Secreto a voces - Bajarle a la huella ecológica, clave para combatir pandemias

En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz

Secreto a voces - Bajarle a la huella ecológica, clave para combatir pandemias

Es importante conocer qué es la huella ecológica en estos momentos. Las soluciones de carácter técnico que existen para solucionar la pandemia del Coronavirus se enfocan a medidas inmediatas de carácter técnico del problema, lo cual no está mal por supuesto. Sin embargo, una solución integral del fenómeno implica mirar otros escenarios en los que el tema de las pandemias debe incrustarse. Comprender la huella ecológica es fundamental para encontrar salida efectiva humana, global y de largo plazo. Para ello es importante comprender tres conceptos: huella ecológica, biocapacidad, equilibrio ecológico.

La huella ecológica es la cantidad o espacio que requiere cualquier ser humano para reproducir los bienes necesarios para vivir o reproducirse (principalmente tierra y agua) y, asimismo, para que los desechos ocasionados por la producción y consumo puedan ser absorbidos sin causar un daño al planeta (Uzqueta, citado por Róger Castillo Martínez, en: “Algunos aspectos de la huella ecológica”, revista Inter Sedes número 40). En la actualidad la huella ecológica por individuo es superior a la media que se requiere, lo que implica una serie de impactos en aquellos factores con los cuales se mide la huella ecológica y, por tanto, al planeta y sus recursos finitos.

De acuerdo a la SEMARNAT: “La huella ecológica es un indicador para conocer el grado de impacto de la sociedad sobre el ambiente. El concepto fue propuesto en 1996 por William Rees y Malthis Wackernagel. Es una herramienta para determinar cuánto espacio terrestre y marino se necesita para producir todos los recursos y bienes que se consumen, así como la superficie para absorber los desechos que se generan, usando la tecnología actual. La huella ecológica de cada ser humano es de 2.7 hectáreas. Sin embargo, nuestro planeta tan sólo es capaz de otorgar a cada uno de sus habitantes cerca de 1.8 hectáreas (WWF2012).  Esta diferencia indica que cada uno de nosotros utiliza más espacio para cubrir sus necesidades de lo que el planeta puede darnos”.

Existe también la huella compuesta para medir el consumo regional o nacional (Mathis Wackernagel, ver: http://www.unescoetxea.org/ext/futuros/es/theme_b/mod09/uncom09t05s01.htm). Otro enfoque de los estudios que mejor se han adaptado para comunidades es el “Metabolismo social”. Es un concepto tomado de la biología, en donde un cuerpo consume determinadas cantidades de energía y desecha otro tanto.

Cada individuo, para calcular la Huella Ecológica dispone de 2.1 hectáreas a nivel global, pero estudios de la UNESCO consideró en sus valoraciones que, efectivamente, compartimos el espacio con otros seres vivos. Infelizmente, como el que parte y reparte es el ser humano, se ha considerado absurdamente el que las personas pueden disponer de 1.8 hectáreas (Mathis Wackernagel, ver: http://www.unescoetxea.org/ext/futuros/es/theme_b/mod09/uncom09t05s01.htm). Digo absurdamente, porque como ha mostrado la actual pandemia, en cuanto una parte de la humanidad ha quedado recluida en sus casas, hasta los bisontes americanos han empezado a ocupar espacios que le fueron previamente arrebatados. Y ya no digamos, los fenómenos que se han presentado en Venecia y Europa, Estados Unidos y México.

Para calcular la huella ecológica se utilizan en general, seis factores. La tierra de cultivo para producir los alimentos; la tierra de pastoreo para la producción de carne; las zonas de pesca, que producen pescado; bosques, de los que se toma energía y otros bienes; suelo urbanizado, en donde se construyen las casas y la infraestructura citadina; el carbono (ver Tobasura Acuña, Isaías. (2008). Huella ecológica y biocapacidad: indicadores biofísicos para la gestión ambiental. El caso de Manizales Colombia. Revista Luna Azul, núm. 26). La huella ecológica coexiste con el concepto de biocapacidad, que es la cualidad que tiene el planeta para generar recursos de consumo y, a la vez, para procesar la eliminación de los desechos que ocasiona. Cuando la huella ecológica es superior a la biocapacidad de la tierra para producir y eliminar recursos, estamos ante un déficit ecológico, los que nos conduce a un desequilibrio ecológico.

Por supuesto que la huella ecológica se incrementa cuando un país cuenta con una alta densidad de población. En ese sentido: “Los cinco países con la huella ecológica más grande son: China que equivale al 19 por ciento de la huella total de los países del mundo, Estados Unidos que es el 13.7 por ciento, India que es el 7.1 por ciento, Brasil que es el 3.7 por ciento y Rusia que es también el 3.7 por ciento […] En términos de biocapacidad diez países suman el 60 por ciento de la biocapacidad total del planeta: Brasil con el 15.1 por ciento, China con el 11.1 por ciento, Estados Unidos con el 9.6 por ciento, Rusia con el 7.4 por ciento, India con el 4.9 por ciento, Canadá con el 4 por ciento, Indonesia con el 2.6 por ciento, Australia con el 2.5 por ciento, Argentina con el 2.4 por ciento y la República democrática del Congo con el 1.6 por ciento” (https://static.iris.net.co/sostenibilidad/upload/media/2014/10/6/31926/huella-ecologica.html).

 

En el texto Huella ecológica, datos y rostros (2012), editado por la SEMARNAT, se establece un dato muy importante que revela además del impacto que el consumo tiene en el medio ambiente, indica que el consumo y desecho de la energía que en general se consume entre la población del planeta, tiene también características de clase, es decir, no todos consumimos igual y, en ese sentido:  “… la huella ecológica de los mil millones de habitantes más pobres del planeta correspondería aproximadamente al 3 por ciento de la huella total del mundo”. Igualmente, importante: el impacto en la: “pérdida de ecosistemas y de especies de flora y fauna. Ciertamente se ha vulnerado la capacidad biológica de la Tierra, no sólo construyendo cada día más ciudades ambientalmente no sustentables, sino agudizando problemas como la sobreexplotación y el agotamiento de los recursos naturales, la desertificación, la contaminación atmosférica, la escasez de recursos hídricos y el cambio climático, que no resultan ajenos a ningún país”.

Y el tema del COVID 19 no es ajeno a la huella ecológica y la manera en que los humanos contribuyen a los desequilibrios del ecosistema terráqueo por medio de la manera en que se relacionan con el medio ambiente. La visión evolucionista darwiniana estampó en nuestra cultura, y también en parte de la cultura científica, la idea de que en la naturaleza sobrevive el que mejor se adapta a la lucha por la subsistencia. La ecología nos enseña que el desenlace final de la selección natural puede ser el fin de la vida que actualmente conocemos en la tierra, y que la selección natural se sustituye eventualmente por un cataclismo total que implica un proceso de extinción masiva.