El Tercer Ojo - Notas sobre el valor de las encuestas en los ámbitos mediáticos Primera de dos partes
En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara
Estimados lectores que siguen El Tercer Ojo en el Regional del Sur; como hemos sido testigos desde hace ya varios lustros, los medios periodísticos suelen realizar y difundir una serie de notas, “noticias” y encabezados “sustentados” en datos derivados de encuestas que se aplican e interpretan ante diversa circunstancias o eventos.
Entre los sucesos que podemos destacar aquí se encuentran las campañas y procesos electorales, la “aceptación” por la “sociedad en general” de las decisiones políticas tomadas por diferentes personajes o partidos políticos y, ahora más que nunca, las estrategias de afrontamiento de la epidemia y pandemia del Covid-19 por el gobierno de México, así como sus consecuencias dentro de los ámbitos de la educación, economía, política, salud y, dentro de esta última, la salud mental.
Enmarcados en el entorno periodístico podemos mencionar a los “expertos”, opinadores y diversos articulistas que, con base en este tipo de fuentes documentales, expresan opiniones, comentarios y admoniciones que, más que información y análisis, dan fe de posturas ideológicas que denuestan o halagan a personajes o partidos políticos que luchan por ganar el discurso.
Sin embargo, más allá de las opiniones expuestas por tales personajes, parece necesario hacer algunas observaciones sobre la validez y confiabilidad de las encuestas, sobre la naturaleza de las opiniones y las actitudes, y sobre el alcance, a la hora de la interpretación de los datos derivados de tales herramientas, de la información obtenida mediante dicho recurso instrumental.
Antes de abordar estas cuestiones presentaré una muestra ejemplar de lo que señalo; en el diario de circulación nacional El Financiero, se publicó una nota intitulada Ricos o pobres, ¿quiénes están ‘sufriendo’ más la pandemia en la CDMX?, firmado por Alejandro Moreno. El texto que aparece como marquesina subtitular dice a la letra: “El 34% de los capitalinos con ingresos medios y medios altos ha sufrido alguna crisis psicológica, crisis nerviosa o depresión debido a la contingencia del coronavirus” y, además, evidencia la fuente: de acuerdo con la más reciente encuesta de El Financiero Bloomberg (Agosto 18 del 2021).
En la parte metodológica de la encuesta se declara pomposamente: “Metodología: Encuesta en la Ciudad de México realizada vía telefónica a 400 adultos el 6-7 de agosto de 2021. Se hizo un muestreo probabilístico de teléfonos residenciales y celulares en las 16 alcaldías. Con un nivel de confianza de 95%, el margen de error de las estimaciones es de +/-4.9 por ciento”.
Para mostrar gráficamente lo que se afirma, la nota incluye una gráfica que aquí se muestra:
Sin mucho análisis podemos resaltar el hecho de que una encuesta de 400 encuestados, por vía telefónica (celular o línea de hogar), con una única pregunta y con criterios de autodiagnóstico, respondida naturalmente como opinión y no con base en estudios clínicos fundados y sustentables es, para el diario en cuestión y para quien firma la nota, suficiente para atreverse a concluir que “El 34 por ciento de los capitalinos con ingresos medios y medios altos ha sufrido alguna crisis psicológica, crisis nerviosa o depresión debido a la contingencia del coronavirus”.
Esta perla o botón de muestra resalta un proceso de trivialización de las encuestas, de la consideración de las opiniones como recurso de conocimiento de algunos eventos psicosociales y, desde luego, de la derivación de conclusiones que son más bien opiniones ideológicas sobre sucesos determinados que expresa quien escriben o firma el artículo o nota periodística.
Ahora bien, ¿Qué son las encuestas y para qué son útiles?
Tratando de definir pragmáticamente podemos decir que: Las encuestas son instrumentos diseñados y utilizados para obtener información de personas sobre asuntos variados, con fines descriptivos, analíticos y de interpretación, mediante la recolección de opiniones expresadas por las personas encuestadas.
Los datos se obtienen a través de un cuestionario (encuesta) que se presenta a todas y cada una de las personas que se incluyen dentro del grupo o población objetivo para que respondan las preguntas que contiene el instrumento, en igualdad de condiciones, y posteriormente, con procedimientos estadísticos adecuados y pertinentes, organizar la información obtenida y, con base en ésta (los datos organizados) derivar conclusiones que permiten describir, elaborar hipótesis o explicaciones provisionales sobre el objeto de análisis.
Naturalmente que la decisión de diseñar, instrumentar y aplicar una encuesta no depende de la voluntad de quien decide o no servirse de ésta, ésta se funda en un conjunto de criterios metodológicos que sustenten la determinación de su uso, su validez, confiabilidad, así como la validez y confiabilidad de la interpretación de los datos obtenidos y la derivación y alcance de conclusiones.
(En la segunda parte de esta colaboración trataremos las cuestiones relativas a estos últimos puntos, así como el problema de las opiniones y las actitudes en la investigación psicosocial o sociológica).