capacidades, experiencia, carácter, honestidad y compromiso.
El problema de los últimos procuradores/fiscales de Morelos ha estado ahí, en que ninguno ha podido ir más allá de lo superficial, ninguno se ha atrevido a hacer los cambios estructurales de fondo que requiere la dependencia, a combatir de manera frontal la corrupción, las complicidades internas, ni atacar de manera real y sin sesgos a los grupos criminales y a los políticos corruptos.
En esa posición no se puede andar con medias tintas, porque ello repetiría los errores del pasado. El futuro fiscal requiere capacidad operativa, sangre fría, valentía para enfrentarse a quienes gobiernan desde las sombras y sobre todo la sensibilidad para entender que en este momento en Morelos la justicia está en guerra.
Apostar únicamente por lealtad sería equivocado; el paquete debe ser completo: capacidad, experiencia, carácter, conocimiento, decisión, valentía y compromiso con la gobernadora, menos de eso sería regresar a los mismos esquemas que en el pasado han fracasado.
Una vez más la gobernadora está frente a una decisión muy importante, una que la acompañará a lo largo de su administración y podría serle de mucha ayuda o sumamente perjudicial cuando concluya su encargo. El nombramiento del futuro fiscal definirá si el gobierno de Morelos construye un camino hacia la paz o nuevamente se convierte en la pesadilla que cada sexenio vivimos.
La historia lo ha dejado muy claro: los morelenses no perdonan dos veces el mismo error, la fiscalía no puede ni debe volver a utilizarse como un arma política, como un instrumento en contra de los ciudadanos, como una puerta para que la delincuencia y los grupos criminales hagan lo que quieran, ni como un escudo para los poderosos.
Margarita González Saravia es la primera gobernadora que con hechos ha demostrado ser diferente a los demás políticos, es una mujer honesta, firme, con carácter y una historia de vida que avala su compromiso con la gente. Sus intentos de transformar para bien al estado están a la vista, pero para que las intenciones se concreten le hace falta un mejor equipo y decisiones firmes en situaciones que ponen en entredicho su mensaje de honestidad.
Igual que en el relevo de la secretaría de gobierno, donde rápidamente algunos grupos apostaban por una figura dócil para poder manejar a distancia esa oficina, en la fiscalía hay intereses internos y externos que pretenden aprovecharse de las circunstancias para impulsar figuras que respondan a intereses particulares y permitan, desde ese poderoso espacio, tener condiciones a modo para operar política y económicamente desde lo público y lo privado, en lo legal y más allá.
El nuevo fiscal formará parte de la gobernabilidad; para que el futuro sea bueno para los ciudadanos el futuro titular de la FGE debe tener conocimiento del tema, autoridad política, carácter, liderazgo operativo y lealtad al proyecto de pacificación.
Menos de eso sería regresar al pasado.
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Los nombres que integren la terna para fiscal serán decididos por la gobernadora Margarita González Saravia y su aprobación dependerá de al menos dos terceras partes de los diputados. Para que las cosas salgan bien será necesario cabildear previamente con los legisladores para que la terna se acepte y se designe a quien quiere la mandataria.
Entre los personajes que ya se mencionan están algunos que vale la pena analizar:
Leonel Díaz Rogel: es un abogado académicamente preparado, con experiencia sólida en el área penal, como litigante y una larga trayectoria técnica. Conoce la fiscalía por dentro, goza del respeto del sector, tiene buen trato con los poderes y no posee pecados políticos ni muertos en el clóset. Su reto sería demostrar carácter para un encargo que no acepta medias tintas, firmeza para no dejarse influenciar por grupos políticos o criminales e institucionalidad demostrada con resultados. Leonel Díaz es un buen perfil para estabilizar, la duda es si lograría transformar la institución.
Fernando Blumenkron Escobar es un reconocido abogado con conocimiento en temas penales, experimentado en el área porque conoce la dependencia. Es un hombre institucional que no forma parte del grupo político de la gobernadora, tiene aceptación en sectores medios y empresariales y dada su trayectoria podría fortalecer la percepción ciudadana de cambio. En contraparte se le identifica con grupos políticos opuestos a Morena, no goza de la confianza interna del gabinete ni de quienes la rodean y carece de equipo que lo refuerce en el trabajo. Fernando es un hombre capaz, pero podría volverse presa permanente de sabotaje interno y ataque político.
