Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán:

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán:

El Capitán abordaba nuevamente su trasbordador. Había costado mucho trabajo comunicarse con el Gran Almirante. Al parecer había serias preocupaciones sobre un motín entre los Almirantes para reemplazarlo. Era muy difícil poder determinar si las acciones de los terroristas pudieron haber sido evitadas, pero la tragedia ocurrió bajo su tutela. El cerco de seguridad a su alrededor era muy intenso, pasó por tres puestos de control y en el último no sólo lo relevaron de su arma de cargo, también lo cachearon y le hicieron pasar por detectores de diversos tipos. Una vez establecido que no portaba ningún objeto más allá de su uniforme, un cuerpo de oficiales le interrogó a profundidad. Dado que el Capitán no tenía intenciones de comunicar el informe que había preparado a oficiales de menor rango, además de la delicadeza de la información, las sospechas aumentaron. Al final, fue la Teniente la que resolvió la situación. Dado que el mando de las comunicaciones tenía acceso directo a una terminal en la sala del Gran Almirante, ella le hizo conocer que el Capitán tenía un mensaje urgente y estaba retenido en una sala de interrogatorio. La información viajó de un comunicador personal, a otro, a la computadora central de la nave de telecomunicaciones, al nodo central, a la terminal en el escritorio. La estampa en el rostro de los oficiales en la sala de interrogación pasó de sorpresa, decepción, contrariedad, y resignación en pocos segundos. No debe de ser fácil estar llevando a cabo un interrogatorio para la protección del alto mando, y ver al alto mando entrar en la habitación para rescatar al individuo que se está interrogando para la protección de este.

            El informe fue breve, poco menos de una hora más tarde, el Capitán esperaba su trasbordador en un hangar de la nave del mando central. Sus instrucciones fueron regresar a la nave de comunicaciones y colocar un retransmisor en la orilla de la órbita para mantener comunicación con los supervivientes de la nave. La maniobra fue un tanto peligrosa porque se intentó usar un trasbordador para la colocación del retransmisor, con el fin de no acercar innecesariamente la nave de comunicaciones a la gravedad de la Tierra. Afortunadamente el piloto era veterano y el dispositivo fue colocado en el punto más cercano a la órbita sin perderla, obviamente regresando dicha nave sana y salva. Ahora se contaba con información en tiempo real sobre la superficie gracias a que la tripulación de la nave estrellada había establecido un campamento y rescatado infraestructura de comunicación del buque. Esto había sido recibido con gran alegría de todos, incluso los supervivientes. Dado que la nave había aterrizado en el desierto, por ahora no era preocupación el contagio, pero dicha situación podía cambiar de un momento a otro; el Capitán mantenía desplegado el holograma de las imágenes del desierto de entre Níger, Libia y Argelia.

            La actividad en la superficie se había dividido en tres labores principales. Primero, el establecimiento de campamentos para supervivientes, disponer de espacios para triaje, y salvaguardar toda la infraestructura posible de la nave estrellada. El manifiesto de pasajeros comunicaba una población de millones de civiles, todos menores de 40 años, aproximadamente la mitad hombres y la mitad mujeres. La tripulación de la nave y los oficiales contarían otro millón por lo menos, así que las labores no eran poca cosa. El Capitán podía observar en el domo las imágenes captadas por el retransmisor, y poco a poco se veía cómo se levantaban los campamentos alrededor del buque estrellado. Navegante, aleja un poco la cámara, quisiera ver los alrededores de la zona. La nave se encuentra en la reserva de Great Basin, a unos 200 kilómetros al suroeste de Salt Lake City, Capitán. La zona es completamente desértica. El mapa se hizo más grande. Sin embargo, tiene núcleos poblacionales importantes dentro de un radio de 500 kilómetros, se puede apreciar Las Vegas, Los Ángeles, y Sacramento. Requiero telemetría de esas ciudades, despliégalas en el domo.

            Uno a uno fueron apareciendo pequeños hologramas que mostraban moderadamente la misma historia: había millones de supervivientes, de alguna manera habían logrado subsistir, y, aunque no había actividad eléctrica de ninguna naturaleza, los seres parecían desplazarse en grandes grupos, marejadas incluso. La resolución del holograma no permitía determinar grandes detalles, pero era claro que, de todas las ciudades circundantes, grandes contingentes de individuos se desplazaban hacia el buque estrellado. Estarían ahí en poco tiempo, no más de un día. Teniente, genera el reporte, empaqueta los hologramas y directo a la terminal del escritorio del Gran Almirante.

            La cosa en la Tierra no tenía buena pinta. Poco a poco habían podido establecer pequeños e improvisados campamentos a la sombra del buque estrellado, algunas de las instalaciones de éste estaban comenzando a ser rehabilitadas para facilitar las acciones de rescate. El Oficial al mando había ordenado formar un pequeño perímetro alrededor de los campamentos, y escuadrillas de soldados y civiles fueron posicionados en diversos lugares clave a manera de vigías. Era importante mantenerse aislada a la población del buque del resto del mundo. También era preocupante que la población general del buque fuera a huir en estampida, pero el desierto que los rodeaba y el desconocimiento de la ubicación geográfica precisa, al parecer los mantenía a raya. Después de varios días, el Oficial ya no se preocupaba por ello. De pronto sonó la alerta luminosa en el comunicador sujeto a su antebrazo. Avistamiento en uno de los puestos vigía. Se colocó el visor de combate y buscó el identificador del puesto a través del display, estaba casi directamente sobre el campamento que estaba supervisando. Ustedes dos, conmigo.

            Los vigías se habían colocado en la cuenca de una turbina que miraba al noreste, se había colocado un puesto vigía con sendos rifles de francotirador, una batería de morteros, y dos cámaras de larga distancia. Un soldado miraba a través de la cámara, y señalaba con el dedo a la distancia. ¡Ahí vienen, y son bastantes! El Oficial conectó una extensión de su visor a la cámara que usaba el soldado y pudo ver desde su visor la escena. Encienda el audio, corporal. Tras un click, se activaron los micrófonos láser de la cámara, y comenzó a escucharse el viento. El procesamiento de los láseres requería de unos segundos, mientras el corporal terminaba de apuntar la cámara en dirección de lo que había visto.

            Una fila de individuos caminaba hacia el buque. Tenían la apariencia de haber pasado varios veranos bajo el sol del desierto, pero su andar era constante y su dirección bastante decidida. El audio poco a poco comenzó a adquirir volumen y a discernirse del viento. Las personas venían hablando.

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