Serpientes y escaleras - Feminismo

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Feminismo

Ser feminista no es solo acudir a una marcha. Los derechos se defienden en todas las trincheras sin importar el género.

 

Feminismo

Más que unir en torno a una misma y muy justa causa, la marcha feminista de la semana pasada polarizó la opinión pública, dividió a la gente y desvió la atención del problema de fondo: la constante agresión a las mujeres. La lucha no es de géneros ni entre nosotros, es contra quienes nos lastiman como sociedad.

Mucho se puede argumentar de uno y otro lado después de lo ocurrido el viernes en la capital del país; por supuesto que las manifestantes tienen razones suficientes para expresar su enojo y reclamar por un derecho humano que en México es permanentemente violentado, pero también se debe entender el enfado de quienes rechazan las agresiones contra las mujeres, pero no comparten la forma de expresar esta molestia. Pero el punto no es ese.

Lo de fondo, lo que al parecer muchos perdemos de vista es el nivel de violencia al que hemos llegado en México, se trata de una violencia que lastima seriamente a las mujeres, pero que también afecta a miles de hombres, a cientos de niños, a periodistas, médicos, estudiantes, amas de casa, profesionistas, oficinistas y en general a toda una sociedad que vive con miedo.

Puede ser que la manera como se manifestaron las mujeres en la Ciudad de México no fue la más adecuada (ese mismo día otro grupo de feministas marcharon en Querétaro y no hubo vandalismo) y es evidente que la ferocidad con que atacaron a los varones que en calidad de reporteros acudieron a cubrir la noticia es reprobable desde cualquier ángulo.

Pero lo de fondo, insisto, va más allá del daño que causaron a algunos inmuebles públicos (todo se puede reparar) y las expresiones radicales de odio contra quienes (incluidas otras mujeres manifestantes) no tienen culpa de la situación que se vive en México. Tampoco habría que detenernos en los términos de quienes parecen más preocupados por las pintas y las consignas que en los asesinatos; lo de fondo, lo que nadie puede perder de vista, es el clima de inseguridad en el que está inmerso nuestro país.

Lo que reclaman las mujeres feministas tiene absoluta razón: el México de hoy se ha convertido en un peligro para ellas; todos los días conocemos casos de damas que son maltratadas, asesinadas o violentadas de alguna manera física, emocional o mental. Más grave se vuelve el tema cuando nos enteramos de que los agresores son precisamente aquellos que tienen la responsabilidad de salvaguardar la integridad de los ciudadanos y a quienes tendríamos que ver como parte de la solución y no como parte del problema.

Hace algunos días (antes de la manifestación) charlé con una amiga feminista y platicábamos sobre el movimiento y los caminos que siguen algunos grupos; me decía que el problema de su lucha es que existen algunas voces que radicalizan las cosas y al hacerlo se antepone el odio de género a la lucha por los derechos, la igualdad y la seguridad de las mujeres. Como en todos los movimientos sociales, coincidíamos, siempre existen expresiones radicales que parecen más interesadas en avivar el problema que en encontrar una solución.

En medio de esta oleada de violencia generalizada en el país que sin duda está golpeando de manera directa a las mujeres vale hacer una reflexión: agredir a una mujer no es solo violencia de género, es un ataque a toda la sociedad porque ellas representan el pilar fundamental de la familia, son madres, hijas, hermanas, esposas, amigas, novias, compañeras… Son sin duda un elemento sustantivo de nuestra comunidad y pieza primordial en cada familia.

Pero me parece que el enfoque que dan a la lucha algunos grupos feministas (no todos) más que sumar voluntades, polariza, más que generar empatía hacia un problema que nos atañe a todos, divide y provoca situaciones como las que ahora vemos: discutimos por la forma como se comportaron las manifestantes y no por el reclamo que hacen.

Empezaría por decir que el feminismo no es una lucha solo de mujeres, aunque a algunas damas así les parezca; la batalla contra la violencia y la inseguridad atañe también a los hombres y juntos tendríamos que hacer un frente común para acabar con la desigualdad y cualquier tipo de agresión, no sólo la agresión de género.

