Reforma comicial, justificada.
En opinión de Dagoberto Santos Trigo.
Desde mi perspectiva, existen las condiciones dialógicas para que el Parlamento apruebe una reforma comicial.
No tendría sentido rechazarla; sobre todo, si tomamos en cuenta que las instituciones tienen que ACTUALIZARSE, experimentando cambios sustanciales, que frenen la injerencia de poderes de presión (la Iglesia Católica y el crimen organizado, por ejemplo), que sólo pretenden diezmar la participación ciudadana.
Sin embargo, se tienen que reivindicar los argumentos sólidos y dejar atrás las posturas de intolerancia o cerrazón legislativa.
Es el momento, ahora, tras el proceso electoral del 2 de junio, que, sin duda, fue el más importante de la historia de Morelos y el país. El INE significa la atención de una causa.
Para que dichos cambios se susciten, es necesario que las partes involucradas establezcan una retroalimentación a conciencia, meticulosa, profunda e inteligente, en que se privilegie el PODER REFORMADOR, como un instrumento de avance y consolidación.
De igual forma, debe prevalecer la congruencia, tomando en cuenta la atmósfera de la realidad. Respondiendo a la interrogante:
¿QUÉ NECESITA LA NACIÓN EN TÉRMINOS ELECTORALES, PARA AFIANZAR EL SISTEMA DE COMPETENCIA Y EL DESARROLLO POLÍTICO?
Es preciso expresar que las promesas incumplidas y el ejercicio demagógico de los partidos políticos, en gran medida, justifican esta reforma.
La ciudadanía demanda una clase política que se preocupe por la resolución de las necesidades sociales más apremiantes: empleo, salud, seguridad, educación, combate a la pobreza, segregación y otros.
En estos comicios, la ciudadanía dio las facultades a la clase política triunfadora, para que la reforma tome el consenso indispensable. Además, fue un compromiso de campaña.
Los pueblos y comunidades indígenas, afromexicanos y otros grupos vulnerables siguen estando abandonados.
Sus voces no tienen representatividad genuina y consistente. ¡Claman justicia e inclusión! Un Estado tiene que ser INCLUYENTE y DEMOCRÁTICO.
La sociedad democrática contemporánea enfrenta temor, a consecuencia del narcotráfico y la espiral bélica generalizada. Su grito se oye por doquier: “BASTA!”.
De igual forma, la crisis económica y la expansión de la marginalidad ponen en duda la capacidad de los gobiernos para satisfacer los imperativos sociales.
No olvidemos jamás que el sendero para instaurar procesos electorales equitativos fue muy largo y pesado.
La INSATISFACCIÓN CIUDADANA está ejerciendo una presión tácita, para dar paso a una participación más activa, que no se agote en las urnas.
Por tanto, no se trata de dividir, sino de fusionar esfuerzos para que el respeto al pluralismo conforme una República sólida, en que la convivencia armónica garantice la cohesión ideológica.
Tenemos que contribuir a detener la tendencia de la polarización y la imposición de los intereses individuales o de grupo.
El intercambio de ideas es un espacio de confluencia, a partir del cual se puedan construir proyectos más consensuados.
¿Cuáles son los enemigos de la evolución cívica?:
ü La persistencia de oligarquías. Las élites. Es decir, la concentración del poder.
ü El poder invisible. Como algunos politólogos llaman a la presión fáctica: los medios de comunicación, los monopolios, los entes que operan fuera de la ley, como las células del tráfico de estupefacientes, la iglesia católica y demás.
En suma, los valores cívicos tienen que salvaguardarse, a través de la educación, a efecto de pasar de una ciudadanía pasiva a una activa, que se interese en participar (aún más) en asuntos públicos y en vigilar que las autoridades velen por los intereses de todas y todos.
La presencia de votantes el 2 de junio, que fue cuantiosa y determinante (en Morelos, del 63.5 por ciento), de alguna manera, está dando el respaldo a la reforma electoral.
Insisto: se requiere una comunicación horizontal, consistente e ininterrumpida, en que se inmiscuyan autoridades, instituciones y la sociedad en su conjunto.
Culminaré mi artículo con una frase de Bobbio:
“El único modo de salvar a la democracia es tomarla como es, con espíritu realista, sin ilusionar y sin ilusionarse".