La Terapia - Reivindicando los placeres culposos

Ana Victoria en Cultura

La Terapia - Reivindicando los placeres culposos

Suena por décima vez la canción “El beso” de MonLaferte en mi carro, aprovecho para cantarla a todo pulmón y espero que por llevar los vidrios arriba nadie se dé cuenta que tengo un episodio de locura al volante.

Lo peor es que cantar a gritos no es el único placer culposo del que disfruto enormemente, si, de esos gustos que adoras hacer, pero te hacen sentir un poco de vergüenza o incluso los niegas frente a la mayoría de la gente y hasta haces cara de burla por quien los admite:Leer una revista de chismes, buscar a tu ex en Internet, escuchar reggaetón, tirarte a ver películas con el kit de triunfadores (papas/coca/chocolates/helado), ver esa serie súper cursi, o comer esas deliciosas botanas llenas de picante que prácticamente vienen en combo con algo para la gastritis.

¿Quién no tiene gustos culposos?

Lo confieso, hasta hace un tiempo tenía una lista de cosas que negaba constantemente, pero en algún punto de la vida decidí relajarme.

Con el paso del tiempo uno va poniendo barreras, empiezas a guardar las apariencias, en cierto punto perdemos un poco esa chispa de la juventud, por el miedo a la opinión de los demás, al ridículo, a la falta de aceptación, etcétera, nos ponemos serios, comenzamos a limitarnos y a juzgar aquello que sale de lo convencional.

Tengo un compañero del trabajo de una generación acostumbrada a imponer únicamente su punto de vista, el cual prácticamente no tiene filtro para nada, hace comentarios de todo tipo y de manera recurrente genera desconcierto a todos en la oficina con su “franqueza”, de pronto me recuerda a esos niños que en medio de una cena familiar explican detalladamente las funciones intestinales del cuerpo humano, sin que la consecuencia sea más que unas risas nerviosas, el niño por la inexperiencia es libre de prejuicios, pero en la etapa adulta el panorama cambia y lo correcto es influenciado por los gustos del entorno en que convives.

Creo firmemente que nuestra breve estancia en este mundo si bien no va hacer que la tierra gire para el lado contrario, sí logrará tocar la vida de otras personas, tanto para bien como para mal. Y si en vez de limitarnos y juzgar a los demás por la imagen o por los hábitos, lográramos sentirnos orgullosos primero que nada de nosotros mismos, con esa mochila llena de virtudes y defectos que nos hace ser únicos y después compartimos esa dinámica con la gente que nos rodea, sería un excelente comienzo ¿no creen?

Después de todo, esos gustos culposos no deben ser tan malos, no es que la prudencia tenga que abandonarnos, pero si nos relajamos, nos reímos más y nos juzgamos menos, la vida fluye de manera más placentera.

¿Cómo encontramos ese equilibrio entre lo socialmente correcto y nuestros placeres culposos? Creo que la regla perfecta seria: Mientras no causemos un daño a nosotros mismos ni a los demás, ¡todo está permitido! y a subirse a la rueda de la fortuna de lo que para cada uno es la felicidad.

 

ana.victoria.lula@gmail.com