El hambre: entre la plaga y la pandemia

En opinión de Carlos Morales Cuevas

El hambre: entre la plaga y la pandemia

 

Aunada a la pandemia por la covid-19, la plaga de langostas se extiende a gran velocidad agravando la crisis alimentaria que vive buena parte del mundo.

Antes de que iniciara la crisis por el SARS-CoV-2, Somalia ya enfrentaba los embates del cambio climático; las sequias primero, las inundaciones después y, para rematar, las langostas habían obligado a mucha gente a abandonar sus hogares; la ONU estimó en aquel entonces que más de 200 mil personas habían padecido la pérdida de sus casas, campos de cultivo y, en general, sus medios de subsistencia. En Somalia y Somalilandia, por ejemplo, Médicos Sin Fronteras han tenido que intentar salvar todas las vidas que les sean posibles desde el inicio de la crisis sanitaria, en medio de la otra crisis que desde entonces ya azotaba el Cuerno de África.

Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); Kenia, Uganda y Sudán, no habían tenido un brote similar de langostas desde hacía 75 años; mientras que en Somalia y Etiopia no se veía nada similar, al menos no en los últimos 25 años.

La plaga de langostas (saltamontes del desierto), que ha afectado grandes extensiones territoriales en África y Asia, hoy golpea fuertemente en nuestra América, específicamente en Paraguay y Argentina. Avanza, igual que la covid-19, dejando miedo y desolación a su paso; ahora, por la inmensa pérdida de alimentos.

El peligro de las plagas que se ha exacerbado por el cambio climático, pone en riesgo la capacidad de muchísima gente de mantenerse por sí misma, en grandes zonas de África, Asia y, ahora, en América Latina; además de que, obviamente, empeora la situación actual de seguridad alimentaria en el planeta. En África, los insectos han afectado Somalia, Kenia, Etiopia y Sudan; en Asia, Pakistán e India y; actualmente la plaga va bajando por Formosa (donde existe gran cantidad de maíz y caña de azúcar) y Chaco, en Argentina, proveniente de Paraguay. Esta plaga ha sido monitoreada desde finales de mayo por el servicio de Sanidad y Calidad Agroalimentaria de Argentina y, dicha institución ha mencionado que son aproximadamente 40 millones de insectos los que cruzaron el río Bermejo para entrar al Chaco; además de asegurar que las altas temperaturas y el viento han servido para que la plaga se desplace casi 100 kilómetros en un solo día.

La FAO asegura que, el aumento de las temperaturas, consecuencia del cambio climático, favorece la reproducción de insectos y el metabolismo de los mismos, lo cual se traduce en una mayor voracidad de la plaga. La media de vida de una langosta del desierto es de tres meses. Al poner sus huevos, éstos eclosionan dos semanas después, por lo que, desde diciembre a la fecha, la población de estos insectos se ha triplicado. La ONU ha dicho que una langosta puede comer su propio peso en alimento por día; es decir, 80 millones de insectos, que cubren aproximadamente un kilómetro cuadrado, son capaces de comer la misma cantidad de cultivos que 35 mil personas en un solo día; ergo, si no se contiene la plaga rápidamente, el impacto será catastrófico, sobre todo para aquellas regiones que ya padecen hambre e inseguridad alimentaria.

Actualmente se utilizan múltiples técnicas para tratar de contener la plaga, verbigracia, se ara la tierra con la intención de exponer los huevos de langosta para que se sequen bajo los rayos del sol o que sean comidos por las aves. Las langostas ponen sus huevos a unos milímetros bajo tierra y, éstos esperan el agua de las lluvias para eclosionar; por lo que, al iniciar el temporal de lluvias, se vuelve aún más complicado el control de la plaga. Los diferentes gobiernos, junto con la FAO y algunas otras organizaciones, han intentado rociar los enjambres de langostas con insecticidas desde el aire, empero, la actual crisis sanitaria que vive el mundo por el nuevo coronavirus, ha complicado también el control de plagas, dado que, por una parte, como es sabido, se ha tenido que restringir el movimiento terrestre de gente para combatirlas y, por otro lado, se ha frenado en gran medida la importación de pesticidas.

Además, para el caso de este último método, se debe tener en cuenta que, el daño que se provoca es a todo el ecosistema fumigado, y no sólo se aniquila a las langostas, sino también a algunos otros insectos que son beneficiosos, como las mariposas, mariquitas, abejas y lombrices de tierra; lo que vuelve aún más peliagudo este mayúsculo problema que, lastimosamente, ha saltado de las páginas del Éxodo y se ha negado a quedarse sólo en la ficción bíblica.