Vale la pena acotar que no todos los hombres somos violadores y asesinos, como lo expresan algunas consignas, ni todas las mujeres son víctimas; Rosario Robles o la mataviejitos (hoy compañeras de cárcel) son un ejemplo claro de ello.

La violencia igual que la delincuencia no es un tema solo de género, es un gravísimo problema de desigualdad, de desintegración familiar, de falta de valores, de ambición y de egoísmo personal. Cuando alguien agrede a otro por gusto estamos frente a una patología que va más allá de una acción individual, se ubica en el terreno psicosocial y deriva en serios y muy peligrosos estándares de conducta que afectan a la comunidad entera.

Me parece absolutamente respetable la lucha del feminismo en todos sus aspectos (incluyendo las expresiones radicales), pero estoy convencido de que la batalla por la igualdad, los derechos y la seguridad (incluyendo o empezando por ellas) nos involucra a todos sin distingo de género, de preferencias sexuales, de creencias ideológicas o de opiniones políticas.

Muy respetable me parece la actitud de las damas que deciden asumir un rol más fuerte en la sociedad, que se equiparan a los varones en todos los aspectos y constantemente los emulan y se asumen superiores, porque lo son en muchos aspectos. Pero también coincidió con aquellas que sin perder gallardía ni dejar de exigir igualdad y los mismos derechos, se gustan femeninas, se procuran a si mismas, trabajan, sacan adelante a sus familias y deciden seguir los estándares de belleza que para algunos grupos radicales significan una ofensa de género o una cosificación. El respeto es eso, que cada quien decida cómo quiere ser.

El punto a combatir es uno y no se debe perder de vista: violencia. La lucha contra los feminicidios es de todos, lo mismo que la guerra contra la violencia en general. Si nos distraemos en aspectos como la forma de expresar nuestro enojo y nos enfrentamos entre nosotros, perdemos el objetivo primario de la lucha, que es un mejor país y una mejor sociedad para todos. Cuando eso pasa, los (y las) asesinos, los (y las) ladronas toman ventaja.

Como muchos no estoy de acuerdo con la manera como los grupos feministas se expresaron la semana pasada en su marcha de la Ciudad de México; de ninguna manera puedo aceptar que se combata la violencia con violencia, pero sobre todo que se agreda sin razón a quienes acudieron a realizar un trabajo profesional a una manifestación que (se dijo) era pacífica y en la cual varios resultaron lastimados por el solo motivo de ser hombres.

Entendamos: no todos los hombres somos violadores o asesinos, no todos los hombres somos machistas ni humillamos o maltratamos a las mujeres. Y no todas las mujeres son buenas. La lucha no es entre géneros, es contra la violencia; la batalla no tiene que ser contra una forma de vestir, de expresarse o de comportarse, sino contra aquellos que lastiman a los demás y matan sin razón.

Cuando aprendamos a respetar nuestras diferencias y hagamos frente común contra la delincuencia en general, estaremos en el camino de solucionar las cosas.

Lo radical divide y eso beneficia a quienes lastiman a los demás.

  • posdata

La historia se escucha una y mil veces: me están extorsionando.

Una y otra vez nos enteramos de personas, amigos, familiares o conocidos que son víctimas de la delincuencia, gente trabajadora a quienes les exigen un pago semanal, una cuota como derecho de piso, so pena de que serán asesinados si se rehúsan a colaborar.

Ya ni siquiera existe claridad de que en verdad se trata de un cártel, como cuentan que les dicen los extorsionadores; quizá se trata de una célula delictiva local o un grupo de individuos que identificó el negocio y notó la facilidad de actuar, porque las autoridades simplemente no hacen nada.

Los casos se repiten, ocurren en negocios medianos y pequeños, en comercios y en empresas, les pasa a quienes se ganan la vida todos los días en un puesto ambulante y también a casi todos los alcaldes del estado. Algo tiene la extorsión en Morelos: es democrática, afecta a todos.

