Serpientes y escaleras - La base está enojada
En opinión de Eolo Pacheco
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No mentir, no robar, no traicionar, máximas del movimiento. ¿Quién las cumple?
La base está enojada
Las traiciones en política son comunes, más de lo que cualquier gobernante quisiera reconocer. “En la 4T somos distintos”, dicen insistentemente sus dirigentes al tiempo que impulsan una campaña nacional de afiliación que ha generado polémica por la inclusión de figuras que hasta hace poco eran enemigas de Morena y consideradas lo peor de la sociedad. La suma de todo ha hecho enojar a la base morenista.
Participar en las campañas electorales es algo que no cualquiera hace; quienes apoyan a los políticos tienen razones distintas:
1- Por convicción: son los menos porque es un trabajo arduo que demanda mucho tiempo e implica desgaste físico, mental y económico, y muy pocos candidatos cumplen lo que prometen.
2- Por interés laboral: hay quienes entran a las campañas con la esperanza de obtener trabajo, contratos o algún tipo de beneficio cuando su candidato o candidata ganen la elección. Y
3- Por remuneración: los partidos y sus candidatos se mueven a través de estructuras que controlan, a las que subsidian y que les permiten llevar votos a las urnas; los operadores y/o movilizadores tienen adeptos, algunas veces reales y muchas ocasiones falsos, que se ponen al servicio del candidato; ahí se invierte la mayor parte del dinero de las campañas.
La forma de operar de Morena no es distinta a la de cualquier otro partido, pero es más eficiente y se fortalece con los programas sociales del gobierno federal. El valor agregado en la 4T es la enorme simpatía que la base siente hacia el expresidente Andrés Manuel López Obrador, eso ha permitido que el modelo electoral funcione de manera adecuada.
Lo que pasa después de las elecciones es igual en Morena y en todos los partidos: quienes participan en la campaña confían que serán convidados del triunfo, entre más grande sea la victoria hay más gente ilusionada y cuando se trata de un gobierno municipal o un estatal, la expectativa crece de forma exponencial.
En Morelos van dos elecciones sexenales en las que la base morenista se mete de lleno a las campañas y con su trabajo coadyuva al triunfo de sus candidatos; los llamados presidenciales se escuchan en las huestes obradoristas, pero se centran en la promoción presidencial, la gubernatura y los espacios federales; en lo municipal quienes hacen (o no) la diferencia son los integrantes de las estructuras de los candidatos locales. La elección del 2024 es un claro ejemplo de ello: la estructura nacional funcionó y la estatal falló.
El enfado morenista tiene fundamentos: en el 2018 los obradoristas cobijaron a un personaje que no era suyo, al que no querían porque era externo e hizo a un lado a quien era el candidato natural de la 4T; Cuauhtémoc Blanco nunca se puso la playera de Morena, ni aceptó a su militancia y conformó un gabinete de amigos, ninguno de Morena, nadie de la estructura y muchos de partidos opuestos a la 4T. Los morenistas perdieron ganando.
Seis años después se elaboró una nueva narrativa: la candidata es fundadora del movimiento, obradorista de cepa y congruente con los postulados de la 4T; el equipo de la candidata armó una estructura propia porque el partido no tenía, convocó a líderes regionales, sumó voluntades en casi todas las corrientes internas y prometió un gobierno que, ahora sí, incluiría a la base obradorista. Pero no ocurrió así.
Casi cinco meses han pasado desde que inició la nueva administración y las promesas con la base siguen sin cumplirse; la historia comenzó mal desde aquella comida con la estructura en el Auditorio Teopanzolco, donde la gobernadora agradecería a quienes le ayudaron en campaña y Margarita González Saravia se dio cuenta que los convidados a la reunión no eran los que la acompañaron en campaña. ¿Dónde está mi estructura? Preguntó.
A partir de ahí la historia ha sido la misma: varias secretarías están encabezadas por figuras que no se identifican con el proyecto de la gobernadora y en las dependencias se han contratado a muchas personas que durante el proceso electoral estuvieron en contra de Margarita González Saravia, que apoyaron a Lucía Meza Guzmán y que son abiertamente antiobradoristas.
El triunfo en la elección del 2024 es resultado de diversas circunstancias, empezando por el trabajo de la candidata, la estructura y la simpatía obradorista; quienes estuvieron cerca del proceso, los que operaron en tierra, los que convivieron con la gente durante la campaña y mantienen relación la base afirman que la gente está enojada, que existe molestia porque se repitió lo ocurrido en el sexenio anterior, cuando personas ajenas al proyecto fueron incorporadas a la administración y los que trabajaron para ganar están fuera.
Funcionarios locales y federales, partidarios de Morena, legisladores y operadores de la gobernadora ya notaron esto, pero nadie se atreve a decirlo para no molestar a la jefa, pero la realidad es esa: por un lado hay simpatía hacia una gobernadora que hace un enorme esfuerzo personal para que las cosas avancen y por otro está el enfado creciente hacia algunos funcionarios del gabinete que han hecho de las dependencias un refugio de opositores.
A eso se suma el desgaste nacional de un partido de conducción errática que lleva a cabo una feroz campaña de afiliación que no distingue entre buenos y malos, que carece de memoria política, congruencia social y abre las puertas a figuras antagónicas al movimiento, con fama de corruptos y que hasta hace poco operaban desde sus gobiernos en contra de la 4T; dos gobernadores de Morena ya alzaron la voz y amenazaran con renunciar al partido si se permite el acceso de estos personajes. ¿La respuesta de la dirigencia nacional? Silencio.
