Serpientes y escaleras - ¿Vamos bien?

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - ¿Vamos bien?

Manipular las cifras es una manera de tratar de hacer que las cosas se vean mejor.

 

¿Vamos bien?

La inseguridad y la violencia son una ofensiva realidad para los gobernantes; que los ciudadanos hablen del tema no solo es incómodo para quienes llevan las riendas de las instituciones, se toma como una provocación y una manera de desestabilizar al gobierno. La incidencia delictiva es muy grave en el estado y en el país, en los últimos meses el homicidio en México se incrementó en más de 50% y Morelos se volvió una de las entidades más violentas en el territorio nacional. A pesar de ello nos dicen que vamos bien.

Una y otra vez se ha hablado del problema delictivo, de la violencia y de los niveles de impunidad, año tras año y sexenio tras sexenio se aborda el tema desde diferentes ángulos y siempre se llega a la misma conclusión: la estrategia no funciona. Cada vez que los ciudadanos cuestionan el rumbo de las cosas y la manera como las autoridades afrontan la crisis la respuesta es la misma: la estrategia funciona, vamos bien.

El punto es que no vamos bien y las pruebas de ello están a la vista: el número de homicidios aumenta todos los días, los hechos violentos son cada vez más comunes y la forma de operar de los grupos delictivos raya en el cinismo. En el Morelos de hoy las autoridades municipales son víctimas de la delincuencia y varios alcaldes tienen que pagar derecho de piso para poder gobernar.

Frente a esta realidad hay un discurso que afirma lo contrario: se han detenido a muchos delincuentes, disminuyó el número de ejecuciones y, sobre todo, afirman, las denuncias son cada vez menos. Detengámonos en este punto.

El manejo de las estadísticas es uno de los caminos que siguen los gobernantes para tratar de convencernos de que están haciendo las cosas bien. En el pasado reciente, durante el gobierno de Graco Ramírez, el gobernador hablaba de la disminución en el número de denuncias, lo cual representaba una baja sustantiva en el número de delitos. “Hay menos casos de secuestro denunciados, vamos bien” presumía el tabasqueño.

Detrás de ese punto hubo acciones para intentar modificar la realidad: la Fiscalía General del Estado cambió la manera de interpretar el delito de secuestro y hasta que no transcurrieran 72 horas no se recibían las denuncias por plagio; transcurrido ese periodo de tiempo los encargados de recibir las querellas tenían la orden de no registrarlas como secuestros, sino como desaparición de personas. Y así de golpe ¡Pum! La incidencia de plagio bajó.

Como este hubo otros ilícitos que dejaron de ser contabilizados o se registraron de diferente manera; las ejecuciones, por ejemplo, se anotaban de diferentes formas para que la estadística cambiara; las muertes violentas eran la misma cosa, pero para las autoridades el registro diferente permitía manejar la percepción y presumir que las situación no estaba tan mal como se decía.

Manipular los números ha sido constante desde hace años en las instituciones y eso ha provocado que el ciudadano deje de confiar en el gobierno y prefiera no denunciar los hechos. Presentar denuncia es un martirio para los ciudadanos, porque primero se topan con funcionarios que tratan mal a la víctima, la cuestionan como si fuera la culpable y ponen tantas trabas burocráticas que al final el denunciante prefiere darse por vencido. Aunado a ello está el hecho que casi todas las denuncias duermen el sueño de los justos y rara vez las autoridades detienen a los infractores. ¿Para qué denunciar si no sirve de nada? Esa es la pegunta recurrente.

Es en aquí donde las autoridades enfrentan su mayor reto: la gente ha perdido la confianza en las instituciones porque casi nunca hay resultados, porque denunciar es muy difícil y no sirve de nada. El ciudadano que sufre un delito rara vez acude ante una autoridad porque ello implica perder tiempo, sumergirse en un mar de burocracia y casi siempre es tratado como victimario. Este escenario es ideal para las autoridades, porque la falta de denuncia es interpretada como ausencia de delito y sirve para que las estadísticas mejoren; también ayuda a los delincuentes, porque sin denuncia la impunidad crece.

Pero aunque la cultura de no denuncia ayuda al manejo de las cifras, este escenario es sumamente peligroso para las autoridades, porque oculta la realidad, incrementa el malestar colectivo y deriva en una mala percepción de los gobiernos. Explico:

Mediáticamente el manejo de la estadística les sirve a las autoridades para salir al paso, pero ese discurso no convence a la mayoría, aumenta el mal humor social y coloca al gobierno como el principal culpable de las cosas; la gente deja de denunciar porque no cree en sus instituciones y considera que el gobierno está coludido con la delincuencia. La falta de denuncia es un signo inequívoco de desconfianza y eso es por si mismo un golpe muy severo a la imagen de una administración.

Hoy el discurso de las autoridades se reduce al uso de frases que tratan de justificar las cosas para convencernos de que estamos en el camino correcto: “Se están matando entre ellos” “Otros estados están peor” “Es herencia de la pasada administración” “Las cosas no se resuelven de la noche a la mañana” “Vamos bien”. Más allá de eso no hay un hecho concreto que nos haga sentir mejor o que realmente nos de la confianza de que se están tomando las mejores decisiones.

Ocultar la realidad o manipular las estadísticas no ayuda en nada a un gobierno, sobre todo cuando se arrastran años de desconfianza pública y malestar colectivo, como en Morelos. Presumir resultados en papel sin que estos se perciban en la calle no resuelve nada; afirmar que vamos bien por el simple hecho de que otros están peor, aumenta la inconformidad, multiplica el enfado y vuelve al gobierno parte del problema.

