El centauro de la educación.

En opinión de Víctor Figueroa Bahena

El centauro de la educación.

Escribir una autobiografía es tener el valor de abrirse en canal para ser amado, admirado o lacerado por el escarnio.

“Centauro”, un personaje mítico griego, mitad humano, mitad caballo, es el título que José Estrada le da a su relato autobiográfico, durante el periodo que montó a caballo para dejar la discapacidad en una silla de ruedas. Esta es la historia de una jinete que nunca jugó el papel de víctima ni causó lástima para conseguir sus propósitos.

¿Usted puede ganarle una carrera de 100 metros planos a Usain Bolt? Bien haríamos en desterrar el optimismo iluso de que una persona puede alcanzar todo lo que se propone. Al leer esta obra descubrirá lo que Chava pudo hacer desde sus circunstancias: hacer trompos, terminar la primaria y la secundaria en el INEA, leer vorazmente cualquier lectura a su alcance, hacer trabajos de talabartería como bordar cinturones de pita, tocar guitarra, ser instructor y coordinador del INEA, dirigir un coro, montar a caballo, manejar un coche adaptado, cursar el bachillerato y la universidad en modo presencial, trabajar en la central de un sitio de taxis, dar clases, ser director de una preparatoria, ser esposo, papá, escritor y ahora estudiante de postgrado, enfocado en potenciar el desarrollo de recursos y habilidades de personas con discapacidad. No está lejana la analogía con el centauro Quirón, educador de grandes héroes.

Hace 5500 años la cultura Botai (en lo que ahora es Ucrania y el sur de Rusia) dejó de comerse los caballos para montarlos y domesticarlos. Cuando les pusieron freno y pudieron controlarlos, el resultado fue el arma más revolucionaria de su tiempo. A sus lomos y jalando carros de ruedas con radios, la cultura Yamnaya arrasó y conquistó militarmente el resto de Europa e impuso la lengua indoeropea, matriz de las principales lenguas de occidente.

Al igual que aquellos primeros jinetes, a lomos de su caballo José tuvo unas piernas más veloces para desplazarse largas distancias, mayor estatura, más fuerza motriz, sus brazos y su mirada tuvieron un mayor alcance. Así fue como el Bayo se convirtió en la extensión de la mente y del cuerpo de Chava. Pero él va más allá de la mente extendida: abundan los pasajes donde habla de la fusión jinete – caballo como si fueran uno mismo, un centauro.

Estimado lector, le invito a disfrutar un abanico de pinceladas de una veradera obra literaria, por el uso estético que hace del lenguaje y el amplio manejo del vocabulario.

Postdata: Aunque hace muchos años que el Bayo emprendió el viaje a las estrellas, su último galope fue en la presentación del libro el 3 de enero: inesperadamente cayó de la silla el maestro de ceremonias. Cuando renqueante se levantó del piso, Josúe Bojorges dijo para explotar las carcajadas contenidas de la audiencia: “ya sentí lo que se siente caerse de un caballo”.