La pregunta es natural a quien se anima a platicar las historias ¿Por qué no denuncias? La respuesta es siempre la misma ¡Porque no hacen nada!

La extorsión está matando la economía de Morelos a pasos agigantados mientras el gobierno duerme en sus laureles, se pelea consigo mismo y supone que así son las cosas y nada se puede hacer al respecto.

En Morelos vivimos en estado de indefensión, la inseguridad ha alcanzado niveles nunca antes vistos y la desconfianza del ciudadano en sus autoridades (parece increíble) está rebasando la que había hace apenas unos meses, cuando el gran ladrón tabasqueño gobernaba esta tierra.

El destino de la actual administración está trazado y parece que no hay manera de revertirlo; Morelos vive su peor momento en todos los aspectos, empezando por la inseguridad y se encamina a una nueva crisis que concluirá con la salida anticipada del gobernador y su persecución legal por omisiones en el cargo.

La lucha de Cuauhtémoc Blanco ya no es sólo contra los conflictos que le dejó sembrados Graco Ramírez, es principalmente contra si mismo, contra su conducta, contra sus ausencias, contra su gabinete y contra la manera como ejerce el poder.

Imposible ayudar a quien no le interesa ser ayudado.

  • nota

A propósito de violencia contra mujeres: ¿Se han dado cuenta que el asesinato y ultraje de una niña de 6 años en Cuernavaca pasó como un hecho de violencia común? No lo fue.

Hoy el asesino está detenido y preso, el tipo acepta que la mató porque la niña lo reconoció y por eso purgará una pena de varios años, pero el hecho es irreparable y lo que expresa su actuación es una muy profunda degradación de nuestra sociedad.

Al sujeto seguramente le espera una larga condena en la cárcel, pero lo que nunca obtendrá es el perdón de Dios.

  • post it

Así habló recientemente el ex gobernador Graco Ramírez de las acusaciones que en su contra ha hecho el gobernador Cuauhtémoc Blanco.

  1. No tengo ningún problema al respecto

  2. No existe nada, ni hay evidencia de nada

  3. (Tomo las declaraciones) de donde vienen

  4. No han podido probar nada, ni han podido vincular a proceso a ningún alto funcionario de mi gobierno

  5. Detuvieron a un funcionario menor por 20 permisos

  6. Hay muchas denuncias que no tiene consistencia

  7. Estoy tranquilo, tengo muchos amigos, desde el presidente de la república

  8. (Jaime) Bonilla es mi amigo, igual que el presidente López Obrador

Traducción: le vale madre lo que digan y hagan en su contra.

Como dice el dicho: lo acusan de corrupto, no de pendejo.

  • redes sociales

Alynana (@_alynana) se describe a si misma como Avenger de Twitter y Princesa de Yugoslavia. Escribe de todo y mienta madres por igual. Estas son algunas de sus opiniones sobre la marcha feminista de la semana pasada:

 

No me importó ver paredes pintadas o vidrios rotos. Pero ver pintura en aerosol directo a los ojos de alguien, golpes y actos de agresión física, sí. "A nosotras nos violan." Sí, pero NO te violó esa persona que atacas, tú estás agrediendo inocentes, cómo lo hacen con nosotras.

 

No, yo no hablo del que golpeó al reportero, muchas echaban pintura en aerosol a los transeúntes, dejemos de deslindar a las mujeres de sus actos, es otra forma de deshumanizarnos, mujeres feministas agredieron y punto.

 

Mientras no sea la casa de alguien, el coche de alguien, realmente no importa. Dejemos de darle tanta importancia a las cosas materiales, ninguna muestra pacifica da resultado en este país, SIN EMBARGO, no estoy de acuerdo en destruir la propiedad privada. NO ATACAR INOCENTES.

 

"Es antinatural que te depiles las axilas y los genitales." - La chica con septum, cabello de colores y tatuajes. Wey, ya nada es natural, sí tu quieres parecer Chewbacca, está perfecto, déjame a mí parecer Barbie y todas felices.

 

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