Leyes absurdas y decretos ridículos
En opinión de José María Román Román
La legitimidad de un Presidente, Gobernador o legislador tiene su origen en la voluntad del ciudadano.
No obstante que ese principio tiene más de dos mil años, en todas las generaciones ha sido vulnerado, ninguneado, manipulado y burlado hasta el cansancio. México tiene armada toda una tradición desde los inicios de su vida independiente. Con Santana se centralizó el poder con los llamados departamento en lugar de estados y los excesos fueron tales que incluso en ese tiempo se cobraban impuestos hasta por tener ventanas en tu propiedad, producto desde luego de legislaturas sometidas por el ejecutivo en turno o a intereses de grupo. Tenemos la tendencia a escuchar de los políticos la palabrería de “voluntad popular” cuando se trata de alguna elección, siendo ésta la primera en ser vulnerada en la práctica. Todos los partidos de izquierda o derecha, o del centro han sido iguales, desde luego con matices diferentes, pero nadie se salva. AMLO hace lo mismo a la fecha y arremete constantemente y con más vigor que los partidos dominantes anteriores tratando de monopolizar el poder, sobre todo de diputados y senadores. En cierta forma, todos los diputados y senadores en éste nuestro México aprenden desde temprano a ser apéndice del gobernante en turno bajo la amenaza de que lo privan de recursos y lo desechan eliminando su futuro político. Son, por falta de principios y valores éticos unos mercaderes de nuestras voluntades con la única diferencia de que los beneficiarios son únicamente sus personas. Hoy, al igual que ayer son los “Judas modernos de nuestra nación”
Pero la culpa no es de ellos únicamente, sin dejar de serlo en su totalidad: Es nuestra, es del elector: Escogemos a los más guapos. A los más deportistas, a los más populares, a los que nos regalan más con la despensa y el Tinaco, sin saber que nos saldrá terriblemente más caro cuando aprueben leyes o impuestos cuyas consecuencias económicas son mucho más elevadas para el ciudadano que el mísero regalo que no es más que un robo de conciencia que debería prohibirse haciendo obligatorio el voto e imponiendo multas a quien no lo ejercite, pero no tenemos a los mejores. Una vez electos tanto los legisladores como el ciudadano se olvidan mutuamente y los dejamos actuar a su antojo. Es nuestro dilema, es nuestro viacrucis como sociedad, es nuestra queja del desdén con el que nosotros tratamos al que nos hace daño y termina convirtiéndose en un usurero del poder que le hemos entregado.
Están en proceso reformas Constitucionales de fondo para alterar el contenido de la división distrital para crear un absurdo en Morelos: Más distritos. Una soberana idiotez.
Tenemos crisis económica y en el fondo aunque digan otra cosa, quieren los legisladores ahora que pueden, prolongar su permanencia por más tiempo en el poder y para eso se requiere de dos cosas: de aliados y de dinero. Si fueran buenos no requerirían de dinero, como en Estados Unidos que el legislador o cualquier representante popular recurre al apoyo del dinero público de sus simpatizantes y coparticipes de sus ideas de gobierno con los controles legales correspondientes. Para mantener su independencia y verdadera representatividad, se someten a la voluntad del elector que les dice con su voto si valen o no la pena. Aquí chupan cada vez más del dinero de nuestros bolsillos y quieren aliados y para eso inventan los plurinominales que es una de las más grandes burlas de la voluntad popular y de esa forma hacer alianzas perversas que vigilan más sus intereses que el interés público. ¿Quién es el diputado plurinominal si en la boleta no lo elegimos para que vote y emita aprobación de leyes? Entre los dirigentes del partido, bajo formulas perversas disfrazadas de democracia, burlan nuestra voluntad y terminan teniendo mayorías que representan la voluntad de sus partidos y no la voluntad de sus electores. Ya una vez en el poder, se asocian, como viles ladrones donde por cierto cobran caro y a nuestras costillas y votan de acuerdo a la voluntad de los líderes de los partidos políticos, no de nuestra voluntad que jamás es consultada y lo que dicen y aprueban, nos perjudica en lo económico. Es ahí donde al subir, crear o modificar impuestos, nos cobran muy carísimo el tinaco o la despensa. ¿Lo hace el ciudadano por hambre?, ¿lo hace por necesidad? ¿Lo hace por falta de valores que no se inculcan y por carencia de obligaciones que no se imponen en la ley? No, lo hace por todo. Por eso crear más distritos en un absurdo, mas equidad, no necesariamente son los más capaces. Ser hombre o mujer no te da más calidad sino más demagogia y festejamos que haya mitad hombres o mujeres en el poder legislativo, cuando eso no garantiza lo elemental: Una mejor sociedad o mejores líderes.