La algarabía de sorprendernos

En opinión de Lorena Elizabeth Castillo

La algarabía de sorprendernos

El final de la escuela secundaria y el transcurso del bachillerato coinciden con el final de la adolescencia y el inicio de la juventud. Es la etapa en que las y los adolescentes comienzan a captar en forma amplia y con sentido crítico al mundo y a las personas; empiezan a tomar decisiones que serán fundamentales en su vida adulta.

El recordatorio viene al caso porque el pasado martes 23 de mayo celebramos el Días de Las y Los Estudiantes, por lo que, en el mismo sentido en que revisamos en el artículo de la semana pasada (Gajes del oficio de enseñar, 18/05/’23), la razón de ser de la enseñanza, desde el enfoque de los docentes, hoy lo hacemos desde la perspectiva de los educandos.

Para dicha perspectiva contamos con una herramienta metodológica que es el

“Aprendizaje centrado en el alumno”, el cual consiste en la planificación de la enseñanza y su evaluación, fundamentadas en las necesidades y habilidades de las y los estudiantes.

El aprendizaje centrado en alumnas y alumnos tiene como propósito convertirlos de receptores pasivos de información y practicantes de la memorización mecanizada y sin visión crítica, en participantes activos en su propio proceso de descubrimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. En otras palabras, lo que aprenden los estudiantes, cómo lo aprenden y el procedimiento por el cual es evaluado su aprendizaje depende de las necesidades y habilidades de cada uno de ellos y ellas.

Por citar tan sólo dos ejemplos -surgidos de nuestra experiencia frente a grupo, desde los niveles básico, medio superior, superior y posgrado-, el hábito de la lectura de textos escolares y académicos, recreativos y críticos, junto al dominio de los recursos de las Tecnologías de la Información en la Educación (TIE), conforman un bagaje de conocimientos imprescindibles para la maduración emocional e intelectual de alumnas y alumnos.

A nivel del sistema educativo y en las comunidades escolares y académicas, lo anterior requiere de implementar laboriosas prácticas de planificación curricular, pedagogía y métodos de evaluación que respalden un enfoque, precisamente, centrado en el estudiante. Pero el esfuerzo vale, no la pena, sino la alegría…

La algarabía y optimismo de compartir el entusiasmo de cada estudiante, con sus propias rebeldías y aceptación razonada de la disciplina en el estudio y los crecientes retos de la juventud, los cuales les preparan para las trascendentales determinaciones que tomarán en la vida adulta.

El reto de la enseñanza centrada en alumnas y alumnos radica en que, como adultos, tenemos la oportunidad de actualizar nuestra capacidad de sorprendernos ante las maravillas de este mundo y, sobre todo, no perder la inconformidad y rebeldía ante sus vigentes y lacerantes injusticias.