Punto Kairo - Inclusión educativa
En opinión de Juan Salvador Nambo
¿Qué implica para ti “ser docente”? Puedes usar ilustraciones, audios, videos, memes, cualquier material que te ayude a dar a conocer ese ser ¿Cómo están establecidas las relaciones entre profesor y estudiante? Ahí podemos encontrar relaciones de poder, amistad, formas de violencia, ejemplos de vida.
Este fue el ejercicio con el que Rodolfo Cruz Badillo, académico de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), comenzó a involucrarnos con el término de Inclusión Educativa durante un curso con profesores de la Universidad Pedagógica Nacional. Irremediablemente, el ejercicio te lleva a tu experiencia como Docente, así como también a la forma como otros profesores habían afectado tu vida de alguna forma.
En lo particular afirmé que ese ser docente era un divulgador científico y tenía a la mano diversos ejemplos que había revisado durante los últimos años, pero sobre todo de aquellos profesores que durante mi formación de licenciatura nos habían dado ejemplos sobre cómo hacer investigación.
Una de estas profesoras decía: “Atrévete hacer lo impensable”. Y recomendaba transitar las calles del Centro de Cuernavaca con una máscara de luchador, tan solo para saber cómo reaccionaban las personas. A esta profesora le importaba poco lo que opinaban de ella tanto sus estudiantes como otros académicos y daba a conocer sus puntos de vista (la mayoría de las veces, acertadas) de manera imponente y casi vociferando. Ella era mi profesora de metodología, reprobé su materia, ahora soy investigador.
Otro profesor que pude recordar en ese momento era un psicólogo que mostraba bastante pasión por su trabajo y al que pude tenerle la suficiente confianza como para pedirle ayuda en alguna crisis existencial. Él nos decía que estar en contacto con el otro era bastante enriquecedor y el contacto con sus historias nos permitía ponernos en perspectiva. Algunos años después de su clase pude visitarlo en el hospital, cuando estaba por fallecer debido al cáncer. No recuerdo si aprobé o no su materia, pero su forma de relacionarse afectivamente con sus alumnos influenció profundamente mi práctica docente.
Rodolfo Cruz Badillo, afirmó que el sentido de lo educativo estaba imbricado en una serie de retos de la formación docente que incide en la reflexividad de la práctica, el conocimiento disciplinar, el saber pedagógico, el dominio metodológico-didáctico y la mediación relacional, pero especialmente en la justicia afectiva.
En el artículo Justicia afectiva: micropolítica y construcción de una habitabilidad escolar, Cruz Badillo afirma que la justicia afectiva refiere a la habilidad hospitalaria del espacio escolar, la separación de la lógica del rendimiento de las diversas formas de ser y estar en el mundo, donde cabe el desacuerdo, el conflicto y la diferencia radical. Construir una micropolítica escolar capaz de hacer esta distinción, favorecerá la afectividad de los estudiantes y, con ello, la oportunidad de sentirse bien recibidos en el espacio escolar.
En este sentido, destaca el académico, una justicia afectiva implicaría no un trabajo de autorregulación emocional o una pobre idea de resiliencia. Una escuela que se digne de atender la diferencia y diversidad debe apostar por reconocer sus contradicciones internas y asegurarse de que, no importando qué tan hábil o competente sea un estudiante, no importando qué tan conflictivo, de entrada, es el proceso educativo al interior de las instituciones, siempre habrá un recibimiento hospitalario, una resolución de los conflictos por medio del diálogo y un reconocimiento a la singularidad y valía de los estudiantes.
Hablar de justicia afectiva, recalca el investigador de la UPAEP, implica recuperar la complejidad del acto educativo y, sobre todo, señalar el papel de la pertinencia y la relevancia de los contenidos, a modo que puedan fijar sentidos en los estudiantes. Sin embargo, dicho acto refiere forzosamente a una serie de relaciones afectivas que se despliegan de forma importante en el proceso de aprendizaje.
“No se niega que los profesores y demás agentes educativos tengan un trato adecuado, de respeto y afectuoso para con todos los estudiantes. No obstante, muchas veces de forma inconsciente, muchas veces dichos afectos son distribuidos de forma desigual”, dedtaca.
Por ejemplo, es una realidad que no todos pueden participar en el homenaje de los lunes como maestros de ceremonias, cargando la bandera, marchando en la escolta. Estos lugares son distinciones para las subjetividades que son reconocidas.
También hay estudiantes que no salen a realizar actividades porque sus padres no han pagado lo acordado, incluso no se les entregan, en las festividades, los detalles elaborados por los profesores, cuando tenían que estar previamente liquidados.
Un ejercicio de justicia afectiva implicaría una revisión a profundidad de las lógicas escolares que, a fuerza de iteración, se han naturalizado en el devenir, haciendo muchas veces imperceptibles las relaciones asimétricas que se producen en la escuela y que legitiman la desigual distribución de los afectos.