Punto Kairo - Tocada sonidera
En opinión de Juan Salvador Nambo
El pasado domingo por la tarde se organizó una feria sonidera en el Zócalo de Cuernavaca. Esperaba un gran evento como los que conocí en el Estado de México hace más de 25 años, cuando siendo quinceañero me tocó cargar las bocinas y las luces de Disco Móvil Voyaguer.
En aquella época estaban de moda los discos de Salsa Colección Estelar que año con año sacaban lo mejor de la Salsa y la Cumbia del fin del milenio. Escuchábamos a un joven Maelo Ruiz, la Sonora Ponceña o Lizandro Meza. Además, comenzábamos a escuchar nuevas propuestas de rock, música electrónica, industriasl, disco o propuestas del extranjero que compartíamos a través de casetes o videos VHS. En definitiva, estas tocadas nos acercaban a la música del mundo.
La mal llamada feria sonidera, toda junta, que se hizo el pasado fin de semana en la capital del Estado, no llevaba ni la mitad de equipo de luces y sonido que se arma en un evento decente. Sin embargo, el mensaje sigue siendo el mismo: música para el pueblo en la calle, en el zócalo, en la feria, donde sea, para bailar, para animar, para contar chistes, para mandar papelitos con saludos y ¿Por qué no? Para conseguir pareja.
Yo aprendí a bailar en este tipo de eventos. Si algo quedó grabado en mi vida fue la manera como pude lograrlo. Al inicio solo me quedaba parado a orillas de la pista de baile, observando, pisteando. Posteriormente, me atrevería a entrar con algunos amigos en los carnavales a bailar enmascarado, solo y moviéndome como podía. Especialmente cuando la música industrial y electrónica comenzaban a adueñarse de la noche.
Disfrutábamos de la música solos o acompañados, bajo el anonimato de la máscara de luchador de la triple A. Poco a poco fuimos atreviéndonos a bailar los pasos básicos, hasta que sin saberlo ya estábamos cumbiando y con las jovencitas que mejor se movían en la pista. Hubo un tiempo en el que fuimos jóvenes y no nos grabábamos para el Facebook. Me hubiese gustado preservar esos recuerdos, pero está bien así.
En ese tiempo ya eran famosos sonidos como la Conga, la Changa, Polymarchs, Winners, los cuáles representaban uno de los mejores espectáculos para una audiencia joven y ávida de nuevas expresiones musicales. Antes del SKA, antes de Molotov, antes de Panteón Rococó e incluso antes de Rock en tu idioma. De cualquier modo, la música nos representaba y algo quedaba claro: era para jóvenes con ganas de vivir y sin dinero.
Pude ir a mi primera tocada sonidera gracias a mi tío Adolfo y a mi tía Ana (ambos q.e.p.d). A ellos vi bailar por primera vez y ellos tenían un sonido que hasta la fecha sigue vigente: Disco Móvil Voyaguer (Dirigido por DJ Kennedy). A ellos vi bailando El niño majadero de Lizandro Meza y la cumbia del Achilipú. A ellos vi llevar a sus hijos, mis primos, a las tocadas y celebrar por varios días en esas fiestas infinitas de San Pedro Techichulco.
El domingo pasado recordé mi infancia, mi juventud y llegada a Morelos. Pasaba del festival sonidero al de SKA que se desarrollaba a pocos metros. También había Danzón y pude ver el espectáculo de drones en el lugar. Así hasta que la lluvia, el tiempo de estacionamiento y el poco transporte público, obligó a irnos a la mayoría de los asistentes.
Si no me seguí dedicando a las tocadas sonideras fue porque hice examen de admisión en la UAEM y me quedé, eso en 1999. Ya no podía acompañar a mis padres, a mis tíos, a mis primos a lo que era una de las formas constantes de celebrar y pasar la vida. Ahora tenía que sobrevivir en una ciudad extraña que ahora se ha convertido en mi hogar.
Al llegar aquí cedí el paso a todos los gustos ajenos que pude conocer en Cuernavaca y que tampoco fueron de mi desagrado, como la Trova y el SKA, así también pude acceder más fácilmente a los conciertos de la ciudad de México, la mayoría de ellos gratuitos.
Mis hijos, ahora quinceañeros, escogen su música a través de Internet y prefieren socializar de distintas maneras. Respecto a la música sonidera veo al Sonido Pirata hacer su luchita. Estas tocadas siguen presentes en fiestas patronales y en plazas cívicas de los pueblos del estado de México, Morelos y la ciudad de México. Sigo viendo escenarios que se arman con decenas de bocinas y luces de todo tipo alrededor de la cabina que, en algún momento, atesoraba los discos de vinil que iban a reproducirse.
La música del mundo es así. Evoluciona. Y ahora tenemos otras formas de socializarla. Por eso me fue grato ver el pasado fin de semana a Fuera de Control, a la María Cantú y a los sonidos que participaron en el festival sonidero, poniendo el ambiente como siempre y como nunca. Y a varios jóvenes enmascarados y disfrutando como yo lo hice hace ya algunas lunas en las calles de mi colonia.