Punto Kairo - Somos polvo de estrella

En opinión de Juan Salvador Nambo

Punto Kairo - Somos polvo de estrella

La hora en la que Sara acostumbra a llegar a la secundaria es a las 13:30. Hoy tuvo que pasar el día sola, su madre pasó todo el día anterior y parte de este en el IEBEM para conseguir su plaza de maestro. Como cada día, la niña se arregla, toma su mochila, celular y las llaves de la casa para iniciar con la jornada. Ya en la escuela, espera en su butaca la llegada del maestro, ve sus comics por el celular e investiga como hacer alguna historia para aprovechar las vacaciones que están por iniciar.

Sara adora la escuela. No por sus compañeros, ya que prefiere no hablar con ellos, de hecho, en estas fechas no llega la mayoría porque ya les entregaron calificaciones. Sino porque aprovecha para hacer relatos o ilustraciones sobre la vida cotidiana. Se imagina siendo escritora. La realidad que le rodeaba le indicaba que podía serlo.

Trata de imaginar una escena en una redacción: Su personaje, un reportero, abre la puerta giratoria del cuarto oscuro para observar los monitores encendidos, algunos botes de cerveza sobre la mesa, el archivero que aún rememora los tiempos en los que la fotografía prescindía de las computadoras y hojas para reciclar. Si observas un poco más, piensa, podrás darte cuenta quién usa cada uno de los escritorios que están acomodados en pequeños cubículos. En ellos ves personalizados los espacios con fotos, lápices, frases en hojas que cuelgan de una tachuela, pequeños peluches, libros o cualquier otra cosa que te advierta la pertenencia a alguien.

Hace tiempo que había ido a una redacción gracias a la pareja de su madre. Imagina como un reportero puede hacerse del valor para tomar fotos y escribir al respecto. Ella prefiere las ficciones. Somos polvo de estrella, somos polvo de estrella, somos polvo de estrella. Repetía la niña una y otra vez, mientras perdía su mirada en el pizarrón y comenzaba a dibujar. Como si de esa manera pudiera transportarse hacia otra dimensión, como si dejara el tiempo y entrara a la noche de su cuerpo y se extraviara entre el universo que había diseñado para ella misma.

Ya son las tres de la tarde y el profesor de matemática entra al salón: A ver chicos, pongan atención, les tomaré lista. Sara, Sara. Y regresa al salón de clases. Presente. Posteriormente, la jovencita debe entregar seis ejercicios de álgebra, la cuota diaria del maestro. Regularmente trabaja en equipo, con sus compañeros de clase, pero esta vez no puede concentrarse y la obligan a trabajar sola. Estás bien ida wey ¿Todo bien? Solo atina a decir: No me siento bien.

A las cinco de la tarde Sara ya estaba rumbo a casa. Su mamá fue por ella. Le habían llamado para ir por su hija. En el camino le dice a su hija que le habían asignado sus horas lejos de su domicilio, varias horas de viaje en transporte público, al sur de la entidad. La mujer no tenía otro remedio. Era aceptar o renunciar a más de cinco años de intentar tener su plaza. Afirmaba estar harta de la corrupción y el tráfico de influencias. Lamentablemente, eso la obligará a encargar a su hija, a quien ha visto distante, triste, deprimida.

A lo lejos se escuchan disparos. El chofer del microbús baja el volumen del corrido tumbado que llevaba. Los pasajeros se inquietan. Ven a los responsables. Eran tres tipos en motocicleta que huían como si nada. Son tres. Sara, dentro del microbús, se esfuerza por grabar con el celular el incidente, pero no lo logra. Su madre la regaña y le pide guardar el teléfono.

Ambas llegan a casa. Es la hora de los memes y hacer la tarea. La niña aprovecha para continuar con el relato que inició en la mañana y piensa: También hay ebrios que se embarran con el primer árbol que se les atraviesa, gente que se autosecuestra para estar a toda madre en la playa. Además de mutilados, asesinados, robacoches, proxenetas, lenones, defraudadores y los más peligrosos: algunos narcos que compran lo que se les venga en gana.

Sara quisiera escribir lo que pasó minutos antes, pero aún no se atreve, tiene la sensibilidad a flor de piel, sus amigos de la escuela le mandan mensaje para que les cuente el incidente que ya se había hecho viral en internet. En el video se muestra el camión en el que iban ella pasando cerca del incidente. Así que prefiere callar y trata de distraerse con música y sus canales de YouTube.

Ya es noche. Sara deja su teléfono y saca la libreta para anotar una idea sobre su relato, podría ser la sinopsis de algo grande, escribiría la historia de algún reportero. El incidente de hoy serviría.

Piensa en el polvo de estrella y repite la frase: Somos polvo de estrella, somos polvo de estrella, somos polvo de estrella: Escucha el rechinar de las llantas de la motocicleta en la que huyeron los homicidas. Uno de ellos, por alguna razón no puede subir a la motocicleta a tiempo, pero lo logra. Algunos autos aceleran huyendo de la escena. Otros permanecen indiferentes.

Somos polvo de estrella, somos polvo de estrella. Sara levanta su mochila, saca una libreta y registra: “Tengo ganas de morirme”.