¡Ay Rosalina!
En opinión de Víctor Iván Saucedo
En el momento en el que el PRI Morelos agoniza lenta y dolorosamente, la posición de Rosalina Mazari debió ser la punta de lanza para una reconciliación ciudadana y una reconstrucción de las formas y estilos del partido en Morelos.
Su experiencia, su perfil serio, su prudencia y su arrastre electoral, parecía ser una de las cartas más fuertes del tricolor y la obligaba a asumir un papel de liderazgo al interior del partido.
Su llegada por la vía plurinominal a un Congreso local con diputados con menor experiencia que ella indicaba que tendría un liderazgo político importante en uno de los tres Poderes del Estado y conduciría con dignidad a un bastante desprestigiado Legislativo.
Todo quedó en hipótesis, Rosalina rápidamente se desentendió del partido, se asumió como una diputada alineada a la mano del Gobernador, pactó espacios para sus familiares, desatendió a la militancia y lo que ésta deseaba o esperaba de su legisladora, y recientemente se ha vuelto inmiscuida en sendas acusaciones de parte de sus compañeros Diputados donde la acusan de encubrir por “dolo o neglicencia” a servidores públicos que tienen imputaciones ante la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización; para hablar claro, se le acusa de encubrimiento a personajes vinculados con actos irregulares (por no decirles corruptos) a través de la aprobación de cuentas públicas vía la Comisión de Hacienda que preside en el Congreso local y la omisión en la publicación de dictámenes contundentes que permitan ejercer acciones legales contra los involucrados.
Por otro lado, personal que integra el Sindicato Único de Trabajadores del Poder Legislativo del Estado de Morelos denuncian haber sufrido amenazas, hostigamiento laboral, advierten que la legisladora los habría amenzado vía mensajes de texto.
Desconozco si ambas afirmaciones son ciertas o se trata de algún tema de guerra sucia al interior del Congreso; lo que es un hecho es que la imagen de Rosalina ha cambiado, se ha alejado de sus principios, se ha mimetizado con el tóxico entorno que comparte, ha perdido su luz y en paralelo ha seguido mancillando la ya de por sí agraviada imagen del PRI en Morelos.
Pero el problema no es Rosalina, hoy ella es el ejemplo pero en el pasado hubo muchos y en todos los insitutos políticos que solo recuerdan a su partido cuando hay definiciones de candidaturas y después lo olvidan, se conducen con excesos, ambición desmedida, filias, fobias y soberbia. Ese es el verdadero cáncer de los partidos, la militancia golondrina que se avecina cuando le conviene y después observa a su partido como un lastre para dar rienda suelta a su codicia.
Es imposible en este tema, obviar la poca calidad del Presidente del PRI Morelos de exigirle cuentas a la Diputada Rosalina Mazari; seamos claros, Alberto Martínez no cuestiona a Rosalina por dos razones, la primera por su falta de legitimidad, autoridad moral y fortaleza política al interior del partido y la segunda por los exabruptos que él cometió durante su paso por el Congreso local en la legislatura anterior (políticos, económicos y etílicos).
Ese es el problema de tener un hombre así en la presidencia, sus hechos no le permiten construir hacia delante y por ende los militantes en cargos de dirigencia o de elección popular no sienten el mínimo respeto por el partido y su dirigente, y naturalmente no tienen un ápice de compromiso con la ideología y postulados del partido, simplemente se conducen en base a sus emociones y pulsiones y en muchos casos como el que nos ocupa hoy, con resultados desastrozos para una trayectoria impecable como la que tenía Rosalina.
Y luego se preguntan ¿por qué el PRI está como está?, ¿por qué la militancia se aleja?, ¿por qué muchos valoran por congruencia renunciar al partido?
Lo peor es que es más fácil que yo tenga consecuencias por esta columna que los aludidos. Así de mal está la autocrítica en el tricolor y su proceso de hojalatería y pintura, porque de renovación no tiene nada.