Serpientes y escaleras - El solitario de palacio
En opinión de Eolo Pacheco
El poder tiene distintos rostros: la soledad, la opulencia y la desconexión social
El solitario de palacio
En Morelos como en cualquier otro estado o país hay una realidad que se repite cíclicamente, no importa quien ocupe el cargo, de qué partido surja o cuál sea su género: el poder transforma. Y lo hace en muchos sentidos: en lo personal, en lo mental, en lo físico, en lo ideológico y hasta en lo humano. Todos los gobernantes cambian, aunque algunos lo hacen más que otros.
Entre más alto se esté en la pirámide del poder más alejado se vuelve la persona de la realidad; por mucho que se intente ser el mismo, actuar igual y ver el mundo de la misma manera, eso es casi imposible porque la estructura que rodea al poder limita el campo de visión, filtra la información que llega al jefe y vende la idea de que todo marcha de manera correcta.
Varias veces he tenido la oportunidad de estar con gobernadores que generosamente me han permitido conversar y escuchar su visión de las cosas cuando ejercen el poder. También he charlado con algunos de ellos después de que entregaron el cargo, cuando sueltan la responsabilidad y desde fuera, como un ciudadano más, observan el devenir del estado y gobierno. La visión de los hechos rara vez es la misma cuando se ejerce el mando y cuándo ya no.
No importa el personaje ni su partido, su ideología o creencias, cuando se tiene el poder son figuras distintas en visión y actuar, cuando gobiernan y cuando dejan el poder. La forma de ver las cosas siempre es diferente, aunque se trate de la misma persona, porque a unos les llega más información, pero filtrada y los otros observan lo que pasa como la mayoría, sin matices.
Cuando se ocupa la silla de poder la realidad se ve de manera distinta por distintas razones: primero porque se tiene información detallada de cómo y porqué actúan las autoridades y cuáles son los motivos que hacen que las cosas se mueven de cierta manera; su campo de visión en ese punto es superior al de cualquiera, ellos (ellas) saben lo que implica tomar una decisión, dar una orden, lo que cuesta actuar de determinada manera y por qué a veces se dice una cosa y se hace otra.
En la óptica de quien gobierna, la perspectiva no es la misma que la del ciudadano que lucha todos los días por llevar alimento a casa, el que vive la incertidumbre de salir a trabajar sin saber si regresará o el que siente el miedo que provoca la permanente exposición de los hijos y la familia a los ambientes de inseguridad que cada vez hay en más lados.
Sin que el gobernante lo pida (y muchas veces, aunque ordene lo contrario) sus colaboradores le mienten; lo hacen en temas menores y mayores, se trata de una acción natural, humana, de supervivencia, porque a nadie le gustan las malas noticias y nadie quiere dárselas al jefe, porque ello implica desgastar su relación y a veces perder su consideración.
Los mandatarios son figuras que infunden respeto y miedo a la vez, todos quieren quedar bien con ellos, caerles bien y el camino más sencillo para lograrlo es decirle lo que desean escuchar, evitarles noticias que lo incomoden y seguirle la corriente para que encuentre en su interlocutor alguien con quien le da gusto platicar.
La transformación del poder comienza poco a poco y se vuelve imperceptible para quien lo ejerce, porque de pronto todos le siguen la corriente, todos opinan igual, todos celebran sus actos y aplauden sus palabras. A ello se añade un escenario que abona a lo mismo: eventos llenos con gente que aplaude no importa lo que se diga, personas que lo abordarán con el ánimo de saludarlo, tomarse una foto y reiterarle que como él (o ella) no hay nadie mejor.
Ningún gobierno ni persona escapa a esta inercia porque los pocos colaboradores o amigos que se atreven a opinar lo contrario poco a poco van siendo excluidos, replegados y anotados en una lista negra simbólica que los marca como enemigos, lo que consecuentemente les cierra las puertas de todos los que forman parte del primer círculo. La historia lo confirma: los amigos con los que llega la persona no son los mismos con los que termina el mandatario, porque los amigos del gobernador son realmente amigos del poder que representa.
Los últimos cinco gobiernos de Morelos y prácticamente todos los gobernantes del país hacen lo mismo, no importa partido, género o edad; muy rápido comienzan las expresiones de triunfo, sosteniendo que su estado marcha con rumbo firme, hacia un mejor destino, con un gran capitán (capitana) al mando. También se presume un amplio respaldo social, que la crítica proviene de sectores afectados y que los cuestionamientos son financiados por intereses oscuros. Todos dicen lo mismo.
Y luego aparecen las encuestas: los gobiernos contratan sus propios encuestadores y como se trata de una transacción comercial en donde el prestador de servicio entiende las reglas del juego, los números son siempre favorables a quien contrata, porque si la tendencia es opuesta, es más fácil cambiar de analista que modificar las políticas públicas.
El guion del poder está hecho para que quien manda siempre escuche lo que quiere oír y lo que sus colaboradores necesitan que sepa. Incluso en temas delicados como la inseguridad, la corrupción y más recientemente los casos de acoso laboral o sexual, existen filtros que impiden que la información real llegue hasta arriba. En los pocos casos en los que esto llega a suceder, el propio gobernante recurre a un subterfugio que le permite mantener su estabilidad emocional: “Si no hay pruebas, es un chisme”.
Hacia afuera el desafío político de los gobernantes es derrotar a sus opositores, marcar la narrativa pública y sostener la realidad que se vende en los discursos; este camino es cada vez más complejo porque los canales de información y la rapidez como el ciudadano se comunica rebasa a las instituciones, por ello la reacción institucional debe ser muy rápida, muy bien pensada y muchas veces ni así logra contener la opinión pública.
