Serpientes y escaleras - El efecto Villalobos
En opinión de Eolo Pacheco
Alguien tiene que pagar los platos rotos en la ciudad: el que se fue o el que llegó.
El efecto Villalobos
Tras confirmarse la comisión de diversos delitos perpetrados en contra del erario capitalino el presidente municipal de Cuernavaca informó que en los siguientes días presentarán denuncias por la vía civil, penal, administrativa y política en contra del exalcalde Antonio Villalobos Adán. Los actos jurídicos que inicie el nuevo gobierno muestran la voluntad del edil por poner un alto a la impunidad, pero para que realmente haya justicia es necesario que los culpables paguen. La credibilidad y el futuro político de José Luis Urióstegui van de por medio en estas acciones.
Durante tres años el gobierno municipal pasó por alto las leyes y los cánones de la política: Antonio Villalobos llegó la presidencia municipal por casualidad y su desempeño dejó claro que no tenía ni la preparación, ni los méritos ni la capacidad para conducir el destino de una ciudad tan compleja y con tantas necesidades como la capital de Morelos.
El manejo del ayuntamiento fue familiar desde antes de que Villalobos tomara protesta del cargo: justo en el momento que se cayó la candidatura de José Luis Borbolla, los hermanos Villalobos idearon un plan para hacer de su paso por el municipio el negocio de su vida (sic) y para ello se hicieron acompañar de personajes que los financiaron a cambio de recibir beneficios y posiciones en el gobierno. El poder en Cuernavaca se ejerció en familia y con amigos; todas las decisiones tomadas en ese gobierno se hicieron en función de los intereses del grupo que acompañó al alcalde durante todo su mandato.
El problema de esa administración no estribó solo en el manejo irregular de recursos y en el abuso de poder, sino en el hecho de que la actuación del alcalde Antonio Villalobos Adán marcó la pauta para que todos en ese gobierno hicieran lo mismo. A sabiendas que los negocios se pactaban en el cabildo y que todos sus miembros participaban del reparto de utilidades, en el resto de las áreas del municipio se hizo lo mismo, lo que derivó en tres años de corrupción e impunidad sin consecuencias para quienes les ponían precio a las decisiones del ayuntamiento.
Muchas veces se habló de los negocios que se hacían al amparo del ayuntamiento, de cómo se concesionó el sistema de agua potable, se pedían cuotas por las obras públicas, se abultaba la nómina y se cobraban comisiones por los contratos y los permisos. Los hechos daban forma a los rumores: el patrimonio de la familia Villalobos y el del equipo cercano del alcalde creció de manera exponencial en tres años sin que exista una lógica fiscal o salarial que sustente dicho enriquecimiento. Más claro: ni sumando todo lo que ganaron esos personajes en tres años habrían podido adquirir lo que tienen ahora.
Toda esta historia fue pública, porque las ilegalidades de ese gobierno fueron burdas, a la vista de todos y sin ningún respeto a la ley; para nadie fue secreto que los contratos y las obras del municipio se negociaban con la familia del alcalde y que el cobro de comisiones, mordidas y sobreprecios eran del conocimiento del edil y de su círculo cercano. En el gabinete hubo un personaje por el cual pasó absolutamente todo: Laura Mendizabal.
Lo ocurrido durante la administración municipal pasada fue tan grotesco que poco a poco los aliados de Antonio Villalobos se hicieron a un lado; el edil presumía tener el aval y protección del ahora subsecretario de gobernación, pero con el tiempo quedó claro que Rabín Salazar no era protector de Villalobos, ni participaba en los negocios que esa familia hacía presumiendo que los dividendos se repartían “arriba”.
Cuernavaca ha vivido momentos críticos desde hace dos décadas, por ese lugar han pasado figuras que lastimaron severamente la ciudad y causaron fuertes quebrantos a las finanzas municipales; a pesar de ello nunca se había visto un personaje con las características de Antonio Villalobos: inculto, torpe, vanidoso, soberbio, ambicioso, ególatra y totalmente desconocedor de la administración pública y el estado de derecho. Fue, por decirlo llanamente, un naco con poder.
