Repaso - EL CHINELO: ORIGEN Y REVUELO
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
La presidente municipal de Atlatlahucan, Alma Delia Reyes Linares, de origen panista, tomó la decisión de darle la bienvenida a los visitantes con la remodelación de un arco en el que aparece la leyenda: “La cuna del chinelo”.
En la nota informativa difundida ampliamente, se afirma lo siguiente:
“Respecto al tema del arco, se realizó el trabajo de rehabilitación, dándole una mejor vista e imagen a quienes visitan nuestro pueblo; además se le dio mantenimiento a las jardineras, guarniciones, plantas y letras de bienvenida, para darle mayor impacto a esta obra que sin duda hoy nos da identidad como “La Cuna del Chinelo”
Esa “atribución” causó enojo y revuelo entre quienes defienden históricamente que el origen de dicha manifestación cultural, considerada actualmente como bien patrimonial de todos los morelenses orgullosos de sus raíces, corresponde al municipio de Atlatlahucan.
Entre las reacciones al boletín que dio cuenta de esa y otras obras, a cuya inauguración asistió el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco Bravo, advierto arranques emocionales polarizados. A la alcaldesa algunos la estigmatizan de lo lindo. Al presunto gobernador no lo bajan de ignorante.
Ese suceso, pues, dimensiona el celo que al respecto se tiene por la figura del chinelo. El historiador y experto en cuestiones archivísticas, León Acosta, por cierto desaprovechado aquí ante la indolencia de diversas autoridades, me hizo llegar desde Jalapa, Veracruz, en donde coordina un riguroso trabajo de rescate, clasificación y ordenamiento documental del transcurrir educativo de aquella entidad hermana, un documento fechado el 5 de febrero de 1926, del que se infiere, es la evidencia más antigua que se tiene de las fiestas que se organizaban en el carnaval desde aquellos tiempos, en la que el alcalde y los regidores de Tlayacapan advertían a los ciudadanos sobre la prohibición de excesos durante las fiestas y fandangos organizados.
Por su parte, Alejando Ortiz Padilla, autor del libro “Una aproximación al origen del chinelo: su danza y su música”, da por hecho que fue en Tlayacapan donde dio inicio el coloquialmente conocido como “el brinco”. Aporta, entre otros argumentos, un documento fechado el 7 de febrero de 1872 y firmado por el presidente municipal de Tlayacapan, Antonio Ortiz y Arvizu. En ese texto se advierte que el baile del chinelo surgió al amparo de las injusticias sufridas por aquellos que estaban sometidos al autoritarismo de los caciques o hacendados. Fue, pues, una reacción popular en la que se mofaban de sus opresores. Por ello sentenciaban a los “irreverentes”:
“Ha tenido noticia cierta esta Jefatura, de que en esta población se está disponiendo una cuadrilla por el próximo carnaval, ridiculizando a varios personajes de respetabilidad y con vituperio a la Religión Católica, provocando con esto una alarma de los personajes de juicio y criterio; por lo que provengo a U. expida oportunamente el Reglamento a que deben de sujetarse esas Cuadrillas y a las Religiones toleradas o a sus dignidades, bajo las penas o multas a los infractores que U. estimen oportunas.”
Los especialistas arriba citados no mencionan en lo absoluto al municipio de Atlatlahucan, creado en 1932, si bien antes era una ayudantía dentro de la circunscripción de Tlayacapan y ello complica el análisis del diferendo.
Infortunadamente no tengo espacio para abundar en el tema. No obstante, está claro que el revuelo provocado es resultado del orgullo, de la identidad y el sentido de pertenencia que experimentan los pobladores de aquella región acerca de la fiesta del chinelo y sus implicaciones.
Será interesante saber algo más de lo que por allá se polemiza. Y, desde luego, darle su lugar a los fundadores de ese jolgorio carnavalesco, pero también entender que como bien patrimonial morelense, ya nos pertenece a todos quienes abrevamos en la cultura y tradición locales para experimentarnos con un rostro y corazón apegados a este cielo y este terruño.
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