Hacia adentro el reto es otro: evitar los filtros que distorsionan la realidad, los círculos viciosos institucionales que alteran la información y las voces que apuestan por una sola narrativa, la oficial, que mantiene feliz al gobernante y estable a su equipo para que todos hagan lo que quieran, pero que no se sostiene en la opinión pública.
Un fenómeno común en el ejercicio de gobierno es que sus integrantes pierden la dimensión del tiempo y sin pensarlo o decirlo, asumen que el poder es eterno; no se dan cuenta que es justo en ese momento, cuando se ocupa un lugar preponderante en el escenario político, el tiempo suele avanzar más rápido: un día se está en campaña tratando de ganar la elección y en un parpadeo ya pasó el primer año de gobierno y se avecina una nueva elección.
El eterno duelo de quien ejerce el poder es evitar la burbuja, quitar los filtros y no perder la realidad; eso es muy difícil porque se trata del espacio de confort del gobernante: todos le dicen que sí, todos le repiten que van bien, todos le siguen la corriente y todos le aplauden. ¿Por qué alguien querría salirse de esa realidad?
No se trata de minimizar esfuerzos ni avances de una autoridad, de poner un escenario de oscuridad en donde no existe o de encontrar siempre el punto negro en la historia; mucho menos es ignorar que enfrente siempre habrá adversarios políticos que apuestan al fracaso, intereses que chocan con la línea oficial y grupos que pegan tratando de obtener un beneficio.
El punto es entender que un gobernante que se alimenta exclusivamente de información que fomenta sus convicciones, siempre termina gobernando en un espejismo y chocando con una realidad distinta a la que le cuentan.
Una y otra vez el poder se vuelve eco que repite lo que el mandatario quiere escuchar. Cuando eso sucede la distancia con la ciudadanía crece, aunque todos alrededor sigan aplaudiendo.
· posdata
El foro de Ciencia y Tecnología realizado la semana pasada en Morelos colocó a la tierra de Zapata en el escenario internacional; es la primera vez que esa reunión se lleva a cabo fuera de la capital mexicana y una de las pocas de ese nivel que se realizan en un espacio que no sea Kioto, Japón, su sede desde el 2004.
El evento no es cualquier cosa, ni se puede considerar como turismo tecnológico, fue un espacio desde el cual pueden detonarse proyectos productivos muy importantes en el mundo y algunos que tendrían como base el estado de Morelos.
Llevar a cabo el foro en la tierra de Zapata es producto de la capacidad de gestión y cabildeo de la gobernadora Margarita González Saravia, quien ha propuesto públicamente que Morelos se convierta en sede permanente de esta reunión.
En medio de los múltiples problemas cotidianos que vive un estado como el nuestro, el foro destaca como una acción positiva que puede traducirse en inversión, empleos y un cambio de imagen de la entidad.
· nota
La aparición de un anuncio espectacular en donde se invita a las mujeres de Morelos a realizarse un “Aborto Seguro” en las unidades de salud estatales tomó por sorpresa al secretario Mario Ocampo, quien a pregunta expresa de reporteros reconoció que no conocía la campaña, ni estaba enterado del contenido de la publicidad que incluye logotipos del Gobierno de Morelos.
Visiblemente sorprendido, el funcionario cantinfleó y trató de salir del paso de una pregunta simple ¿Cómo ofrecer abortos seguros en los centros de salud oficiales, si este procedimiento aún sigue penalizado en el estado, es decir, llevarlo a cabo representa un acto fuera de la ley?
Es claro que Mario Ocampo está muy lejos de dominar la encomienda que le otorgó la gobernadora, es una figura que constantemente se tropieza con sus palabras, que se equivoca y miente, porque aunque públicamente afirma que las clínicas y hospitales del sistema de salud del estado funcionan de manera correcta, que se cuenta con material de trabajo y dotación completa de medicinas, los reclamos de médicos, trabajadores de salud y usuarios van en sentido contrario; en hospitales como el Parres de Cuernavaca, a veces se tienen que suspender las operaciones por falta de material, insumos y medicinas.
El esfuerzo diario de la gobernadora en todos los ámbitos de su administración es evidente, Margarita González Saravia supervisa personalmente y a detalle muchas cosas, pero de manera natural confía en su equipo y en las versiones que ellos le dan. El caso de salud es un tema delicado, porque a la jefa del ejecutivo le reportan un escenario ideal, cuando en las clínicas, centros de salud y hospitales el panorama es otro muy distinto.
La cantinfleada de Mario Ocampo con el tema del “Aborto Seguro” es anecdótico; lo preocupante es su falta de conocimiento del sector.
Se entiende: el secretario de salud anda más interesado en proyectar a su pareja como candidata a alcaldesa de Puente de Ixtla que en mejorar la atención médica en Morelos.
· post it
En materia de seguridad el alcalde de Cuernavaca y el titular de la SSP opinan lo contrario: el primero dice que las cosas en su municipio no van tan bien como se presume, mientras que el segundo afirma que las estadísticas confirman que están mejor que en el periodo anterior, cuando estaba Alicia Vázquez Luna.
Más allá de lo que percibimos la mayoría de los ciudadanos, lo de fondo es el duelo de opinión de ambos personajes. Es claro que el alcalde no está a gusto con su secretario y las razones son obvias: el secretario Guillermo García Delgado no es gente de Urióstegui, se lo impusieron.
Dato curioso: Urióstegui tiene razón… y Urrutia también.
· redes sociales
¿Puede mejorar la seguridad en un municipio cuando el titular del gobierno no confía en su secretario de seguridad?
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