Serpientes y escaleras - Huitzilac

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Huitzilac

Otro grave hecho de violencia en Hutzilac. Es la primera vez que ocurre algo así en Morelos.

 

Huitzilac

Lo ocurrido la noche del sábado en el municipio de Hutzilac marca un antes y un después en la historia de violencia que se ha apoderado de Morelos desde hace varios años. La masacre contra un grupo de personas que se encontraban dentro de un negocio fue distinta a lo que habíamos visto, esta ocasión el ataque no fue dirigido hacia alguien, fue contra todas las personas que se encontraban en el lugar y el saldo es terrible. Los grupos criminales operan en total impunidad desde hace mucho tiempo y las autoridades están rebasadas. La pregunta que hacemos todos en este momento es ¿Se pondrán peor las cosas?

Sin pruebas, pero sin dudas, la expresión generalizada es que conforme se acerque el día de las elecciones la violencia se recrudecerá en el estado y en el país; quienes lo afirman no aportan argumentos sólidos, pero lo hacen con absoluta certeza de que el clima político para que ello suceda es propicio, empezando por el hecho de que las autoridades no hacen nada y el gobernador interino es de chocolate.

A nivel nacional la situación es caótica: hace unos días se superó por tres el récord del día más violento en la historia de México, establecido en esta misma administración, varios candidatos en campaña han sido víctimas de atentados, algunos han perdido la vida, otros se han retirado de la contienda y los que continúan en el proceso lo hacen a sabiendas del riesgo que corre su vida.

“No hay más violencia, hay más homicidios porque hay menos robos y secuestros que en sexenios anteriores” afirma el presidente Andrés Manuel López Obrador desde su conferencia mañanera con la certeza que le da tener “otros datos”, sus propios datos.

Pero lo que ocurre es inocultable: el gobierno en sus tres niveles ha sido rebasado por los grupos criminales, la Guardia Nacional no ha servido para mejorar la situación y la salida del ejército de los cuarteles ha estado más enfocada en la construcción de las obras y proyectos del gobierno que en la atención del problema de violencia que golpea a todas las entidades del territorio nacional.

En Morelos el clima de inseguridad y violencia comenzó a agravarse en el sexenio de Jorge Carrillo Olea, cuando se multiplicaron los secuestros y resultó que estos se planeaban desde las oficinas de la procuraduría estatal. Las complicidades continuaron con el panista de Sergio Estrada Cajigal, quien nombró a un torturador como jefe de la policía ministerial y lo presumía en todos lados como “el mejor policía de México”; a la mitad de su sexenio Agustín Montiel y su brazo derecho fueron detenidos por la administración federal, también panista, por proteger a grupos del narcotráfico.

La llegada de Marco Adame Castillo, un hombre de fe, serio y ajeno a escándalos parecía la salida a la crisis, pero no fue así: el médico resultó ser un hombre sin carácter, dominado por su esposa, sometido por su familia, que permitió que a su alrededor crecieran grupos de poder que dieron entrada a cárteles de la droga. Las crisis en esa administración fueron múltiples y de todo tipo, pero se volvieron insostenibles cuando su secretario de seguridad fue capturado por el gobierno federal acusado de brindar protección al cártel de los Beltrán Leyva. Al ser detenido por elementos federales trascendió que el exsecretario tenía anotado en su teléfono los números de cuenta bancarios del gobernador.

La de Graco Ramírez fue una historia de terror de principio a fin: prometió pacificar el estado en 18 meses y contrario a ello lo que su gobierno provocó fue que una tercera parte del territorio estatal quedara en manos de grupos delictivos. La situación en esa administración escaló a niveles que no habíamos visto, al grado que 14 de los (en ese momento) 33 presidentes municipales de Morelos eran extorsionados por grupos criminales y tenían que pagar “piso” y otorgarles obra pública y contratos para no ser asesinados. Esta información, por cierto, la proporcionó públicamente el comisionado de seguridad estatal Alberto Capella.

El actual no ha sido un régimen color de rosa: empezando por el desinterés del gobernador y la autonomía absoluta del comisionado de seguridad, nombrado directamente por la federación; a lo largo de cinco años hemos visto como el clima de inseguridad se incrementa y los hechos de violencia se multiplican en el territorio. Nadie en Morelos está seguro, las agresiones ocurren todos los días, contra cualquier persona y a toda hora sin que los encargados de la prevención o la persecución del delito se preocupen, siquiera, por explicar lo que sucede.

Pero lo que pasó el sábado por la noche en el municipio fronterizo de Hutzilac es distinto a todo lo que hemos visto: las grabaciones de una cámara de seguridad muestran como dos vehículos se detienen frente a un negocio y comienzan a disparar con armas largas contra todos los parroquianos sin distingo, algo que no había ocurrido antes en la entidad. Un día antes tres personas fueron ejecutadas en el poblado de Santa María, en ese mismo municipio y antes se registró otro enfrentamiento armado.