Adriana Pineda Fernández es quizá la única mujer en este momento con el perfil necesario para encabezar la fiscalía de Morelos; expolicía de carrera, exfiscal antisecuetros y figura clave en el terreno de la seguridad, tiene experiencia operativa, carácter, valentía y capacidad real de mando. Ubicar a una mujer con su perfil sería un mensaje contundente en contra del secuestro, los feminicidios y la violencia familiar, dada su larga trayectoria y resultados en el combate a los grupos criminales. El riesgo con ella surge de su misma historia: tiene enemigos muy fuertes dentro y fuera del aparato de estado, cargaría con taques narrativos por su paso en corporaciones anteriores y cercanía con el exgobernador Graco Ramírez, además de que sus adversarios tratarían de encasillarla en un esquema de militarización de la justicia. Nombrarla implicaría una apuesta muy fuerte para apoyarla y respetar sin titubeos sus decisiones.
José Luis Urióstegui es el actual alcalde de Cuernavaca y de un tiempo para acá, en el candidato natural a todas las posiciones. Es un abogado de prestigio, respetado, querido, con experiencia en el trabajo de la procuraduría, conocimiento de la administración pública, que domina la seguridad desde la prevención hasta la procuración de justicia. Políticamente se trata de una figura que está bien relacionada con todas las fuerzas del estado y tiene arraigo ciudadano que lo volvería un contrapeso inteligente dentro del gabinete estatal. Su llegada al cargo lo convertiría en automático en el candidato de la oposición para el 2030, con el riesgo que esa circunstancia cambie el sentido de la fiscalía: de la procuración de justicia a la proyección electoral. José Luis no aceptaría ocupar ese cargo, pero tiene toda la capacidad para desempeñarlo.
La definición del próximo fiscal de Morelos no debe partir de un análisis sobre capacidad jurídica, ni tampoco solo de lealtad política. Al frente de esa oficina debe estar alguien que tenga un poco de todo, sobre todo carácter, decisión y honestidad.
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Si se trata de especular se vale mencionar a todos. Pongamos un perfil más:
Miguel Ángel Urrutia: el actual secretario estatal de seguridad es un perfil que tienta políticamente al gobierno y de manera especial a la gobernadora: es un hombre de lealtad absoluta al proyecto y a la gobernadora, con experiencia en el tema, firmeza de carácter y voluntad para entrarle a todos los temas sin coludirse con nadie. Desde Plataforma México y ahora en la SSP tiene un conocimiento claro de la situación en el estado, tiene relación directa con las fuerzas federales y municipales, hizo el mapa de riesgo del estado y cuenta con una clara capacidad de mando y disciplina institucional; con él no habría sorpresas ni rebeldías. Su reto sería que su fuerza operativa no se diluya en procedimientos legales, que no sea capaz de librar la frontera de los ministerios públicos y la narrativa sea que llegó la mano dura acompañada de la violación de los derechos humanos. Los resultados dados en la SSP son buenos, pero no se aprecian, el secretario atiende a la prensa, pero no le gusta comunicar y minimiza la percepción. Urrutia se ha vuelto indispensable en seguridad, pero con el mismo estilo sería vulnerable en la fiscalía. Miguel Ángel Urrutia es una apuesta de alto control, pero también de alto riesgo, porque si falla se perdería un buen secretario y se ganaría un mal fiscal.
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Al final la decisión es de la gobernadora, lo mismo que los aplausos o los abucheos. El fiscal puede ser alguno de los antes mencionado o ninguno de ellos; la duda es si será Margarita González Saravia la que decida o simplemente la que sugiera a quien alguien más le recomienden.
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Frente a lo ocurrido en Uruapan, el manejo de la seguridad es clave en todos lados. La inseguridad y la violencia mata personas y acaba con gobiernos.
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