Serpientes y escaleras - Esfuerzo y narrativa
En opinión de Eolo Pacheco

Esta no es una fiscalía de rencores ni de revanchas, es una institución de resultados: EMC
Esfuerzo y narrativa
La seguridad siempre ha sido el centro del debate público y en los últimos años se convirtió en el eje del discurso político. En Morelos de forma particular esta narrativa ha marcado la narrativa desde hace dos décadas porque la sociedad ha enfrentado serios problemas de inseguridad que robaron la tranquilidad, cambiaron los hábitos y trastocaron la forma de vida de la gente. El esfuerzo por cambiar las cosas se está haciendo, pero los resultados tardarán en llegar.
La comparecencia de los titulares de la Fiscalía General de Justicia y de la Secretaría de Seguridad Pública se dio en el marco de una coyuntura marcada por la violencia y la tensión social. El llamado de los diputados a los titulares de ambas dependencias fue para conocer la situación que hay en el estado, pero sobre todo lo que se está haciendo para que las cosas mejoren.
El formato de la comparecencia fue el mismo de siempre, incluyendo los comentarios incongruentes de una legisladora que trató de aprovechar el tema para sacar raja política, olvidando que en el pasado reciente fue la más férrea defensora del fiscal Uriel Carmona y sus secuaces.
Pero más allá de las posturas políticas de los legisladores y los datos que Edgar Maldonado y Miguel Ángel Urrutia presentaron, destacando en ambos casos que las instituciones a su cargo han emprendido una lucha frontal contra los grupos delictivos y la impunidad, lo que valdría la pena reflexionar es momento que vive el estado y el malestar colectivo que genera la violencia.
Morelos enfrenta desde hace al menos dos décadas una situación crítica que se ha ido agudizando sexenio tras sexenio al punto que en distintos momentos de la historia reciente los propios gobernantes y actores políticos se han referido a la entidad como un narcoestado.
Y es que el grado de descomposición social provocado por el incremento de los índices delictivos y la colusión entre autoridades y grupos criminales es tal que los últimos tres sexenios el propio gobierno ha aceptado que más de la mitad de los presidentes municipales tienen vínculos con cárteles del narcotráfico y organizaciones dedicadas al secuestro, la extorsión y/o cobro de piso.
Peor: en la administración de Graco Ramírez el secretario de seguridad Alberto Capella afirmó que doce alcaldes tenían que “pagar piso” a la delincuencia, cifra que se elevó a 16 en la administración de Cuauhtémoc Blanco, dicho por el titular de la CES José Antonio Ortiz Guarneros.
De cualquier forma que sen quiera ver, trabajo de las áreas de seguridad nunca es sencillo, porque además de tener que dar la batalla contra las organizaciones criminales deben enfrentar de manera simultánea la percepción pública que en este tipo de temas es sumamente volátil y se acentúa con cada hecho de violencia que ocurre.
Expliquémoslo de esta forma: tanto el fiscal Maldonado como el secretario Urrutia enumeraron cifras muy importantes en lo que respecta a operativos, cateos, detenciones, desarticulación de bandas, recuperación de vehículos, atención a víctimas, equipamiento e infraestructura para mejorar la seguridad.
Los datos son buenos, reflejan una mejora sustantiva respecto al año anterior y confirman la decisión institucional de no dar tregua a ningún grupo criminal ni dejar que la impunidad cobije las acciones de quienes se mueven al margen de la ley. ¿Entonces cuál es el problema? Que la gente no lo nota.
Escuchar a los titulares de seguridad muestra que el trabajo se está haciendo y que a un año del arranque del nuevo gobierno las cosas están mejorando, pero quienes no ponen atención a estas cifrar ni se enteran de lo que se dice en las comparecencias siguen percibiendo lo mismo y reaccionando a lo que ocurre en su entorno. Es ahí donde la percepción se vuelve negativa, porque el ciudadano común aún no siente que la seguridad es mejor que antes.
El reto para las autoridades debe ir más allá de desplegar operativos y acumular estadísticas, debe incluir una comunicación eficaz, permanente y reiterativa, para que la narrativa cambie.
Desde el punto de vista operativo el trabajo se está haciendo, ahora hay que visualizar y sensibilizar el esfuerzo, ello implica transparentar los logros y traducir los resultados en mensajes claros para la ciudadanía. La estrategia institucional no se debe solo medir en cifras, tiene que conectar con la experiencia cotidiana de la gente para que la percepción no juegue en contra.
El costo político de esto es muy alto para las autoridades porque a pesar de que inseguridad y violencia son cosas distintas, para el ciudadano común se trata de lo mismo y por ello cada hecho de sangre se asume como un acto de inseguridad y las cifras oficiales dejan de ser creíbles.
La percepción pública en materia de seguridad no solo desgasta la confianza ciudadana en las instituciones, también influye en el ánimo colectivo y se refleja en las urnas. La historia reciente del estado y del país confirma que los problemas de inseguridad y de violencia son determinantes en el sentido de las elecciones; si Morena quiere ganar el 2027, tiene que cambiar la percepción.
La parte más difícil de esta historia ya se está haciendo, tanto la fiscalía como la secretaría están trabajando, dan resultados y las dos instituciones tienen en sus titulares a figuras profesionales y probas, dedicadas de tiempo completo a resolver los conflictos y en ninguno de los casos, vinculadas a grupos delictivos u organizaciones criminales, como ocurría hasta hace poco.
