Juego de Manos - Serpientes y Escaleras

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Serpientes y Escaleras

A dos semanas de que concluyera la Jornada Nacional de Sana Distancia y diera inicio la transición a la nueva normalidad, el peligro que esta pandemia pone sobre la mesa sigue tan vigente como siempre, con un país dividido entre el rojo y el naranja (según el semáforo epidemiológico), las cifras de contagios confirmados cerca de los 150 mil y las defunciones superando las 16 mil. La “nueva” etapa en la que transita nuestro país parece ser lo mismo, pero con diferente nombre.

A los riesgos que implica la transición ordenada a una nueva forma de vida, se le debe agregar un alto grado de incertidumbre y contradicción en las altas esferas de la administración pública nacional. Incoherencias que no son nuevas, pero que se agudizan con la entrada a una “nueva normalidad” que, o no se acordó previamente o no se llegó a un consenso durante su planeación. Vamos por partes.

Si bien, la divergencia entre los puntos de vista del presidente de la República y el Subsecretario de Prevención y Protección de la Salud se han hecho notar durante el transcurso de esta contingencia, hay un par de elementos que son especialmente importantes para ir asimilando lo que viene para México: la transición a la llamada “nueva normalidad” y los riesgos a futuro para el país.

Referente a esta nueva etapa, el subsecretario López-Gatell ha mencionado en repetidas ocasiones la importancia de no relajar las medidas sanitarias, realizar la transición de manera ordenada y seguir los lineamientos señalados por las autoridades de Salud; de lo contrario, correremos el riesgo de llevar al país a un rebrote. En palabras de López-Gatell: “no se ha terminado la epidemia ni se acabará pronto”.

Estos lineamientos son detallados dentro de un semáforo epidemiológico que consta de cuatro colores y determina el nivel de riesgo que existe en las distintas entidades. Al día en que se escribe este texto, el mapa de México se divide entre el rojo, para la zona central y parte del noroeste del país, y el naranja, para la mayoría de los estados aledaños.

Por su parte, el presidente de la República ha hecho un llamado a entrar paulatinamente a la nueva normalidad; y argumentó que debemos perderle el miedo a salir de casa y prepararnos para una transición a la siguiente etapa de la pandemia. Lo anterior, bajo la justificación de que se debe respetar la libertad de las personas (de ahí que no se apliquen medidas coercitivas para imponer el confinamiento) y brindar condiciones para que quienes necesiten volver a sus labores puedan hacerlo con seguridad.

Respecto a los riesgos a futuro, AMLO ha argumentado en reiteradas ocasiones que México ha logrado “domar” a la epidemia y aplanar la curva. “No [habrá rebrote]. Nosotros ya vamos para abajo, en descenso, nos ha llevado tiempo, pero ahí vamos, bajando”, señaló en conferencia de prensa el viernes pasado.

Ahora bien, ¿quién tiene la razón? La respuesta es más complicada de lo que aparenta, pues para llegar a ella debemos alejarnos de juicios bicromáticos y leer la Escala de Grises. Las discrepancias entre los discursos encuentran su raíz en las diferentes agendas que manejan ambos agentes.

Ambos mensajes tienen aciertos y errores. Si bien, es fundamental atender la emergencia sanitaria que nos amenaza a todas y todos quienes vivimos en este y cualquier otro país, abusaríamos de nuestro privilegio al pensar que esta es la única urgencia que necesita atención inmediata.

Las medidas extraordinarias que se han tomado para prevenir los contagios masivos han tenido como consecuencia la pérdida de 1.03 millones de empleos registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en tan solo tres meses. Asimismo, la violencia contra las mujeres se ha agudizado en el confinamiento, problemática que he abordado en otros Juegos y cuya información más reciente señala un incremento de 5.1% en los homicidios dolosos de mujeres en el mes de abril con respecto a marzo, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Y estos son apenas dos de los problemas derivados del combate al COVID-19. Centrarnos en el problema del virus sin prestar atención a sus derivados es limitar nuestra dimensión de la realidad, andar como caballo de calandria.

Por otro lado, el riesgo a futuro relacionado con el rebrote de COVID-19 es muy real y la posibilidad de que ocurra o no está en las manos de las y los ciudadanos —en la medida en que atiendan las recomendaciones sanitarias— y de las autoridades, según la claridad y precisión de las recomendaciones que emitan.

Es importante salir de esta contingencia, no obstante, esta reapertura debe partir de un proceso ordenado con mucha claridad en torno a los roles de cada agente social. La discrepancia en los discursos oficiales incrementa la alta confusión en torno a la transición de la nueva normalidad. Independientemente de las agendas manejadas por cada actor, el gobierno federal debe consensuar sus discursos para disminuir la incertidumbre que vivimos.

 

Por cierto

A través de un video compartido en sus redes sociales, el presidente de la República difundió el Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad, documento con el que pretende aconsejar a las personas durante su paso a la nueva normalidad. En cerca de 15 minutos se abordan temáticas que van desde el seguimiento de las medidas de prevención de contagio hasta los caminos espirituales.

Dentro de estos 10 mandamientos, podemos encontrar: el mantenernos informados de las disposiciones sanitarias, promover la cultura de la prevención y cuidar de nosotros mediante la sana alimentación, el ejercicio y el optimismo, elementos fundamentales para sobrevivir a escenarios de estrés y riesgo elevados. Asimismo, señala la importancia de rechazar el egoísmo, el individualismo, el consumismo y la discriminación, defender el derecho a la naturaleza y seguir un ideal o camino espiritual.

Si bien este pareciera más un sermón de domingo que un manual de actuación frente al COVID y la nueva normalidad, este enlace entre las acciones públicas y valores morales/religiosos/ideológicos no es nuevo; puesto que ha formado parte de la línea discursiva de AMLO desde la campaña. El cristianismo, la moral y la bondad (a conveniencia) son parte fundamental de la narrativa política del presidente.

No obstante, en este caso, se tocan puntos importantes para la construcción de una “nueva normalidad”, más allá del lavado de manos y los cumpleaños en Zoom. El combate a la discriminación, el cuidado del medio ambiente y el cuidado de la salud (física y mental) son elementos que deberíamos adoptar en nuestro día a día para construir un país mejor a partir de los errores cometidos en el pasado.

A pesar de que la forma de este mensaje enciende focos rojos, debemos ver este decálogo con ojos críticos para poder interpretar el contenido sin juicios de valor. Del mismo modo, es importante que se implementen políticas públicas que reactiven la economía e incentiven la creación de nuevos empleos. Es tarea del presidente asumir un liderazgo simbólico que aborde problemáticas que atentan contra la integridad de miles de personas, como la discriminación y el impacto medioambiental.

No obstante el acierto que es incorporar el combate a estas problemáticas en la transición a una nueva etapa, este discurso no es suficiente. Señalar la importancia de alejarnos de la discriminación (mientras se niega la dimensión que la violencia contra las mujeres alcanza en el país) o el valor de proteger al medio ambiente (mientras se apuesta por combustibles fósiles y tecnologías en camino a la obsolescencia) es un juego de Serpientes y Escaleras sin fin.

 

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