El remate de esta historia llegó hace unos meses, en el tiempo que separó la campaña electoral del inicio del nuevo gobierno; tras sufrir una abrumadora derrota en las urnas Antonio Villalobos divulgó la idea de que se había dejado ganar para que no llegara al cargo el candidato de Morena Jorge Argüelles; “Decidimos pactar con José Luis (Urióstegui) porque así me lo pidieron de México (sic); pactamos con él y canalizamos a su campaña los recursos del municipio con el compromiso de que no realizaría ninguna acción legal o política en nuestra contra”.
El círculo que rodeaba a Villalobos se encargó de esparcir esta hipótesis en todos lados, la acompañaban de imágenes en donde aparecían ambos alcaldes reunidos de sus esposas y ensalzaban la historia dando detalles de las “cenas privadas, en familia” que avalaban el pacto de impunidad.
Aunque la versión parecía inverosímil, la pasividad del presidente municipal electo frente a Villalobos y su reticencia a cuestionar las visibles acciones irregulares del gobierno saliente dieron validez a la historia. Peor: el retraso en el proceso de entrega recepción y la evidente suavidad con la que se atendió la transición hizo creer a muchos que en verdad había un acuerdo entre los alcaldes Villalobos y Urióstegui.
Ahora que el nuevo gobierno ha confirmado que presentarán acciones legales contra la administración anterior la historia puede cambiar, los actos jurídicos mostrarían que dicho pacto nunca existió o que al menos ya no es igual. Antonio Villalobos no se ha ido de la ciudad, se pasea por Cuernavaca y presume en redes sociales su tranquilidad y su nueva vida de opulencia; los comentarios del expresidente en las mesas siguen siendo los mismos: reitera que el pacto existe y afirma que pese a los amagos del abogado, no sucederá nada porque “A José Luis no le conviene que yo hable”.
Presentar denuncias no garantiza que habrá justicia y podría ser, incluso, un distractor para blindar a un corrupto; el abogado Urióstegui aseguró hace algunas semanas que no habría expedientes flojos que se caerían por falta de pruebas, que cuando actuaran legalmente lo harían con elementos suficientes para que los procesos avanzaran y los acusados fueran procesados. Llegó ese momento.
La confianza que la ciudadanía aún tiene en José Luis Urióstegui radica en su historia de vida, en la solvencia moral que lo acompaña y la capacidad profesional que le ha caracterizado. Las denuncias que interpondrá su gobierno contra su antecesor seguramente serán revisadas por él y por tanto deberán ser sólidas para que no puedan ser desechadas; ítem más: los procesos se iniciarán en la Fiscalía Anticorrupción, un espacio que por mucho tiempo persiguió a Antonio Villalobos, que puso tras las rejas a su director de protección civil y que tuvo al edil a un paso de la cárcel.
Existen todos los elementos legales, políticos y sociales para que las denuncias de Urióstegui contra Villalobos procedan, la única manera de que el exalcalde y sus cómplices libren en brazo de la ley sería que tuviera apoyo político de alguien o existiera un verdadero acuerdo con quienes lo denuncian o lo juzgan, para que al final sea exonerado.
Si el gobierno de José Luis Urióstegui logra que castiguen a Villalobos, no solo habrá hecho valer la justicia, también demostrará que el alcalde es un hombre con una altísima calidad moral, digno del respeto y la confianza que la gente le tiene.
El tiempo dirá si las denuncias son reales o serán solo para cumplir el protocolo.
- posdata
En la vida como en el futbol la suerte también juega; cuando se ejerce el poder público la confianza es un elemento difícil de ganar, pero que se suele perder fácilmente.
Nada está escrito en política, sobre todo en tiempos como los actuales donde la información corre por todos lados y quienes ejercen el poder están sujetos a un escrutinio permanente. Cualquier error, escándalo o cambio de circunstancias puede modificar los escenarios y hacer del ganador un fracasado.