La crisis de inseguridad en Morelos es real, es grave y así lo percibe la gente. La estrategia de seguridad estatal no ha dado resultados y el desempeño del titular de la policía está muy lejos de convencer a la población, porque, además, el comisionado Guarneros no sabe comunicar y ha perdido la confianza de la gente y de su personal.

La inseguridad y los vínculos de la delincuencia con las autoridades ha hundido a los últimos cuatro gobernadores; uno tras otro puso las manos al fuego por sus policías y los cuatro terminaron mal, porque distintos hechos en cada administración los llevaron al colapso. En el actual sexenio las cosas no serán diferentes.

El plan de seguridad que implementa el gobierno estatal no cuenta con el apoyo de los presidentes municipales, carece de una buena estrategia de comunicación, no ha obtenido buenos resultados y la gente no confía en él. En esta dura batalla el gobernador marcha solo y asume todas las consecuencias, lo cual anticipa claramente cuál será el resultado de la historia.

Mientras el gobierno estatal no reconozca la gravedad del problema, involucre a todas las autoridades municipales en la solución y modifiquen su actitud frente a la realidad, es imposible que convenzan a la sociedad. Repetir una y otra vez que vamos bien no sirve de nada cuando la gente está convencida de que no es así.

  • posdata

Varios negocios han cerrado en Cuernavaca a causa de la delincuencia; comercios, restaurantes, centros de diversión, prestadores de servicios y lugares de todo tipo han sufrido los embates del crimen. En muchos casos el común denominador ha sido la amenaza que los propietarios sufren de parte de grupos delictivos que les cobran derecho de piso y les imponen condiciones para trabajar.

El problema es mayor, aunque algunas opiniones consideren que no hay que alarmarse porque los propietarios de dichos lugares tienen una dudosa reputación o la clientela es local; se trata de empresas que brindan empleo a muchas personas, que mueven la economía local y representan un modo de vida honesto para quienes ahí laboran.

El problema no son solo los bares y centros nocturnos que de un tiempo para acá bajaron sus cortinas porque no aceptaron pactar con el crimen; hay negocios de todo tipo que sufren este tipo de chantajes, que constantemente son amenazados y donde en algunos casos sus propietarios han pagado con la vida negarse a cooperar.

Algunos dicen que no hay que hacer drama por esta situación, que no importa que esos lugares dejen de existir; son expresiones imbéciles de personas sin criterio, sin capacidad neuronal y sin empatía con sus semejantes. La vida nocturna en Cuernavaca casi ha desaparecido porque muchos negocios han desaparecido, porque las autoridades no han sido capaces de brindar seguridad a las inversiones. Obvio: es más fácil decir que se trata de lugares malos que aceptar que la delincuencia los ha rebasado.

Ver como el crimen ha ido ganando terreno se ha vuelto común en nuestro estado; una y otra vez se repite la historia: llegaron, los amenazaron, les pidieron una cuota semanal y tuvieron que cerrar. “Acudimos a denunciar, pero nos pidieron pruebas… ¿Cómo podemos dar pruebas de que nos están extorsionando?”

Invertir en Morelos implica un enorme reto para quien lo intente: primero hay que brincar la barrera de la corrupción municipal, ese poderoso ejército conformado por funcionarios de medio pelo que se encargan de complicar las cosas, de encarecer todo y de pedir mordida por todo. Quienes logran superar esa traba se encuentran con la otra delincuencia, la que está más organizada y pide piso para dejar trabajar; quienes se niegan a ello son agredidos y a veces pierden la vida.

El tema es muy grave y amerita atención inmediata de parte del gobierno; un estado que no garantiza seguridad a la inversión, paga el costo con desempleo. El desempleo genera inseguridad y la inseguridad da paso a la violencia.

¿Ya entendieron la importancia de brindar seguridad de los negocios?

  • nota

En poco más de dos semanas el gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo deberá rendir su primer informe de labores; en ese momento el exfutbolista profesional deberá dar a conocer la situación que guarda la administración a su cargo.

Lo que diga el mandatario será interesante porque permitirá evaluar con datos duros el estado de las cosas en todos los rubros; lo que se informe es oficial, estará sujeto a revisión público y seguramente dará mucho de qué hablar.

Para que el informe sirva al ejecutivo, los logros tienen que ser bien comunicados a la gente; el contenido del primer informe debe ser procesado de tal forma que la mayoría de la gente lo reciba y en todos los casos lo entienda.

No se trata solo de cumplir un compromiso que marca la ley, sino de hacer del momento un punto de evaluación que ayude al mandatario a ganar confianza, a generar certeza y a mostrar que el estado va por buen camino y está en las manos adecuadas.

En el primer informe se evaluará el desempeño de cada uno de los secretarios y se pondrá a prueba al área de comunicación. Después del primer informe, cuentan, el mandatario podría hacer la primera depuración de su gabinete.

  • post it

Día 43 después de que se venció la fecha de ley: aún no hay presupuesto.

Los diputados de la 54 legislatura de Morelos no han tenido tiempo ni ganas de sesionar y por ello el paquete económico 2020 aún no ha sido votado.

Cuentan algunas voces que desde principios de diciembre se acordó todo y de parte del ejecutivo se cumplieron con las peticiones legislativas; aun así no hay nada.

¡Chulada de aliados y operadores políticos tiene nuestro gobernador!

  • redes sociales

La marcha por la paz llegó a la Ciudad de México.

El presidente Andrés Manuel López Obrador no los recibió, porque no tiene tiempo y porque no es cosa de que se le falte el respeto a su investidura presidencial.

Entendido y anotado.

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