Observador político - Cuernavaca, del saqueo impune a la reconstrucción
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
Durante más de una década, Cuernavaca fue víctima de una élite política que confundió el servicio público con un botín personal, por esta razón, la ciudad quedó atrapada en manos de alcaldes improvisados, frívolos y profundamente irresponsables, cuyo mayor mérito fue salir en la foto mientras el municipio se hundía. Lo que padeció la capital morelense no fue una simple mala administración: fue una forma de despojo.
CUAUH Y LOBO, LOS SEÑALADOS.- Los gobiernos de Cuauhtémoc Blanco y Antonio Villalobos Adán -símbolos del oportunismo disfrazado de liderazgo- dejaron una estela de abandono: crisis de seguridad, ausencia total de obra pública, despidos masivos de personal sindicalizado, herencia de deudas impagables y una violencia institucional que alcanzó incluso a empleados y jubilados, a quienes se les negó lo más básico: su salario. En esos años, la gente tuvo que tomar calles, avenidas y hasta autopistas para exigir lo mínimo: agua, seguridad, trato digno. La ciudad estuvo secuestrada no por la ciudadanía, sino por quienes deberían haberla servido.
Resulta indispensable nombrar el problema: la corrupción que se institucionalizó en esas dos administraciones particularmente, esa lógica que se utilizó a diestra y siniestra en casi todas las áreas y que provocó una reducción de un Ayuntamiento fuerte a un cascarón ya que, mientras el recurso público se diluía en gasto corriente, relaciones públicas y clientelismo, fue la que gobernó Cuernavaca. Y sus consecuencias las pagó el pueblo: precariedad, desigualdad e incertidumbre cotidiana.
1ER INFORME DE JOSÉ LUIS URIÓSTEGUI.- Hoy, con José Luis Urióstegui, la ciudad vive un momento distinto. No es un gobierno perfecto ni uno que haya resuelto todos los problemas, pero sí uno que -según lo que se ha informado y se tiene la percepción por sus hechos- ha emprendido un reordenamiento financiero y una recuperación institucional que contrasta con la catástrofe previa. La estabilización de las finanzas y la reorientación de recursos hacia obras y programas sociales han permitido reducir tensiones y empezar a reconstruir la confianza quebrada durante años.
El Primer Informe de Gobierno de su segunda administración, que se presentará el próximo 10 de diciembre, destaca de manera particular la atención de los problemas más sensibles que se tienen entre la población, y cuyos resultados son tangibles sobre todo en lo relacionado a contar con: agua garantizada, obra pública útil, seguridad real y servicios dignos.
De acuerdo a lo que se ha anunciado, el informe destacará la continuidad de una línea de disciplina financiera y programas que buscan mejorar la calidad de vida en colonias y comunidades.
Queda claro que la reconstrucción de Cuernavaca no es un logro aislado ni un destino asegurado, para nada, es más bien un proceso que necesita vigilancia ciudadana, participación social y un enfoque profundamente democrático. Porque lo que destruyeron años de corrupción no se arregla con un solo informe, pero sí puede empezar a revertirse con gobiernos que entienden que la política no es espectáculo, sino servicio.
La ciudadanía merece saber qué se ha avanzado, pero también qué falta y cómo se va a lograr. La transparencia, la crítica y la organización social siguen siendo fundamentales para evitar que Cuernavaca vuelva a caer en manos de quienes trataron al municipio como si fuera su propiedad privada.
Ojalá este informe sea un recordatorio de que las ciudades se defienden desde abajo, y que ningún gobierno puede olvidar que su mandato proviene del pueblo… y que cómo el actual, responde ante él.
GOBERNADORA DE TERRITORIO.- Durante décadas, Morelos fue el ejemplo más claro de cómo la frivolidad gubernamental puede convertirse en política pública. Administraciones indolentes, obsesionadas con la foto y el negocio fácil, dejaron que la violencia echara raíces profundas mientras la corrupción florecía a la sombra de la impunidad. Hoy, en medio de una situación heredada y compleja, el nuevo gobierno estatal intenta reconstruir lo que otros dilapidaron sin pudor.
La gobernadora de territorio, Margarita González Saravia, ha optado por lo que muchos mandatarios olvidan apenas asumen el cargo: caminar el estado, escuchar a la gente y reconocer que ningún escritorio -ni siquiera el del poder- sustituye el contacto real con quienes padecen la inseguridad. Ese vínculo directo no es un gesto simbólico; es una postura política que reivindica el espíritu de la Cuarta Transformación: gobernar desde abajo, desde los territorios y no desde los privilegios.
González Saravia reafirmó su compromiso de trabajar de la mano con el Gobierno de México y con los diferentes órdenes de gobierno para garantizar la tranquilidad de la población. Pero más importante aún, dejó claro que Morelos no seguirá improvisando en materia de seguridad, sino que se alinea con la Estrategia Nacional impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo: atender las causas, coordinar instituciones y apostar por inteligencia e investigación, no por las viejas recetas militaristas que tanto daño han hecho.
INICIATIVA CUAUTLA.- Decir que Morelos lleva un 96 % de avance en la integración tecnológica con los municipios no es poca cosa en un estado históricamente rezagado. El blindaje digital —siempre que esté acompañado de supervisión ciudadana y no se convierta en una herramienta de espionaje político como en los gobiernos pasados— puede ser un paso importante para evitar la expansión del crimen organizado.
Sin embargo, la tecnología no basta por sí sola. El reto, desde una perspectiva crítica de izquierda, es asegurar que todo este despliegue no se quede en un anuncio vistoso. La seguridad debe ser comunitaria, con inversión social real, con la reconstrucción del tejido barrial y con programas que no sólo contengan la violencia, sino que la prevengan atacando las desigualdades que la alimentan.
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Gerardo Suarez Dorantes

