TERCERO INTERESADO - Casta

En opinión de Carlos Tercero

TERCERO INTERESADO - Casta

Hoy, en pleno siglo XXI, existen todavía estructuras invisibles que determinan la forma en que nos relacionamos, las oportunidades que recibimos y las narrativas que perpetuamos. Isabel Wilkerson, en su obra Caste: The Origins of Our Discontents (Casta: Los orígenes de nuestro descontento), nos invita a mirar más allá del racismo y observar los sistemas de jerarquización social como castas: complejas arquitecturas de poder que asignan un valor humano diferencial a las personas según criterios arbitrarios. Al estudiar los casos de Estados Unidos, la India y la Alemania nazi, Wilkerson identifica elementos comunes que permiten comprender cómo estas estructuras, aunque aparentemente lejanas o pasadas, siguen operando bajo distintos disfraces y continúan dividiendo a las sociedades globalmente.

La autora, periodista afroamericana ganadora del Pulitzer, expone que una casta no necesita estar sustentada en la lógica, ni en la justicia, ni en el mérito, sino únicamente en la aceptación –consciente o no–, de una narrativa que naturaliza la desigualdad. El sistema de castas en la India, profundamente arraigado en la religión y la tradición, asigna desde el nacimiento un lugar fijo en la sociedad que determina el acceso a recursos, derechos y dignidad. En Estados Unidos, el racismo estructural ha cumplido funciones similares, estableciendo jerarquías inflexibles donde el color de piel ha sido criterio suficiente para justificar la exclusión. En la Alemania nazi, esta lógica alcanzó su expresión más extrema y trágica, cuando el Estado construyó una casta pseudocientífica que deshumanizaba a los judíos y a otras poblaciones con el fin de legitimarlos como blancos de exterminio.

Estos casos revelan patrones preocupantes: una élite dominante que se protege a través del aislamiento simbólico y material, una justificación ideológica que deshumaniza al otro, y una estructura institucional que perpetúa dichas diferencias sin cuestionarlas, conformando un fenómeno que se adapta, cambia de forma, se disfraza bajo nuevos nombres y sobrevive al paso del tiempo y lugar, infiltrándose incluso en contextos donde aparentemente prevalecen la igualdad y no discriminación.

En México, aunque el sistema de castas se asume extinto desde la Independencia, que erradicó dicha estratificación social impuesta por los españoles en La Colonia; prevalece cierta segmentación social semejante: clasismo, racismo, y discriminación persistentes por tono de piel, lugar de origen, género, nivel educativo o situación financiera; estertores de un sistema profundamente jerárquico, donde ciertos sectores sociales gozan de privilegios heredados y naturalizados, mientras otros permanecen atrapados en márgenes estructurales de exclusión, ignorando que muchas personas nacen en condiciones profundamente desiguales que limitan su movilidad social desde su origen.

Un área o lugar donde se vive, el tipo de escuela a la que se asiste, o el dominio de ciertos códigos de comportamiento, –circunstancias de vida–, no pueden ni deben marcar barreras, pues más allá de quienes frívolamente abordan el fenómeno con un resentimiento disfrazado de lucha social; el efecto devastador de estas convenciones o tradiciones sociales no escritas, se tiene que combatir conjuntamente entre sociedad y gobierno.

La crítica de Wilkerson invita a cuestionarnos ¿qué tanto de nuestras dinámicas sociales son realmente libres, y cuánto están determinadas por estructuras de casta disfrazadas de normalidad? ¿A cuántas personas seguimos marginando por razones que consideramos “naturales” o “justificadas”, sin cuestionar de dónde proviene esa convicción?

Pensar en castas no es un ejercicio de historia comparada, o una vieja usanza de la Nueva España, sino una llamada de atención a la ética, al desarrollo y bienestar social colectivo, donde la igualdad prevista en la ley –y en los discursos oficiales–, se traduzca en realidad, como requisito obligado del progreso armónico en la población de toda una nación con pleno acceso a la ciudadanía, a la dignidad y las oportunidades.

Carlos Tercero

3ro.interesado@gmail.com