Los morelenses nos hemos acostumbrados a vivir entre violencia y sobre todo a que cualquier cosa que suceda, por grave que sea, quedará en completa impunidad; no importa si la víctima es un comerciante o un empresario, un periodista o un catedrático, una diputada, un regidor o un servidor público, al final la historia se cuenta por algunas horas hasta que ocurre la siguiente tragedia. Y las investigaciones de la fiscalía siempre duermen el sueño de los justos.

La matanza de Huizilac debe observarse de manera distinta a lo que hemos visto con anterioridad, porque aunque en muchos casos hablamos de víctimas fatales, es la primera vez que la agresión se da de esta manera, contra todos, sin importar lastimar inocentes. Si esa es la nueva forma de operar de los grupos criminales, ya nadie está seguro en ningún lado porque cualquier cosa puede suceder en el futuro y siempre los hechos quedarán en impunidad.

La pregunta aplica ¿Se pondrán peor las cosas conforme se acerque la elección?

·         posdata

La contienda por la gubernatura entró a una fase determinante y riesgosa para las candidatas. Lo que hagan en las siguientes dos semanas será clave en el resultado de la elección y cada decisión que tomen sus equipos puede incidir en el voto de la gente.

Por supuesto no hablo del discurso que todos los días lanzan en todos lados, ni las giras que hacen a lo largo del territorio, me refiero a la parte que no se ve, cuya responsabilidad recae en los equipos y las acciones que oficialmente no se hacen, pero forman parte de las estrategias.

En los últimos días la guerra sucia se incrementó en todos lados, las redes sociales se volvieron lodazal, con historias turbias, verdades a medias y mentiras totales. Las acusaciones van de un lado a otro, la frontera de lo personal se borró y quienes tienen a cargo estas acciones dejaron de lado cualquier escrúpulo.

No hay razones para pensar que los días venideros serán distintos, por el contrario, la lógica es que el ambiente se recrudecerá y continuaremos viendo como la guerra sucia en las redes sociales y la violencia en las calles se lleva la nota de las campañas.

Paradójicamente este tipo de acciones ya no impactan tanto en la gente porque se han vulgarizado, se utilizan en exceso y es fácil ver cuando se trata de infundios. Lo delicado viene cuando las historias son reales, cuando hay pruebas de las acusaciones y elementos que validan lo que se dice, como el caso del exgobernador Sergio Estrada, señalado por agredir mujeres y sujeto a proceso legal por ello.

El problema de las campañas es que el odio que siembran se queda, crece y se transforma en un pleito permanente, así ha sucedido en los últimos cinco sexenios, por eso aunque las campañas terminan y un nuevo gobierno empieza, la lucha de poder se prolonga a lo largo del sexenio.

Avivar el encono y utilizar la violencia como herramienta es fácil; el problema es que a partir de ahí la pelea se vuelve eterna.

·         nota

El panorama para el exgobernador Sergio Estrada Cajigal se complica luego de que autoridades de Quintana Roo lo vincularon a proceso por haber golpeado a su expareja. Él niega haber agredido a la dama, pero su historia de vida dice lo contrario: durante su gobierno trascendió que golpeó a su esposa Mónica Bartning, razón por la que ella solicitó el divorcio y se fue del estado con sus hijos, también agredió a su siguiente esposa Maica Borbolla y ahora lo acusa de lo mismo una exnovia.

Otras damas con quien se vinculó sentimentalmente lo han señalado por lo mismo, aunque se reservaron el derecho de proceder penalmente, como ya sucedió en dos casos.

Estrada Cajigal afirma que se trata de un ataque político, que le tratan de sacar dinero y que “en su momento” mostrará las pruebas de que lo que afirman es falso. El momento es ahora, porque el tema va más allá de una contienda electoral, estamos hablando de su nombre, del apellido de su familia, de acciones que ponen en entredicho su honor y lastiman a sus hijos. ¿Por qué esperar?

El juicio social ya condenó a Sergio Estrada porque su historia de vida hace creíbles las acusaciones y su silencio parece una aceptación tácita.

Lo peor es que no es la única figura de la oposición morelense señalada por este tipo de cosas, ni tampoco el único caso que hay del lado del FAM.

·         post it

Siempre es importante estudiar y conocer la historia porque se repite. Es el caso: como gobernador Sergio Estrada Cajigal puso las manos al fuego por Agustín Montiel, su jefe de la policía ministerial. Y se quemó.

Ahora el PAN mete las manos al fuego por Sergio Estrada. A ver si no se queman.

·         redes sociales

Le llueve sobre mojado al frente. La guerra sucia es una cosa, pero otra muy distinta es cuando existen elementos de prueba y acciones legales en proceso.

El caso de Sergio Estrada Cajigal es una clara muestra de ello.

Lucía Meza está haciendo todo para ganar la elección, es una buena candidata que poco se ha equivocado en este proceso. Lo que pega ahora es la gente que la rodea.  

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