Sentencias, sencillez, lenguaje ciudadano y estado de derecho

En opinión de Carlos Iván Arenas Ángeles

Sentencias, sencillez, lenguaje ciudadano y estado de derecho

—¿Qué te pareció mi sermón, Pito Pérez?

—Muy bien, padre […] pero le faltó lo principal para convencer a los fieles: el latín, que es lo único que hace llorar en el templo a los piadosos oyentes.

—Es cierto, Pito, pero ya no recuerdo las citas de los Santos Padres de la Iglesia.

—Yo puedo servirle en eso y en otras muchas cosas, padre —le dije, con el afán de conquistármelo. Verá usted: le apuntaré las oraciones en latín, usted se las aprende y las suelta en los sermones, sin pedir permiso al Señor Sacramentado, en lugar de usar esas palabras tan duras que acaba de proferir.

—Te diré: sólo los domingos hablo así, porque es el día que bajan los rancheros a misa y no entienden de otra manera.

—Ahí está el chiste, padre, que no le entiendan para que piensen que es usted un sabio. Los médicos también llaman a las enfermedades con sus nombres científicos delante de los dolientes, porque si les dieran sus nombres vulgares, los enfermos se atenderían solos, con infusiones de malvas o con ladrillos calientes[1].

 

Lo anterior es un extracto de la obra La Vida Inútil de Pito Pérez, y aunque parezca chiste, diariamente se emiten resoluciones en los Tribunales mexicanos similares a los sermones del padre Pureco (el interlocutor de Pito Pérez): abigarradas, con lenguaje oscuro, tecnicismos, contradicciones internas y externas, y transcripciones que no hacen más que llenar ese vacío del que en la sustancia adolecen.

 

Esto es contrario a los principios que rigen la democracia y vulnera el derecho de acceso a una justicia efectiva, queridos lectores.

 

En toda democracia se debe garantizar la posibilidad de conocer las decisiones de nuestras autoridades y para conocer algo hay que entenderlo, pues tal como Pito Pérez sugiere al padre Pureco, los discursos en latín que claramente son incomprensibles para el parroquiano promedio, bien pasan por –quizá- técnicos en tanto incomprensibles, pero en su mayoría adolecen de contenido o incluso de sentido. Entonces, en realidad quizá no dicen nada y no resuelven nada, por ende, nuestra sociedad en realidad no termina de entender qué están haciendo nuestras autoridades en tanto la información al respecto es oscura, por ende no es efectiva la garantía de acceso a la información propia de los estados democráticos.

 

También, las partes de un pleito legal tienen derecho a que se resuelva su problema de forma efectiva y comprensible, de otra manera se irán de los Juzgados con un legajo de papeles –una sentencia- que en algunos casos ni sus abogados entienden y por ende con muy pocos deseos de recurrir a nuestra –muchas veces desprestigiada- justicia mexicana. Esto, claramente no permite un acceso a una justicia efectiva.

 

En esta ocasión, queridos lectores, les escribo esta misiva para proponer por un lado que nuestras autoridades que lleguen a leer estas letras, tiendan al uso de lenguaje sencillo, simple, mortal y comprensible, en la redacción de sus sentencias y que no obstante se resuelvan de forma completa los problemas que se les planteen.

 

Por otro lado, propongo al foro de personas abogadas que exija a quienes resolvemos asuntos que lo hagamos de forma completa, pero a la vez sencilla y comprensible, porque solo así se garantiza un completo y real acceso a la justicia tanto de las personas justiciables como de la sociedad.  

 

¿Cómo podemos lograr esto? Rompiendo esquemas de antaño, rompiendo paradigmas sobre “cómo se debe redactar una sentencia”, entendiendo que una sentencia no es más que la solución a un problema planteado y que esa solución puede llegar a partir de varios métodos o formas, pero que se debe optar por aquella que de la manera más completa y sencilla –por ende comprensible- resuelva el problema.

 

Es necesario evitar el uso de tecnicismos, y si por necesidad se debe recurrir a estos, hay que explicarlos; de ahí la necesidad de audiencias de explicación de sentencias en los sistemas jurídicos de corte oral[2], para lograr que las partes entiendan completamente lo que se está resolviendo.

 

Este rompimiento de paradigmas implica expandir horizontes. Estamos en pleno 2022, época en el que el uso de las tecnologías es inevitable, cotidiano y hasta necesario en tanto que son herramientas que facilitan el devenir de la acelerada vida diaria[3]. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ya usa, por ejemplo, códigos QR para facilitar que las tesis que se emitan, sean fácilmente consultadas con los móviles. ¿Por qué no incorporar esos códigos al cuerpo de nuestras sentencias cuando citemos jurisprudencia? De esta forma los justiciables, con solo abrir la cámara de su teléfono –que ya todos tienen uno- pueden acceder de inmediato a la tesis en cuestión.

 

También, en ocasiones será mucho más fácil esquematizar información abundante y repetitiva que plasmarla toda atiborrada en un monumental párrafo de varias páginas[4]. Recurramos a este tipo de esquemas, a cuadros, tablas y demás formas de graficar la información que facilitan su comprensión.

 

Porque graficar información facilita su comprensión. Si no me creen, pregúntenle a las personas estadistas, pedagogas, promotoras de ventas y hasta políticas. Entonces, si los gráficos hacen la información más comprensible y por ende accesible, ¿por qué no usar gráficas en las resoluciones? Todo es posible, siempre que se facilite el entendimiento de las resoluciones y no se comprometa la resolución completa de todo lo que se plantea.

 

Por último, también propongo el uso de párrafos cortos pero con ideas completas que hagan sencilla la comprensión lectora, dejemos atrás esos kilométricos párrafos que solo logran hacer que se pierda la idea principal. Setenta u ochenta palabras por párrafo son suficientes en la mayoría de los casos.

 

Esta tarea no es sencilla, porque lo verdaderamente difícil siempre es hacer sencillo lo complicado y no al revés. No obstante vale la pena, es un esfuerzo que las autoridades debemos hacer porque justamente nos debemos laboralmente a las sociedades, y a las sociedades beneficiamos con este tipo de evoluciones.

 

Hasta aquí: “Justicia y Libertad”.

 

Carlos Iván Arenas Ángeles.

Magistrado y Director de la Escuela Judicial

TSJ Morelos.

 

 

[1] ROMERO, J.R. “La Vida Inútil de Pito Pérez”. México, Porrúa, 1938. pp. 69 y 70.

[2] Así lo ordena nuestra Constitución Federal en su artículo 17.

[3] Al respecto, debemos considerar que, por ejemplo, el acceso a internet es un derecho humano ya reconocido y su vulneración implica que quien no pueda acceder a él, se encuentra en franca desventaja y por ende en desigualdad para acceder a información, oportunidades, a su libre desarrollo de la personalidad, etcétera.

[4] Este tipo de prácticas son completamente antipedagógicas y pueden llegar a perder a la mejor de las personas lectoras.