Escala de Grises - Nosotras

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Nosotras

El 8 de marzo se ha convertido en uno de los días más importantes para el movimiento feminista. Lo que antes era considerado el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en años recientes se ha convertido en un día de lucha, visibilización de la violencia, protestas y resistencia.

 

A nivel internacional se realizan eventos para la conmemoración del #8M y México no es la excepción. En gran parte del territorio nacional se lanzaron convocatorias para marchar o realizar algún tipo de actividad con las mujeres como protagonistas. Como cada año, las protestas se organizaron desde semanas antes, con el fin de que cada manifestación sea segura para las asistentes.

 

Esa prioridad no coincide con las que tienen las autoridades. En la Ciudad de México, como es costumbre, se optó por proteger los edificios de gobierno y monumentos que se encuentran en el Centro Histórico y Reforma; dos puntos clave para la marcha organizada por colectivas, mujeres feministas, familiares de víctimas y sobrevivientes de violencia de género.

 

El Palacio Nacional se resguardó con vallas de diferentes tamaños. Del mismo modo, en días anteriores, algunos elementos de seguridad realizaron simulacros de contención de multitudes, situación que (desde este lugar) no podemos considerar una coincidencia. Y es que, a pesar de los actos performativos por parte de las Ateneas como el del año pasado, la represión en la CDMX durante las protestas feministas se ha vuelto una regla.

 

Estas agresiones han motivado el desarrollo de protocolos y medidas de seguridad que se difunden en plataformas digitales con el único objetivo de que las asistentes estén seguras en todo momento. Por ejemplo, las mujeres que salen a marchar en contra de la violencia de género y la impunidad saben que deben escribir en su antebrazo, con tinta indeleble, su nombre completo, tipo de sangre y teléfono de contacto en caso de emergencia.

 

Otra de las recomendaciones, además de no separarse del contingente, es enviar la ubicación en tiempo real (antes, durante y después de la marcha) a algún contacto de confianza. En la lista, también aparece retirar cualquier tipo de pañuelos, listones, maquillaje o elementos que hagan alusión a la marcha por seguridad. ¿No le parece sorprendente?

 

Las mujeres han [hemos] optado por desarrollar estrategias de cuidado porque el gobierno, el Estado, continúa demostrándonos que no puede garantizarnos seguridad. Y, aún así, después de años de visibilizar el problema, de hablar sobre el tema y de levantar el puño para exigir justicia, la preocupación principal sigue siendo cuidar la integridad de los edificios.

 

La situación parece un resumen casi exacto de lo que ocurre en el país entero, sea o no sea 8 de marzo. La negligencia por parte de las autoridades para atender y prevenir la violencia de género continúa y para muestra bastan las cifras de feminicidio. En México, todos los días, son asesinadas de 10 a 11 mujeres por el simple hecho de serlo.

 

Como si eso no fuera suficiente, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, más del 70% de las mujeres mayores de 15 años han experimentado al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida. Con esa realidad, ¿cómo hablamos de justicia? ¿Cómo la nombramos, siquiera? ¿En dónde la buscamos?

 

Las denuncias formales, los pliegos petitorios, los diálogos, los comunicados y las protestas pacíficas no han sido suficientes para visibilizar la gravedad del panorama al que nos enfrentamos las mujeres en el país. Entonces, ¿cuáles son las alternativas? ¿Cuáles son las formas correctas de expresar el hartazgo, el miedo y la impotencia?

 

Psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación son solo algunos tipos de violencias a las que las mujeres se enfrentan desde sus primeros años de vida y que están normalizadas gracias a un sistema patriarcal y machista; un sistema que se refuerza todos los días. Por eso marchamos.

 

A pesar de los intentos por parte de las autoridades, la estructura se mantiene. No hay capacitaciones ni protocolos con perspectiva de género. Las fiscalías continúan criminalizando a las víctimas y haciendo caso omiso de sus denuncias. La impunidad en el 98% de los casos se mantiene. Por eso gritamos.

 

¿Cuántas víctimas de feminicidio más bastarán para que los tres niveles de gobierno empiecen por generar políticas públicas que atiendan la violencia de género? Un problema que, por cierto, no solo es de seguridad, sino de salud, de educación, de economía y de la esfera que se le ocurra. Un problema sistemático que nos atraviesa a todas.

 

Nosotras

 

El uso de la primera persona del plural (nosotras) ha sido criticada por diversas razones en la lucha feminista. Sin embargo, desde esta trinchera, lejos de una revictimización, se usará únicamente para visibilizar dos cosas: la posibilidad y las exigencias. La posibilidad que tenemos todas las mujeres de ser víctimas de violencia y las exigencias que hacemos a las autoridades con el objetivo de, algún día, poder sentirnos a salvo.

 

Ya lo dijo Jimena González. “Estamos aquí por la rabia, por el amor, por el hartazgo. Estamos juntas porque los animales que son presas siempre andan en manada. Y esta manada ya no tiene miedo. Ni de los lobos. Ni de los leones. Ni de los peores depredadores. Porque ya nos han quitado todo”.

 

Nos queremos libres. Libres de caminar por las calles, sin importar la hora que sea, con la certeza de que regresaremos a nuestras casas. Libres de decidir sobre nuestro propio cuerpo. Libres de manifestarnos de todas las formas posibles hasta que nos escuchen. Libres de la violencia estructural que atestiguamos todos los días. Libres de miedo.

 

Nos queremos seguras. Seguras de poder ocupar espacios sin ser violentadas.Seguras en nuestras casas, en nuestros trabajos y en cualquier espacio. Seguras de que llegará la justicia para las víctimas. Seguras de que podremos borrar lo indeleble de la palabra impunidad en la Historia (con mayúscula).

 

Nos queremos vivas. Vivas para poder seguir luchando por aquellas a las que les arrebataron la vida y siguen sin obtener justicia. Vivas para recordar sus nombres y levantar el puño con rabia. Vivas para poder seguir cuidándonos. Vivas para construir una realidad en donde no quepa la violencia.

 

No tenemos miedo, seguimos resistiendo:

arendy.avalos@gmail.com

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