Secreto a voces - La tragedia no puede pasar desapercibido para la humanidad…
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
Lo que vivimos ha sido una pandemia en términos de su amplitud e impacto en organismo biológico de la población mundial. Es también una catástrofe, debido a que su impacto no solamente ha afectado al cuerpo humano sino también ha provocado un impensable daño a la economía de los países y de las familias. Pero es sobre todo una tragedia, lo es porque aparte de un efecto en el cuerpo como pandemia, la economía general y familiar como catástrofe, también ha cuestionado a fondo, desde sus raíces, los cimientos sobre los que se ha levantado la actual sociedad industrial: ha puesto en tela de juicio sus valores, normas, reglas y su filosofía del progreso y manera de concebir la vida en este planeta. Esto no puede pasar desapercibido para la humanidad.
Lo que ahora vivimos no es solamente una pandemia. Lo que vivimos ahora es una catástrofe del sistema actual de la sociedad industrial. Lo que hemos visto es que la sociedad industrial fue rebasada y no tuvo respuesta ante este fenómeno ni en términos previsibles, comprensivos ni técnicos, ni tiene una respuesta adecuada para el futuro no lejano sino inmediato. No existe tecnología para combatir la pandemia, los hospitales en el mundo fueron rebasados por las peticiones de atención de los contagiados por el virus que originó la pandemia. Las medidas que se tomaron fueron en general, sobre todo el Europa y Estados Unidos, tardías. El concepto de predicción de la ciencia de la actual se extravió, no se tuvo ni idea de lo que anunciaban los fenómenos que antecedieron a la catástrofe o no quisieron darse cuenta de ello.
Lo anterior debe comprenderse porque lo que ha ocurrido y que representa un parteaguas de la humanidad, un punto y aparte, no puede valorarse con los instrumentos con que cuenta hasta el momento la humanidad. Se ha demostrado en la vida práctica que no son útiles ya ni técnica ni humanamente hablando. Debe ocurrir un cambio de paradigma, reconstruir nuestra cosmovisión. Una visión como salida técnica (la vacuna) para lo que se viene estará mañana o en dos años, pero puede no ser útil no sólo por razones de costo sino porque detrás de un fenómeno como la actual pandemia, puede llegar otro fenómeno que tenga o no tenga que ver con lo ocurrido en el pasado, porque el futuro se ha convertido en algo incomprensible, impredecible para la ciencia actual ante un mundo caótico.
¿De qué estamos hablado? De que no puede la humanidad contentarse con salir del confinamiento y seguir la vida como si nada hubiera ocurrido, porque lo que ha pasado no tiene medida en la historia de la humanidad, aunque muchos le quieren encontrar un paralelo en hechos y acontecimientos del pasado. No, lo que ha ocurrido es algo nuevo, insólito, que no había ocurrido nunca. Y así se debe valorar, porque querer medir lo que nos ha ocurrido con hechos del pasado es actuar de manera ciega, ajustando nuestro presente a un pasado que no era ni es igual a nuestro presente. Lo nuevo es nuevo y como tal debe valorarse, las comparaciones con el pasado únicamente nos pueden llevar a diluir la tragedia de lo ocurrido y desactivar nuestras reacciones ante nuestro presente.
Lo que hemos visto durante el curso de la actual pandemia es la disputa entre las naciones por agenciarse, a la mala como dicen en mi pueblo, aquellos recursos que le permitió a cada uno de los gobiernos “mejorar” las condiciones de atención a la población contagiada por el SARS-CoV2. Los valores que se promueven de solidaridad entre las naciones, fue sustituido por el sálvese el que pueda, salvo los excepcionales casos de Cuba, China y en menor medida Rusia. El FMI, trató e intenta todavía dejar su huella alargando la tragedia, presionando a las naciones para que acepten créditos que más tarde se traducirán en sacrificios para la población de los países que aceptan o “voluntariamente” adquieren créditos inducidos por sus élites políticas locales. Lo anterior, sólo por mencionar algunos casos de crisis de los valores de occidente.
Los gobiernos actualmente, y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la cabeza, buscan afanosamente una vacuna contra la epidemia, lo cual es correcto por supuesto. Pero esta misma institución y los gobiernos que participan de este propósito a todas luces lógico y comprensible, lo que hacen es responder a cuestiones que tienen que ver con aspectos técnicos, en lugar de enfocarse a las causas de fondo de la pandemia: el deterioro del medio ambiente, el calentamiento global, el uso de materiales que debilitan la capa de ozono, la producción industrial y los vehículos automotores que liberan dióxido de carbono que se acumula en las capas que cubren la tierra, las mercancías que igual emiten sustancias contaminantes como los aerosoles, pilas, uso de unicel, plásticos, la explotación de recursos fósiles, entre otros. Si esto no se detiene el éxito de la vacuna será momentáneo porque vendrán nuevos hechos ya no como pandemias sino como tragedias.
Ahora existe un legítimo interés por una vacuna, pero a la par una disputa a muerte entre los gobiernos de algunas naciones y las empresas que controlan los laboratorios por encontrar la cura. Los propietarios de la industria química que manejan los más importantes laboratorios del mundo, se frotan las manos por encontrar la fórmula que les dejará ganancias millonarias en todo el mundo. Bajo esa lógica, sin ética ni principios de ningún tipo, las naciones buscan robar a otras los avances logrados en materia de conocimientos sobre la vacuna. Aunque poco se ha aclarado al respecto, algunos científicos fueron detenidos y desaparecidos, otros muertos, sin que se ofrezca una explicación al respecto por lo menos con la misma insistencia con la que los medios tratan otros temas.
El apresuramiento de algunas naciones por levantar el confinamiento mundial, y haciendo abstracción por el momento de las medidas de distanciamiento que continuarán ante lo que se ha llamado nueva realidad que en realidad no es nueva sino una réplica del pasado, se están llevando a cabo más en respuesta a las necesidades económicas del modelo de producción industrial y sus intereses de reproducción de las ganancias, que pensando en la vida de las personas. El problema que ello representa es que tales medidas se toman sin una reflexión de los gobiernos acerca de lo que ha ocurrido; o, mejor dicho, bajo una visión falsa pero común que coincide en que la pandemia se debió a un virus cuyas consecuencias ya se han logrado eludir. Pero esto no es así, al recuperar la producción industrial, se está de nueva cuenta alimentando aquellas condiciones que provocaron la pandemia, la catástrofe y la tragedia humana.
El desconfinamiento, la vacuna y el regreso a la producción y la vida normalizada, es el regreso a las condiciones que provocaron la tragedia actual. La cuestión es, parafraseando a Spinoza, por qué mujeres y hombres regresan a las condiciones de la tragedia como si regresaran al camino que les garantizaría la vida… ¿Se necesitará un martillo para romper los tímpanos y que escuchen? (Nietzsche).