Hasta ahora en Morelos la suerte política ha estado del lado del gobernador, no así la confianza ciudadana. Cuauhtémoc Blanco apuesta todo a la simpatía que el presidente Andrés Manuel López Obrador siente hacia él, por eso descuida aspectos locales que influyen en la gobernabilidad, generan percepción y representan un desgaste permanente de su imagen y la de su gobierno.
Después de la última visita presidencial no queda duda que el ejecutivo federal simpatiza con el gobernador de Morelos, ello debía ser utilizado por Cuauhtémoc Blanco para recuperar terreno local, ganar confianza pública e iniciar un profundo, serio y verdadero proceso de diálogo con la sociedad y con todos los actores de la vida pública del estado. Contrario a ello la actitud del mandatario es la misma: distante, enfrentado con quienes lo cuestionan y decidido a que sea la simpatía presidencial la que blinde su gobierno y a él como persona.
Un dato importante hay que apuntar aquí: el presidente Andrés Manuel López Obrador apoya abiertamente a Cuauhtémoc Blanco Bravo, pero el respaldo no es incondicional, ni resistente a cualquier tipo de problema. Explico: hasta ahora el gobierno federal ha defendido al gobernador porque las acusaciones en su contra porque no han aparecido elementos de prueba, es decir, han sido escándalos, pero ninguno se ha acompañado de datos duros que contundentemente comprometan la integridad o la solvencia moral de este gobierno.
La pregunta es ¿Están seguros en el ejecutivo estatal que no existen datos duros que comprometan el discurso de honestidad del gobernador o contravengan la moralidad que distingue al presidente de México? ¿No les preocupa en nada lo que se ha hecho y se sigue haciendo en la DGPAC?
Si los ataques contra el gobernador son como hasta ahora, no queda duda que Cuauhtémoc Blanco saldrá avante de todo; el problema vendrá si en algún momento aparece información comprometedora, real, cotejable, de actos de corrupción.
Ese sí sería un punto sin retorno, porque el sentido de honestidad del presidente está por encima de cualquier simpatía política o personal. Pregúntenle a Scherer.
- nota
El gobierno capitalino inició los trabajos de mejora en algunas vialidades principales de Cuernavaca; primero se colocó una capa de chapopote en los lugares donde había más hoyos y luego vino el balizamiento, para que el remozamiento de las avenidas realmente luciera.
La semana pasada el cabildo de Cuernavaca aprobó una inversión histórica en obra pública para la capital: serán más de 132 millones de pesos para mejorar el municipio.
Qué bueno que se está trabajando en estos temas. Ahora es importante que el gobierno lo comunique adecuadamente para gente aprecie el cambio.
- post it
El año pasado el fiscal anticorrupción Juan Salazar estuvo a punto de llevar tras las rejas al alcalde Antonio Villalobos; de hecho logró que por varios meses recluyeran en el penal de Atlacholoaya a su director de protección civil
Las denuncias que presentará el gobierno de José Luis Urióstegui contra la administración pasada llegarán a la oficina de Juan Salazar y nuevamente el fiscal tendrá a ese sujeto en su cancha; la diferencia es que Villalobos ya no es alcalde, ni tiene amigos que le puedan ayudarle a resolver este tema por la vía política.
A ver qué hace el fiscal Salazar con las denuncias.
- redes sociales
La posibilidad de que en Morelos los partidos estén obligados a postular a una mujer como candidata a la gubernatura existe, pero no es sencilla; hay que analizar las nueve gubernaturas en disputa y las condiciones como competirá Morena en el 2024 en cada una de ellas para entender en dónde pueden abrirse candidaturas femeninas.
Margarita Saravia ya se pasea en el estado pensando en la sucesión, pero amen de que la puedan postular, necesita hacer crecer mucho (¡pero mucho!) su imagen para poder ser competitiva, porque la sola marca podría no ser suficiente.
Eso y, por supuesto, que la base de Morena no la vea como la candidata del gobernador, igual que sucedió con Jorge Argüelles.
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