Soberbia política en Morelos
En opinión de Tania Jasso Blancas
Morelos, tierra de historia vibrante y paisajes que cuentan relatos silenciosos, no escapa a la sombra tenebrosa de la soberbia política. Desde regidores hasta gobernadores, se hacen proclives a la esencia despótica y arrogante del poder, convirtiéndolos en pequeños desafiantes de la democracia.
La errónea asunción de que el poder otorga una superioridad intrínseca sobre los demás ciudadanos ha permeado la política morelense. Regidores, diputados (incluso sus suplentes), y gobernadores se han convertido en actores principales de un drama donde la soberbia es la protagonista equivocada. Ignoran que su poder, aunque sea una pizca, es prestado por el pueblo, y su deber primordial debería ser rendir cuentas a quienes los colocaron en sus roles.
La historia de Morelos, nos presenta más de un ejemplo de políticos que olvidan que la grandeza del poder reside en su servicio al pueblo. Se erigen como entes superiores, desconectados de la realidad que sus conciudadanos enfrentan día a día.
Esta actitud despectiva y soberbia, que asume un conocimiento superior, choca directamente con los principios fundamentales de la democracia. La política debería ser un ejercicio de humildad, donde los representantes reconocen la diversidad de opiniones y necesidades, entendiendo que son los ciudadanos quienes detentan el verdadero poder de decisión.
En los pasillos de la administración pública morelense, la soberbia se manifiesta en decisiones unilaterales que ignoran las voces de la comunidad. La falta de diálogo y consulta se convierte en una marca de aquellos que, asumiendo el encargo efímero del poder, descartan la importancia de considerar perspectivas diversas.
Los ciudadanos de Morelos no merecemos políticos populares o compasivos personajes de temporada, deberíamos tener líderes que no solo comprendan la responsabilidad que conlleva el poder, sino que también practiquen la humildad como un principio rector. La representación política no debería ser un acto de imposición, sino una relación armoniosa entre los gobernantes y los gobernados.
En poco tiempo tendremos nuevas elecciones, y podría ser un momento crucial donde los ciudadanos morelenses tendremos la oportunidad de redefinir el curso de nuestra política. Los y las candidatas, lejos de asumir actitudes soberbias, deberían presentar propuestas basadas en la realidad de la comunidad, demostrando una conexión genuina con las necesidades del pueblo.
Morelos, con su rica historia y diversidad, merece un liderazgo que emane de la humildad y la comprensión. Los políticos, desde los regidores hasta los gobernadores, deben recordar que el poder es un puente frágil que requiere ser cruzado con responsabilidad y respeto hacia aquellos que confiaron en ellos. La soberbia, en este escenario, no tiene cabida; solo la humildad puede construir puentes duraderos entre el poder y el pueblo.