El Tercer Ojo - “Vida Contemplativa” o Inactividad

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - “Vida Contemplativa” o Inactividad

Dado que solo percibimos la vida en términos de trabajo y de rendimiento, interpretamos la inactividad como un déficit que ha de ser remediado cuanto antes.

Byung-Chul Han, Elogio de la inactividad

Estimados lectores que me siguen, los que sean; deseo compartir ahora con ustedes unas ideas que derivan de la lectura reciente del pequeño libro Elogio de la inactividad, Vida contemplativa (Taurus, 2023), del filósofo sudcoreano Byung-Chul Han.

Siguiendo la lógica derivada del epígrafe que da pie a este breve ensayo, parece que nuestra existencia, al decir y pensar del filósofo sudcoreano, “está siendo absorbida por la actividad” y, como corolario, agregará: “(… a…) consecuencia de ello, es posible explotarla. Vamos perdiendo el sentido para la inactividad, la cual no implica una incapacidad para la actividad, o su rechazo, o su mera ausencia, sino que constituye una capacidad autónoma”.

Quiero, partiendo de este punto inicial, exponer algunas reflexiones sobre la categoría de actividad, en otro nivel de análisis.

Desde luego que el punto de partida de mi interpretación consiste en asumir que se ha reducido a la categoría de conducta –observable, medible, cuantificable, tasable o evaluable— la noción de actividad; ello, considero, es un error lamentable y que conduce inexorablemente a la negación, por omisión y no por demarcación, de la actividad no observable, medible, cuantificable o evaluable.

SI, por lo que recién expreso, entiendo por actividad lo que enseguida presento:

La categoría de actividad trasciende a la de conducta, ello se debe a que esta última posee como características esenciales las de ser observable, medible y cuantificable; en virtud de ello, la conducta es sustancialmente actividad externa, perceptible inmediatamente. La categoría de actividad también considera actividades internas al sujeto tales como las de pensar, representar, imaginar, recordar, desear, atribuir o cualesquiera otra de las cualidades subjetivas o internas del propio sujeto de la actividad; es decir, no son inmediatamente observables. 

La psicología, bajo el enfoque histórico-cultural, tiene también como tarea explicar los procesos de interiorización de la actividad externa e interpsicológica en actividad interna o intrapsicológica. Este proceso de interiorización es, asimismo, actividad psíquica. Según el psicólogo soviético A. N. Leóntiev, la relación entre la actividad externa, práctica, y la actividad interna, teórica o simbólica, es la base fundamental del desarrollo de la conciencia y de la personalidad. Estas dos últimas, además de ser actividad, son subsidiarias de la actividad externa o práctica.

Es importante             subrayar que, para la psicología de orientación cognoscitiva, la actividad interna es la que nos permite conocer y explicar una de las características esenciales de la dirección, realización y autorregulación de la actividad externa; es decir, que la actividad externa tiene como condición precursora la actividad interna que, en relación con la realidad objetiva y subjetiva, permite la orientación selectiva de la actividad externa.

Bajo la óptica de la Teoría de la Mente (ToM), una de las competencias esenciales que permite los procesos de «lectura» y adaptación al contexto del comportamiento humano, es la capacidad que los humanos tienen (y no solamente ellos), de atribuir a los demás, como a sí mismos, estados tales como pensar, creer, imaginar, desear, recordar, etcétera. Es decir, una actividad interna que permite anticipar o interpretar el comportamiento propio, como el de los otros (J. Enrique Alvarez, 2021).

Como nos es dable comprender, siguiendo el sentido de mi aproximación analítica, aún siendo legítima la intención de hacer un crítica al capitalismo por su naturaleza expoliadora de la subjetividad humana o, al decir del buen Karl Marx, debido a su carácter alienante o enajenante –entendiendo aquí el proceso de “tornar ajeno de sí mismo” al sujeto de la actividad creadora y su creaciones— de los seres humanos, parece que Byung-Chul Han sigue siendo preso de las categorías y conceptos que sustentan la ideología capitalista.

Valga, como guisa ejemplar, la noción de “capital humano” o, expresiones tales como: “mientras su capital trabaja”, “su dinero produce”, etcétera, que muestran nítida y claramente el carácter expoliador que posee el pensamiento empresarial y capitalista.

Tal apercepción del filósofo le conduce a expresar la idea siguiente:

La inactividad tiene su lógica propia –(… léase la no actividad…)—, su propio lenguaje, su propia temporalidad, su propia arquitectura, su propio esplendor, incluso su propia magia. No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad que, sin embargo, no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento.

Sin embargo, quizás debió decirse que al negar su carácter activo a la actividad interna o subjetiva –por hallarse dentro del sujeto de la actividad—, en realidad se está eliminando al propio sujeto de la actividad, reduciéndolo a la actividad del sujeto observable, medible y cuantificable.