No pasemos por alto los escándalos de corrupción locales y federales, la traición de figuras que faltaron a la confianza que les confirieron y que con sus actos empañan la idea de cambio. En Morelos van cuatro funcionarios de primer nivel expulsados por actos de corrupción y en lo federal otro tanto, el último el titular de Sistema Federal Anticorrupción, despedido de manera fulminante por corrupto. ¿Es todo? No, desde Estados Unidos Ismael “El Mayo” Zambada ha hecho temblar a la presidencia con la amenaza de colapsar la relación bilateral y ello provoca desgaste a la presidenta y al movimiento.
La promesa de transformación en México aún no se consolida y comienza a generar enfado dentro de la 4T; en Morelos hay señales tempranas de alerta porque en muchos lados la estructura de base no se reserva sus comentarios y externa su inconformidad contra un gobierno que los representa, que les pertenece, pero del cual los dejaron fuera.
Los estrategas de Morena en el estado, comenzando por la gobernadora, necesitan poner atención en este punto, deben darse cuenta de que la molestia está creciendo en sus bases y existen razones de ello. Los eventos que organiza el gobierno estatal no son reflejo del sentimiento obradorista ni de la sociedad, son actos llenos de acarreados, donde gran parte de los asistentes reciben algún tipo de apoyo; ahí no están los que en la campaña ayudaron a ganar la elección.
Lo que ocurre en el gabinete se suma a la historia: la jefa del ejecutivo se ve tensa, preocupada, cansada y a veces molesta porque no todos siguen el mismo ritmo, algunos caminan en contrasentido del proyecto y varios secretarios hacen más grilla interna que trabajo en territorio. Margarita González Saravia ya dio un jalón de orejas a su equipo, pero lo dicho en la última reunión entró por un oído y salió por el otro en el caso de algunos funcionarios.
Esta situación se refleja hacia afuera e incrementa el enfado obradorista: el gobierno está en buenas manos, pero el gabinete no está a la altura de las necesidades del estado, no ayuda a la gobernadora y está alejado de la base.
Descuidar esta situación pondrá en riesgo la elección del 2027 y antes la revocación de mandato.
· posdata
Ahora que hay un nuevo fiscal, sin intereses oscuros ni relaciones con gobiernos pasados, podrían avanzar las denuncias por corrupción contra graquistas y contra cuauhtemistas.
Por lo pronto la exsecretaria de cultura Cristina Faesler fue vinculada a proceso por el delito de Ejercicio Indebido de Funciones, al no vigilar el uso correcto de cinco millones de pesos destinados a la remodelación del Jardín Borda; antes esa misma secretaria fue imputada porque dispuso de un millón de pesos para la edición de un libro que nunca fue publicado, pero si fue pagado a Vettoretti Impresores.
Paralelamente, la Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades por un monto de 2 mil 629 millones de pesos en las operaciones de Fondos Federales durante el penúltimo año de la administración de Cuauhtémoc Blanco como gobernador de Morelos; las anomalías se cometieron mayormente en Salud, Infraestructura y Seguridad. Morelos es el tercer estado con más observaciones de la ASF en ese periodo.
Junto con el combate a la inseguridad, acabar con la corrupción es bandera de Morena desde su fundación, fue eje de la campaña de Andrés Manuel López Obrador y se mantiene como una de las directrices más sólidas de los gobiernos de Claudia Sheinbaum y Margarita González Saravia.
Lo primero es una tarea titánica, difícil de alcanzar, imposible de resolver en el corto plazo y sumamente compleja porque frente a los avances, cualquier incidente de sangre genera percepción negativa. Atacar a los corruptos es cosa distinta.
El fiscal Edgar Maldonado tiene dos tareas sumamente importantes en la dependencia a su cargo, las dos son ejes claves del movimiento, pero una más factible de lograr que la otra. La pacificación se trabaja de manera coordinada con la secretaría de seguridad, los municipios y la federación, pero la lucha contra la corrupción se realiza desde la FECC, cuyo titular, graquista como Uriel Carmona, está a punto de concluir su periodo.
El relevo de Juan Salazar en la Fiscalía Anticorrupción debe ser prioridad para fiscal porque desde esa área puede enfocar sus baterías para hacer que su dependencia trascienda y la percepción de lucha contra los corruptos ayude a la gobernadora.
El nuevo fiscal no es policía, es abogado, es un hombre de carácter, pero sin las características personales de su antecesor; sin duda hará un mejor papel que Carmona Gándara, pero lo hará con un estilo distinto, con menos aspavientos y protagonismo, pero con más seriedad y probidad.
Edgar Maldonado puede ser un buen fiscal, tiene las cualidades para serlo, pero necesita tiempo para tomar las riendas de la dependencia y definir la nueva línea de trabajo de la FGE. Confiemos que hará un buen papel.
· nota
No hay fecha para que se normalicen los trámites en la Coordinación Estatal del Transporte; las autoridades piden paciencia y la gente no está dispuesta a tenerla.
Al nuevo coordinador lo está rebasando la presión ciudadana y la presencia de Laura Mendizábal, quien oficialmente se presenta como directora de servicio público, particular y privado, pero presume el apoyo de una funcionaria del gabinete para convertirse en titular de esa oficina. Es ella quien internamente le está poniendo piedras en el camino a Jorge Toledo.
La coordinación de Transporte es un desastre. ¡Qué bien estábamos cuando estábamos mal!
· post it
Los jóvenes del gabinete no están dando el ancho y algunos, dicen, dedican más tiempo a grillar a otros secretarios que a trabajar. La gobernadora es una mujer prudente, demasiado decente a veces, pero se da cuenta de todo.
· redes sociales
Los cambios en el gabinete estatal seguirán en marzo.
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