El Tercer Ojo - ¨ARRESTO DOMICIALIARIO Y DISTANCIAMIENTO FÍSICO¨ ¿QUÉ SIGUE?
En opinión de J. Enrique Alvarez A.
Para muchos de quienes hemos mantenido --a modo de un “Retiro Espiritual Trapense”—un encierro domiciliario y un distanciamiento físico de los otros, impuesto más que por decisión propia –fundada en una “Fe Teresiana o Ingaciana”—, en el miedo a ser fuente o receptor de contagios y, por qué no decirlo, a la muerte inesperada e indeseada, a causa de una enfermedad desconocida hasta ahora; una vez transcurridos 120 días –multiplicado por tres los cuarenta días y cuarenta noches que el Nazareno ayunó antes de marchar al Calvario—y sumada a estas largas horas la promesa de un tiempo más allá de lo imaginado, no hallamos una luz al final del túnel que nos permita vislumbrar, tan solo ello, un sendero a seguir sin saber hacia dónde caminamos.
Montados sobre los corceles de la incertidumbre, de la duda, del desconcierto, no sabemos si apretar el paso y transitar del trotecito lento al galope, y con suma cautela, tratando de atisbar algún rayo de tenue luz que nos permita orientarnos en este maremágnum de confusión, como lo “Amorosos” de Jaime Sabines, buscamos; buscamos porque sabemos que el “amor es la búsqueda perpetua”, no encontramos aún, pero seguimos buscando… Entonces callamos, callamos porque sabemos también que “el amor es el silencio más fino”, sin embargo, no topamos, hasta ahora, con las respuestas precisas a nuestras dudas y como el “Poeta de Barro”, como el “Poeta Prometéico”, blasfemamos y maldecimos, proferimos a grito abierto herejías que nos tornan irredentos y sentimos que nos calcinamos dentro de los fuegos de la duda, del temor, la impiedad, la ira, y cargados con las llamas de la furia miramos a los otros y queremos cargar con todos ellos…
Tratamos de calmar y sosegar los llantos contenidos, intentamos serenar todos y cada unos de nuestros músculos que se encuentran atrapados tras los barrotes del tremor sin sentir que el frío recorre nuestro cuerpo todo, y buscamos el calor de esos otros que no están sentados frente a nosotros, que no pueden dirigir una mirada o una palabra que mitigue esta sensación que nos recorres como sierpe venenosa, inyectando los tóxicos venenos de una pesadilla irrecusable de soledad y ausencia insuperables.
Con los recuerdos vagos que nos transportan a ligares donde se halan otros algunos otros, quizás Charles Bukowski, evocamos aforismos que calman y sosiegan el espíritu: “La gente no necesita amor, lo que necesita es triunfar en una cosa u otra. Puede ser en el amor, pero no es imprescindible”. Entonces bebemos con todas y cada una de sus palabras, chorros de vino o de néctares que nos confirman que allí no encontraremos las respuestas, pero harán que olvidemos algunas preguntas y abrirán el espacio al origen de otras.
¿Qué sigue tras este arresto?
Y comenzamos nuevamente a buscar hacia adelante, dejamos de mirar atrás, por momentos, para concentrar nuestra conciencia en una certeza que parecía perdida entre torbellinos de pensamientos, fantasías, ilusiones o promesas.
“Nada es para siempre”
Así como el Imperio Romano cayó, así como la era de los grandes feudos terminó; así pasará la causa de estas circunstancias que, bien sabemos, transitorias son, como lo es todo en nuestro universo y existencia.
Entonces veremos que la pregunta olvidada era siempre:
¿Qué sigue tras este arresto y esta distancia?
¿Cómo será ese momento del reencuentro entre nosotros, los seres humanos que sabemos que el “un día después” no es una ruptura o una fractura entre el ahora y el mañana?
Porque también sabemos que el “un día después” en nada es semejante al “un día antes” y que la historia se confecciona con retazos de sueños, ilusiones, esperanzas, acciones y compromisos, es que sabemos que las preguntas son fundamentales para construir las respuestas.
Porque sabemos, en fin, que cambiando las preguntas cambiamos las posibles respuestas, quizás, tal vez, hallemos otras manos tendidas que hilarán con nosotros el manto nuevo de esperanza.