Serpientes y escaleras - Los que intentan regresar
En opinión de Eolo Pacheco
Los políticos tiene una meta en común: ganarle las elecciones al gobernador.
Los que intentan regresar
La clase política está despertando y se prepara para competir; los viejos actores de poder han comenzado a moverse: organizan reuniones, regresan a las calles, hablan con amigos, preparan estructuras y piensan en los caminos para recuperar el gobierno. Ahí están los políticos de la era dorada del PRI, los panistas que vivieron su mejor momento al inicio del siglo, los de Morena que ganaron pero no gobiernan y, aunque usted no lo crea, los graquistas que aseguran que pueden revivir porque estamos peor que antes. El objetivo común es ganarle a los cuauhtémistas. ¿Podrán?
Aunque los partidos brillan por su ausencia y las dirigencias carecen de liderazgo, la clase política ha comenzado a prepararse para las elecciones del próximo año. La temperatura electoral va subiendo al ritmo que los problemas del estado se multiplican y el trabajo del jefe del ejecutivo se cuestiona; la apuesta de la oposición es crecer en función del desgaste de las autoridades actuales.
A pesar de que son muchos los que han manifestado sus intenciones de participar en las elecciones del 2021, muy pocos trabajan con profesionalismo y con método para lograrlo. A la mayoría les mueve la emoción de estar en campaña y los anima que los representantes de los tres niveles de gobierno se han desprestigiado muy rápido, pero casi nadie hace algo más que criticar a los funcionarios.
Cuernavaca es la joya de la corona, porque saben que desde ahí es más fácil trabajar la sucesión; los partidos, los aspirantes y el mismo gobernador entienden que la capital es fundamental para todo: el jefe del ejecutivo estatal necesita mantener el control de la cámara local de diputados para no tener complicaciones en la segunda mitad del sexenio y los partidos buscarán desde Cuernavaca al sucesor de Cuauhtémoc Blanco.
Desde hace algunas semanas se ha podido observar a diversos actores políticos haciendo precampaña y vendiendo espejitos, recordando viejos tiempos, haciendo cuentas electorales, cobrando ayudas del pasado, pero particularmente resaltando los “grandes errores” que todos los días cometen el gobernador y su equipo.
El ambiente preelectoral se nutre de diversos aspectos, como el nacimiento de nuevas organizaciones políticas y el cambio de camiseta de figuras que históricamente defendieron las siglas de un partido y hoy militan en otro.
En esta vorágine de intenciones, ambiciones y sueños se ha vuelto común ver a personajes que en el pasado reciente eran antagónicos, pero ahora aparecen juntos y revueltos; la ideología y los valores han dejado de tener importancia, ahora todo se resume en cómo y a que costo se puede recuperar el poder y bajo esa tónica todo se vale: hasta pactar con el diablo.
El priísmo morelense vive su peor momento, peor incluso que cuando perdieron el gobierno federal y estatal el siglo pasado; hoy no solo están electoralmente derrotados y desmoralizados, también se han peleado entre si y no dejan de acusarse mutuamente de ladrones, corruptos y tramposos. La dirigencia que encabeza Alberto Martínez ha sido desconocida por un comité nacional igual de pillo y localmente es cuestionado por el grupo de las Maricelas, el mismo que propició la debacle tricolor, el que por años negoció con gobiernos panistas y perredistas con la característica principal de que siempre vendieron o entregaron las candidaturas a sus amigos.
Los perredistas, por su lado, aún no superan la derrota del año pasado, ni entienden como pasaron de ser un organismo todo poderoso a estar a punto de la extinción. El partido del Sol Azteca cavó su propia tumba cuando entregó todo el poder a una familia y avaló los excesos que se cometieron desde la administración estatal; la militancia perredista que siempre se caracterizó por su valentía en la lucha social, no tuvo el carácter para frenar los abusos de un gobernador que los representó en las siglas, pero nunca compartió los ideales que dieron vida a esa institución. El PRD está pagando muy caro su pecado y sus militantes, aunque cambien de partido, difícilmente podrán recuperarse del desprestigio social de haber respaldado al peor gobernador que ha tenido Morelos.
