Cuando sea demasiado tarde…

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde…

 

Las personas nos aglomeramos en grupos porque nos es conveniente. La seguridad que ofrece la numerosidad sobre la individualidad difícilmente será cuestionada, ni siquiera por los espartanos. La satisfacción de las necesidades se ve facilitada por las afiliaciones de grupo. Desde que el ser humano deambulaba por las planicies de la sabana africana, no fue muy difícil descubrir que es más fácil traer abajo a un mamut de 10 o 12 toneladas entre 20 cazadores, que entre uno solo. El mundo de la satisfacción absoluta estaba a la mano del ser humano desde hace miles de años. ¿Qué fue lo que salió mal? ¿Por qué los individuos encuentran la mezquindad y la corrupción cuando se supone que la agrupación funciona para el beneficio de todos? Pues porque la agrupación social requiere de estructuración, roles, reglas, costumbres, y un macho alfa.

En el Handbook of Social Psychology, Susan Fiske (1998) explica que después de observar toda la dinámica social que tanto daño causó durante el Holocausto, se llevaron a cabo investigaciones en anti-semitismo; éstas pronto revelaron la existencia de un patrón de odio hacia los inter-grupos y una fuertemente arraigada estructura de personalidad muy particular dentro del carácter de algunas personas responsables de estos prejuicios. En 1950, Adorno describe el Síndrome de Personalidad Autoritaria, con características muy claramente formadas, como la sumisión ciega a la autoridad, la adherencia estricta a convenciones ideológicas de clase media, la agresión contra aquellos que no viven convencionalmente, y una tendencia a pensar en categorías mentales rígidas e inamovibles.

¿Cómo es que los individuos entienden conductas o consecuencias como normales cuando por lo general no lo harían? En ocasiones los individuos son capaces de revertir, doblar y romper sus propios juicios de valor debido a la influencia de sus grupos de pertenencia. Incluso pueden llegar a hacerlo en función de solamente pertenecer a un grupo, aun cuando el marco de referencia que este grupo proporciona no es muy amplio ni muy profundo. ¿Qué es lo que determina nuestro comportamiento? ¿Acaso somos sólo el fruto de nuestra herencia biológica? El determinismo genético es un factor muy importante dentro de la supervivencia de los individuos. Sin embargo, una gran parte de nuestra formación como seres humanos, incluso de cómo es que interpretamos el mundo en el que vivimos y aquellos quienes nos rodean es influenciada por las experiencias que hemos ido almacenando a lo largo de nuestras vidas. Esto hace que cada vez que nuestros sentidos perciben a un elemento en nuestro entorno, este elemento es pesado, medido, distinguido, parecido, contrastado, evaluado, consultado con un catálogo mental, y adecuadamente etiquetado para que nuestra interacción con él sea más fácilmente ejecutada.

La pregunta obligada, es ¿por qué nos sorprendemos de que las cosas salgan de una manera, cuando toda la evidencia muestra que las cosas han funcionado de esa manera desde siempre? ¿No sienten como que esta semana nos llevamos la sorpresa de no soprendernos?

 

Fiske, S. (1998). Stereotyping, prejudice and discrimination. En Gilbert, D., Fiske, S., y Lindzey, G. (Eds.). The Handbook of Social Psychology. 2. Cap. 25. 357-411.