Escala de Grises - Ausencia

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Ausencia

María Fernanda Contreras, una mujer de 27 años, decidió salir una tarde en compañía de sus amigos. Tras un par de horas, la egresada del Tecnológico de Monterrey avisó a su familia que se dirigía hacia Apodaca (área industrial de la zona metropolitana) para acompañar a un amigo que deseaba comprar un automóvil.

A las 8:52 de la noche del 3 de abril, María Fernanda le avisó a su mamá que ya iba de regreso a casa. Sin embargo, luego de unas horas, la preocupación inundó a la familia Contreras Ruiz, pues la joven no llegó a su destino. La mañana del día siguiente, el padre de María Fernanda acudió a presentar una denuncia por desaparición.

Con la intención de que las autoridades tuvieran toda la información necesaria para localizar a su hija, Luis Carlos Contreras compartió la ubicación en la que el teléfono de María Fernanda había sido localizado por última vez. Ante la ausencia por parte de las fuerzas de seguridad, la familia comenzó a rondar la zona.

Tres días después, elementos de la Fiscalía ingresaron a la vivienda proporcionada por Luis Carlos pocas horas después de la desaparición. Fue en ese mismo lugar donde se halló el cuerpo sin vida de María Fernanda Contreras Ruíz. Luego de realizarse las pruebas periciales pertinentes, se concluyó que la causa de su muerte fue una contusión profunda de cráneo.

Por supuesto, las protestas no se hicieron esperar. Las críticas, además de dirigirse hacia Samuel García (gobernador de Nuevo León), también son destinadas a la Fiscalía estatal por negar el problema de desapariciones en la zona metropolitana, criminalizar a las víctimas y no actuar de manera inmediata.

Un día después de que el cuerpo de María Fernanda fuera localizado, se denunció la desaparición de Debanhi, una joven de 17 años que acudió a una fiesta en el municipio de Escobedo, también en Nuevo León. Según la información que se ha recopilado del caso, la estudiante de derecho iba acompañada de dos amigas, mismas que abandonaron el lugar momentos antes con la promesa de que enviarían a un conductor “de confianza” para que la joven regresara segura a casa.

Debanhi terminó sola en el camino, a un costado de la carretera a Laredo, donde fue fotografiada por última vez. Ante la urgencia de sus familiares y de la sociedad por localizarla con vida, la titular de la Comisión Local para la Búsqueda de Personas desaparecidas, María de la Luz Balderas, informó el inicio de una búsqueda de emergencia.

La información del caso, la ficha de búsqueda y fotografías de Debanhi se han difundido por plataformas sociales como Twitter e Instagram. Fue en esta última donde Samuel García, gobernador de Nuevo León, informó la creación de un grupo especial de búsqueda y de atención a feminicidios.

El pasado lunes, 200 personas se incorporaron para “buscar tanto a las mujeres como a sus violentadores, sin miedo y con todo el peso de la ley”, según el gobernador del estado donde han desaparecido más de 20 mujeres. El grupo especial, además de estar a disposición de la ciudadanía, pertenecerá a la Fiscalía General de Justicia del Estado.

Ante la emergencia estatal [y nacional] que se vive en Nuevo León, también se establecieron acciones como la emisión y difusión oportuna de boletines de búsquedas, una alerta generalizada en las instancias de seguridad y protección civil; así como la disposición por parte de ciertos organismos (Secretaría de Salud, hospitales, Servicio Médico Forense) para brindar información.

Hasta el momento en que se terminó de redactar esta columna, Debanhi Susana Escobar Bazaldua continuaba desaparecida. Mientras las autoridades se enfocan en localizar a la joven, su familia sigue convocando brigadas de búsqueda y difundiendo el caso. Del mismo modo, se ha solicitado que, cualquier información al respecto, sea envidada al correo electrónico busquedadebanhi@gmail.com.

Aunque así parezca, la violencia de género no es un problema que se concentre únicamente en Nuevo León, Querétaro, Morelos o la Ciudad de México. Los feminicidios y las desapariciones de mujeres son delitos que se cometen todos los días en las 32 entidades federativas que conforman nuestro país.

Como si la situación no resultara lo suficientemente grave per se, la negligencia de las autoridades también se ha convertido en un problema; especialmente cuando cada feminicidio, cada desaparición, cada caso de abuso sexual y cada expresión de violencia hacia las mujeres se considera algo “aislado”. No sé usted, pero yo encuentro un hilo conductor tan claro como específico.

Sin embargo, parece que la respuesta más fácil sigue siendo criminalizar a las mujeres que no regresan a casa y a sus familias. La edad, el lugar, la hora, la vestimenta o cualquier característica que pueda ocurrírsele es irrelevante para justificar la violencia de género. Dejar la culpa en manos de las familias y de las mujeres asesinadas o desaparecidas no solo representa una falta de empatía, también una absoluta ausencia de conciencia.

Mientras tanto, en plataformas sociales circulan cada vez más fichas de búsqueda y cada vez más recomendaciones para que las mujeres evitemos ser acosadas, perseguidas, secuestradas, asesinadas. Contamos con protocolos para subirnos a nuestro propio auto o para usar el transporte público, con reglas que debemos seguir para salir de casa, para acudir a alguna fiesta, para ir a trabajar o a realizar las compras y, a pesar de todo, los índices de violencia continúan incrementándose.

Si Samuel García y los gobernadores de cada entidad mexicana acudieran a cada brigada de búsqueda para cada mujer desparecida, no quedaría tiempo para hacer nada más y, aun así, su presencia resultaría insuficiente. Nuevo León ha creado un grupo especial de búsqueda, otros estados han optado por activar la Alerta de Género, la Fiscalía y la Policía cuentan con protocolos especializados en violencia de género y, aun así, los esfuerzos continúan sin ser suficientes.

No estamos todas:

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