El panismo tiene enfrente una severa disyuntiva: continuar ausente del debate político para mantener así los beneficios que hoy tiene o comenzar a endurecer el discurso y aprovechar la coyuntura para recuperar posiciones. El PAN igual que el resto de los partidos se ha convertido en un fantasma que no participa, no se escucha, ni hace nada por ganar la elección a pesar de que son segunda fuerza y representan el camino natural para hacer contrapeso a Morena. En el PAN hace falta ver, además, lo que sucederá luego de que nazca el partido de los Calderón, pues ello provocaría el éxodo de muchos militantes que han sido excluidos y desterrados por la familia Terrazas.
Pero en medio de todos ellos aparece un grupo de políticos que no se pueden ubicar exclusivamente en un partido, porque sus integrantes provienen de varios; a todos ellos los unió una misma causa, Graco Ramírez y se condujeron bajo una sola premisa: el dinero. Los graquistas formaron un cártel político con un interés personal y una sola linea de mando; nacieron el sexenio pasado, actuaron bajo las ordenes del gobernador, obedecieron ciegamente los intereses de ese régimen y se colocaron bajo la supervisión directa de Rodrigo Gayosso.
Los graquistas estuvieron incrustados en todos los partidos porque así convenía a Graco Ramírez y a su hijastro; tener aliados de todos los colores hacía ver democráticas sus decisiones y generalizado el respaldo. El congreso pasado fue el más claro ejemplo del graquismo y ahí estuvieron sus más fieles servidores; pero también los hubo en los ayuntamientos (Jiutepec y Yautepec fueron ejemplos vivos de ello), dentro de la estructura gubernamental, en los medios de comunicación y hasta en la iniciativa privada. El gran poder de Graco Ramírez y de su hijastro Gayosso fue la corrupción: casi nadie resistió los cañonazos que lanzaron. Para quienes no cedieron o pactaron con ellos, hubo persecución y ataques.
Todos estos políticos (y muchos más) han comenzado a despertar y trabajan pensando en las elecciones del siguiente año. Se les comienza a ver de nuevo en lugares públicos, en las calles y reapreciendo en las redes sociales. Los graquistas, suponen que la gente ya olvidó el daño que le hicieron al estado y piensan que resaltando las fallas del gobierno actual sus abusos serán olvidados. Están equivocados: puede ser que la gente dé la espalda a los Cuauhtemistas en las próximas elecciones, pero eso no quiere decir que votarán por ellos, porque no es fácil que olvidemos el daño de Graco y sus cómplices le hicieron a Morelos.
El proceso electoral se está calentando y poco a poco vemos a muchos viejos actores de la vida pública regresar a escena. Muchos de ellos podrán ocupar un papel fundamental en la contienda del siguiente año, pero todo depende de la forma como se muevan, de las alianzas que hagan, de la estratégia de diseñen y de la manera como se comuniquen.
En el 2021 no habrá oleada de Morena y como sucede en todas las elecciones intermedias el porcentaje de votación va a bajar. El desgaste de Cuauhtémoc Blanco y la división con Morena son aspectos que costarán muchos votos, pero depende de lo que haga cada candidato y partido en lo particular para que esos votos no se vuelvan abstencionismo y estén en las boletas.
Sin duda Morena llegará al 2021 con mejores condiciones de competencia que los otros partidos, pero está muy lejos de tener la victoria en la bolsa como sucedió en el 2018. El obradorismo no volverá a hacer ganar a cualquiera, por eso es indispensable que todos elijan buenos candidatos.
- posdata
Hacía muchos años que no acudía al informe de labores de un gobernante, quizá por ello el ambiente me pareció diferente.
