Itinerario Hacia La Escritura - Educación para la transformación
Alejandro Cruz Solano en Cultura
No es lo mismo mirar el mundo anclado a las creencias que mirarlo despojándose de ellas.
La modernidad, un concepto en discusión en la filosofía y las ciencias sociales han creado un estilo de vida donde la realidad se convierte hoy en lo que se denomina mundo objetivo, mundo creado por la razón y el mundo subjetivo, centrado en la persona.
Entre lo objetivo y lo subjetivo se establece una relación que nos permite “conocer”, producir saberes. Entonces decimos, yo sé, yo conozco, yo pienso.
Esta producción de saberes está encargada de manera decisiva a una institución llamada escuela. Con ello la escuela configura una producción de conocimientos con los que nos vamos identificando a través de los discursos de la racionalidad. La educación opera así, para erradicar la ignorancia, conocer el mundo, encontrará respuestas a los problemas subyacentes a la naturaleza del conocimiento y comprenderlo.
Entonces educamos para formar entes racionales. Sin embargo, a la hora de enfrentarnos a la realidad nos hemos dado cuenta que hemos educado de la cintura para arriba y vivimos bajo un estilo de autómatas que van y vienen en el mundo aportando novedades al conocimiento pero no a la novedad de que hacemos con los grandes problemas humanos, como la pérdida de valores, el incremento de la violencia, la tasa cada vez más alta de suicidios en jóvenes.
Me parece que el problema está centrado precisamente en esa relación donde la persona se relaciona con el mundo y ese acercamiento es mirado o decimos, tiene una mirada como cosa. La enseñanza del humanismo debe orientar a romper con los modelos de racionalidad cuando esta se aproxime al conocimiento sobre la persona humana. Mirar al otro, como prójimo, próximo a mí; mirarlo como algo diferente y al mismo tiempo igual, nos obliga a abandonar esa postura de verlo como cosa, como objeto de conocimiento.
El acercamiento al otro nos aproxima a verlo como totalidad, es decir, como un ser humano integral, afectivo, social, cognitivo, etcétera. La educación tiene que volver a los humanistas y discutir su posición frente a la persona, la educación debe desarrollar una visión emancipadora que fundamente el diálogo como principio fundamental que nos lleve a los terrenos de la intimidad del otro para reconocerlo como persona, como ser, como hermano.
La modernidad ha fragmentado todo el sentido relacional y mutilado los saberes, por eso, con mucha razón Haber más alguna vez definió la escuela como el lugar de la racionalización instrumental, es decir, lugar donde se escinde al sujeto para convertirlo en un instrumento de la razón.
Hoy la persona humana avanza en la periferia del sin sentido debido a que, está más llena de los productos de su razón como la tecnología, que de humanidad ante el dolor. Pareciera que el drama humano solo puede recorrer la ruta de su propia humanidad en el dolor insensato cuando este es colectivo, como la guerra.
La publicación reciente de la Revista Proceso sobre la Gran Guerra de 1914 demuestra esta solidaridad en el frente de batalla, cuando en la navidad de 1914 los soldados enemigos se daban una tregua y juntos podían compartir en sus trincheras no solo sus asuntos familiares, sino además intercambiar obsequios, esta aproximación entre enemigos nos habla de la humanidad en medio de la bestialidad de lo que significa una guerra, hoy, la educación, nos tiene que llevar a esa parte del sufrimiento humano, para no cometer o perderse en el sin sentido del corazón humano, que finalmente es, lo que cada día estamos mirando en el mundo con la pérdida irreparable de muchos jóvenes y niños.
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