Lo que hay que fortalecer ahora es la percepción, el reto para ambas instituciones está en que la gente conozca y perciba los resultados, que las cifras se transformen en experiencias diarias de los ciudadanos y que el trabajo y los resultados sean apreciados por la mayoría, para que cualquier incidente no cambie el estado de ánimo colectivo y marque la narrativa.
Si el gobierno quiere que el esfuerzo de las demás áreas de la administración destaque, que el trabajo no quede invisibilizado y que la narrativa de la inseguridad no sea monopolizada por la oposición, necesita construir un discurso sólido que se acompañe con resultados.
Ya hay resultados, ahora hay que venderlos bien.
· posdata
El duelo entre el sindicato de maestros y las autoridades de educación emuló una guerra de guerrillas en donde en lo superficial todo marcha bien, pero por abajo los golpes aparecen por todos lados.
La estrategia magisterial no es nueva y aunque la posibilidad de que el conflicto escalara existió, ese escenario no convenía a nadie, porque todos perderían.
El SNTE es el sindicato más grande, con más de veinte mil afiliados y la fuerza para poner en jaque al gobierno estatal; los maestros son un gremio activo, listo para movilizarse en cualquier momento, pero que no se deja mangonear como suponen los dirigentes de la Sección 19.
Suspender clases y movilizar maestros es algo que sí puede hacer el sindicato; el problema no está en alborotar a las bases, sino en lo que podría suceder después, porque una vez que el magisterio salga a las calles, detener las cosas resulta mucho más complicado y a veces no lo logra ni el mismo sindicato.
Personalmente no tengo claro el fondo del problema entre la dirigencia magisterial y las autoridades, pero estoy convencido que la gobernadora Margarita González Saravia no cederá a chantajes, ni realizará cambios a partir de movilizaciones. Hacerlo sentaría un precedente muy peligroso, porque entonces quien presiones con marchas y/o bloqueos logrará obtener lo que quiere.
El fondo en esta historia no tiene que ver con aspectos doctrinales, ni tampoco con la lucha por los derechos de los trabajadores; lo que vemos es un duelo de poder, una guerra de egos, una dinámica de desgaste en la que todos iban a salir perdiendo, empezando por los estudiantes que verían afectadas sus clases.
Joel Sánchez Vélez es el dirigente electo del magisterio morelense, pero está lejos de ser un guía capaz de convocar masas por sí solo; la fuerza de la delegación le otorga la autoridad para sacar a los maestros, pero no tiene el liderazgo para moverlos a su gusto ni por cualquier situación.
Al interior del SNTE hay disidencia, de ahí derivó el nacimiento de un nuevo sindicato magisterial que, aunque se quiera minimizar, ha generado ruido en el sector y provocó el enfado de Sánchez Vélez, porque las autoridades locales lo reconocieron.
Ese hecho es quizá lo que enfadó a Joel y su reacción fue terrible, porque hizo notorio un organismo que la mayoría desconoce.
· nota
Los aspirantes morenistas a la presidencia municipal de Cuernavaca están a la vista; la lista comienza con el senador Víctor Mercado, continúa con los diputados Juan Ángel Flores y Meggie Salgado, además de los secretarios Javier Bolaños, Karla Herrera y Alejandra Pani. Otro aspirante es Luis Alberto Machuca, representante en Morelos de la secretaria de Bienestar.
Cualquiera de ellos podría abanderar a Morena en la contienda capitalina del 2027, pero todos requieren desde ahora ganar terreno frente a la sociedad de Cuernavaca, aumentar su presencia y mejorar su competitividad en una ciudad que desde cuatros años gobierna el PAN y donde el último alcalde morenista fue a la cárcel por corrupción.
El perfil del representante de Morena tiene que ser empático con el movimiento, pero también necesita tener ascendencia frente a una sociedad capitalina que no confía en cualquiera, que no está casada con ninguna marca, ni acepta imposiciones partidistas.
La 4T debe armar un trabuco en Cuernavaca que empiece por un buen candidato a la presidencia municipal, pero que incorpore cinco piezas competitivas en las diputaciones locales y el escaño federal.
Los números hoy son favorables a Morena porque le conceden una mayor intención de voto en la capital, pero eso mismo se veía en el 2024 y las malas decisiones en la selección de candidatos los hizo perder.
El trabajo para definir la boleta capitalina debe empezar desde ahora no solo entre los aspirantes, quienes individualmente necesitan hacer rentable su aspiración, incluyen al partido porque el proceso de selección de candidatos en Morena es duro, a veces violento y siempre termina con divisiones.
En el 2024 los morenistas alargaron mucho la decisión en la capital y perdieron. ¿Aprenderán de sus errores?
· post it
En el 2024 el partido Verde y el PT trataron de chantajear a Morena: le exigían la candidatura capitalina a cambio de participar en la coalición; no se las dieron, rompieron y todos perdieron.
La petición era (y sigue siendo) absurda: ni el Verde, ni el PT ni el PES ni Nueva Alianza tienen alguien capaz de ganar la elección de Cuernavaca; la negociación es válida, pero debe ser coherente.
· redes sociales
Movimiento Ciudadano presentó un consejo político de algo en Morelos. Es gracioso ver a priístas recalcitrantes y panistas de corazón vestidos de naranja.
Hasta parece consejo de Morena.
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