El formato ha sido el mismo siempre desde la época de Antonio Riva Palacio: invitados especiales y trabajadores del ejecutivo listos para ocupar los lugares de quienes no llegaran; mucha seguridad en todo el lugar y los alrededores, mesas de prensa para transmisión “en vivo” del informe, como si a alguien le interesara en un jueves por la tarde (o cualquier día de la semana) seguir minuto a minuto este tipo de eventos.
Casi todo era igual que la última vez que acudí a un acto así, aunque ahora la logística era más eficiente porque se utilizaron herramientas tecnológicas como los códigos QRR para agilizar el acceso. Lo que verdaderamente me llamó la atención es que en este evento ya no estuvo la clase política de siempre; los graquistas brillaron por su ausencia, lo mismo que los políticos de toda la vida, las dirigencias partidistas y los personajes que, como el ajonolí en el mole, están presentes en todos los actos públicos.
No digo lo anterior a manera de crítica (no extrañé ver a ninguno de ellos), sino como algo que simplemente me llamó la atención, porque me confirmó que los hombres y mujeres poderosos de antes, los que nunca faltaban en este tipo de actos y siempre ocupaban los lugares de adelante, ahora ni siquiera fueron invitados y nadie preguntó por ellos.
De lo que dijo el jefe del ejecutivo hay poco que decir, porque no hubo sorpresas. Lo que más me agradó fue que invitaron a un grupo de policías que a nombre de sus compañeros escucharon el compromiso del gobernador de que a partir de ahora tendrán mejores salarios; fue un buen gesto invitarlos y sentarlos ahí, al frente, con el respeto que se merece su trabajo y el agradecimiento que les debemos todos por cumplir con su deber a pesar de las carencias.
No me disgustó del todo asistir a una ceremonia de este tipo; podría volver a repetir la experiencia en un par de años… no menos, como en veinte.
- nota
Los diputados dicen que el pendiente en la agenda del estado y en el primer año de gobierno de Cuauhtémoc Blanco es la seguridad; cierto.
resaltaron que los problemas están a la vista, que no hay antecedentes de lo que estamos viendo en cuestiones de violencia y que hace falta mucho trabajo para decir que estamos bien. Totalmente de acuerdo con ellos.
La pregunta es: ¿Qué hace el Congreso de Morelos para coadyuvar con esta labor? Los diputados contestarán (si es que lo saben) que la labor del parlamento es legislar, que no tiene labores ejecutivas; pero olvidarían que también desde ese poder se puede y debe coadyuvar a que la paz regrese a los morelenses.
El de Morelos es uno de los congresos más caros de México y hasta ahora uno de los menos eficientes; los conflictos internos han echado por tierra la agenda legislativa y los ha convertido en un lastre para el estado.
Pasado el tropiezo presupuestal y antes de que la euforia electoral los distraiga (más) de sus funciones, valdría la pena que nuestros nobles representantes populares apostaran por un tema que nos interesa a todos y contra el que tendrán que convivir como ciudadanos comunes cuando dejen de tener fuero. Explico:
Hoy para ellos es sencillo hablar de seguridad o de inseguridad y no darle importancia al tema; su cargo les da acceso inmediato al gobernador y a todos los funcionarios, lo que implícitamente les brinda una protección extra contra la delincuencia (los criminales no atacan tan fácilmente a figuras públicas, porque entienden que habría repercusiones inmediatas). Así se han comportado siempre los diputados; todos.
El problema (para ellos) vendrá cuando dejen de tener poder y vuelvan a ser ciudadanos comunes y corrientes como todos nosotros. Ahí regresarán a la realidad, entonces sí alzarán la voz, pero ya no serán escuchados ni atendidos por nadie.
Hasta por interés personal deberían hacer algo hoy que pueden hacerlo.
- post it
Ya en serio: ¿Actuarán en algún momento con firmeza contra la corrupción graquista o nos vamos haciendo a la idea de que ya pactaron?
- redes sociales
¿Alguien sabe qué hacen ahora los ex diputados de la legislatura pasada?
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