México y la pandemia, de un siglo a esta parte
En opinión de Carlos Morales Cuevas
Quien no conoce la historia, es incapaz de entender la realidad; es una sentencia comúnmente dicha, casi siempre con la intención precisamente de que nos acerquemos a “nuestras raíces”. En estos días en que se viven tiempos de covid-19, podemos cavilar un poco en aquellos momentos en que México, estando en plena “revolución”, era azotado por una de las pandemias más graves que ha padecido la humanidad. La llamada gripe española (posiblemente una mutación de la influenza porcina) de 1918, la cual mató en el planeta, en sólo dos años, a aproximadamente 60 millones de personas (hay quien afirma que fueron cerca de 100 millones), una cifra que, por ejemplo, superó por mucho el número de muertos en combate de la primera guerra mundial, 9.2 millones; o, los 15.9 millones de caídos en la segunda gran guerra.
En abril de 1918, como consecuencia de la lucha armada que se vivía, la miseria abundaba y la Ciudad de México estaba desolada; a eso vino a sumarse la “rara gripe” que; viniendo desde Europa, había llegado al país a través del ejército estadounidense que había desembarcado por aquellos días en Tamaulipas. El mortal virus fue tratado con aspirinas y los enfermos por aquella influenza eran aislados y muchas veces morían en total soledad y abandono. La gripe española cobro 300 mil vidas en México; sólo en Coahuila hubo 21 mil muertos, 20 mil en Sonora, 5 mil en Puebla… el gobierno de Venustiano Carranza negó la emergencia sanitaria; aunque en la capital hubo toque de queda, se prohibieron los besos y, la Ciudad fue rociada con desinfectantes. Se cerraron fronteras, se pararon trenes y barcos…
Por cierto, la palabra influenza viene del italiano y significa influencia, dado que, por allá de los siglos XVII y XVIII, algunos estudiosos de la época creían que esta enfermedad venía justamente de la influencia de las estrellas; mientras que otros pensaban que era causada por la influencia del frío.
En fin ¿a qué viene todo esto?, simplemente a recordar que esta no es la primera vez (y lamentablemente tampoco la última) que padecemos algo así; sin embargo, la pandemia por covid-19 sí es la crisis de salud global más rápida conocida hasta ahora; la globalización del transporte y del turismo, aunado a la deficiencia de los sistemas de salud pública nacionales y globales, ha hecho que se maximice su contagio y, por ende, su letalidad.
A dos meses de la llegada del covid-19 a México, se ha prolongado la cuarentena (por lo pronto) hasta el 30 de mayo. El país tiene ya unos 12 mil casos confirmados y más de mil muertos y, estamos ante una aceleración de contagios, por lo que las cifras ascienden rápidamente. El presidente Andrés Manuel López Obrador, intenta no cometer el mismo error que el gobierno de Estados Unidos y mantener algún equilibrio entre salud y economía.
Frente a lo anterior, debemos tener presente que, México tiene un déficit importante en cuanto a número de trabajadores de la salud, ya que de los 3,4 médicos que el país debería tener por cada mil habitantes, sólo cuenta con 1,6; actualmente se intenta combatir esto con el programa de reclutamiento, que pretende contratar a 6,600 médicos y a 12,300 enfermeras. Además, se han firmado convenios con nosocomios privados, los cuales aportan ahora 3, 115 camas para atender a enfermos por el nuevo coronavirus, sin que los pacientes tengan que pagar los altísimos costos de la atención médica particular.
Al hablar del combate al nuevo coronavirus en México, se ha vuelto casi inevitable hablar de quien lleva la batuta y, mediáticamente, gran parte de la población ha convertido en “héroe nacional”, el Dr. Hugo López-Gatell Ramírez.
Por aquellas mismas fechas de la gripe española, en 1919, el sociólogo alemán Max Weber, dictó un par de conferencias que se publicaron en un texto titulado “El político y el científico”; traigo esto a colación debido a que, en México, en medio de esta pandemia, vivimos un fenómeno relacionado a las teorías de Weber: el fenómeno López-Gatell.
Hace unos años, durante “la dictadura perfecta” del PRI, o durante la transición con el PAN, incluyendo la farsa de la “guerra contra el narcotráfico” o, con el regreso a Los Pinos del partido tricolor con su candidato de telenovela; el representante de cualquier dependencia gubernamental, repasaba algunas líneas para salir a cuadro y dar alguna explicación sobre el fenómeno en curso y, ahí terminaba el asunto; ya que, generalmente el secretario o titular ni entendía bien a bien de qué se trataba aquello. Ahora, parece que las cosas han cambiado, el Dr. Hugo López-Gatell, es el científico, el experto que sale todos los días a explicar a la población el fenómeno que ahora padecemos y que es específico de su campo de estudio.
Verbigracia; lo sucedido el fin de semana pasado, en el que Javier Alatorre, conductor del noticiario estelar de Televisión Azteca, tildó de “irrelevantes” los datos de López-Gatell e hizo abiertamente un llamado a la población a “ya no hacerle caso” al actual subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud; arrojó un resultado de apoyo masivo al Dr. Sobre todo, en redes sociales, de una población que en él ha encontrado un nuevo “caudillo”, como lo llamaría Weber. Y es que, más allá del carisma, facilidad de palabra, o incluso, si es o no guapo (como afirman algunas personas); “lo que hoy nos interesa es (…) la dominación producida por la entrega de los sometidos al ‘carisma’ puramente personal del ‘caudillo’. En ella arraiga, en su expresión más alta, la idea de vocación. La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra”.
En su discurso, Weber también decía: “‘¿cómo podría yo demostrar que soy algo más que un simple especialista?’ Es esta una actitud muy generalizada que indefectiblemente empequeñece y que rebaja a aquel que tal pregunta se hace, mientras que, por el contrario, la entrega a una causa y sólo a ella eleva a quien así obra hasta la altura y dignidad de la causa misma. También en este punto ocurre lo mismo al científico y al artista”. Luego entonces, López-Gatell, sin proponérselo, en medio de un escenario que obviamente no planeó, explica la pandemia una y otra vez, en términos técnicos y especializados, dándose licencia de bromear, de ser captado comiendo en cualquier puestecito de la calle, de sonreír y; con todo ello, ganarse la simpatía de la población mexicana. Además, a diferencia de los “funcionarios” de otros sexenios que salían a dar la cara una o dos veces, como mencionábamos antes; el experto en salud pública, egresado de la Universidad Johns Hopkins, ¡no está pidiendo votos ni mendigando un puesto de trabajo!, un punto más a su favor.
Algunos otros enemigos del “caudillo”, como Jaime Bonilla o Enrique Alfaro, gobernadores de Baja California y de Jalisco respectivamente, tampoco han hecho mella en la popularidad del científico, intelectual que ha sabido jugar bien su papel y que, lejos de virar violentamente contra Alatorre, Bonilla o cualquier otro personaje del mismo estilo; recibió de manera explícita el apoyo total del presidente de la república, y se dio el lujo de decir al respecto: “lo tomo no como un apoyo a una persona de nombre Hugo López-Gatell, sino el apoyo a que la conducción de esta epidemia sea con bases científicas, con bases técnicas, con integridad y con este espíritu de unidad que es el que necesitamos”.
Cuando todo esto pase, habrá que ver qué pasa con los pasos de López-Gatell; que, si bien no son Los pasos de López de Jorge Ibargüengoitia, sí son lo pasos del científico que se mueve en la política, igual que en su hábitat natural.