Punto Kairo - No se prestan plumas
En opinión de Juan Salvador Nambo
Hace algunas semanas una mujer entró a la casa, era conocida de la familia y sin más tomó varias cosas de valor: dinero, tarjetas de crédito y mi teléfono celular. Como buen ciudadano me dirigí a la calle para buscar ayuda con la policía preventiva y fueron claros al señalar que en ese momento ellos no podían hacer nada pues ya no existía flagrancia, así que recomendaron hacer la denuncia ante el ministerio público y fue ahí donde comenzó el suplicio.
Eran aproximadamente las ocho de la noche cuando ocurrieron los hechos, en Jiutepec, donde no había una agencia del Ministerio Público que atendiera mi caso (estaba cerrada por su horario de oficina) así que nos dirigimos a base Zapata. Los pasillos estaban llenos, había varias personas levantando denuncias por robo de vehículo, a casa habitación, riñas, lesiones y pues lo mío parecía ser insignificante, no obstante, decidí quedarme para que, al menos, quedara un antecedente.
Iba con mi esposa, así que pude ponerme al corriente de lo que había hecho en los últimos días en su trabajo, de cosas de la casa, acerca de nuestros hijos y ambos nos ayudamos a pasar el tiempo, que en ese lugar pasa de manera lenta, muy lenta. Era la una de la madrugada cuando nos entregaron un documento que teníamos que llenar a mano, con tinta azul de preferencia.
Nos dieron las indicaciones de lo que teníamos que hacer. La última vez que había tenido que hacer una denuncia, hace ya algunos años, había alguien que nos tomaba la declaración y escribía en una computadora los hechos. Atrás han quedado esos días y ahora nosotros teníamos que describir los hechos en esa hoja de papel con nuestro puño y letra.
Fue entonces cuando caí en cuenta que necesitaba de una pluma para escribir. Revisé en mis bolsillos, revisé en mi auto y mi mujer hizo lo propio sin encontrar nada. Pero más angustiante eran los avisos en la agencia que decían: No se prestan plumas. Y, en efecto, no sólo los funcionarios no la prestaban sino tampoco las personas de los pasillos que también hacían lo propio.
No había forma de comprar, tampoco de llegar a un OXXO o una papelería y que nos vendieran una. Eran casi las dos de la madrugada y seguía sin poder avanzar en el escrito por una insignificante pluma. Ya me habían dicho que un reportero nunca debe de andar sin pluma, pero yo desde hace muchos años me acostumbré a usar el teléfono celular para grabar voz o a tomar fotografía si era necesario, la pluma, según yo, había quedado atrás.
A esa hora no tuve más opción que hablar con mi familia más cercana a la que no quería preocupar… y desoertar. Llegó mi hermano varios minutos después preguntando si estaba bien y haciendo bromas respecto a esa pluma que tanto necesitaba.
El trámite luego de eso no tardó mucho. Sellaron y firmaron la denuncia por escrito y me dijeron que para darle celeridad al asunto tenía que llevarlo yo a la agencia del Ministerio Público en Jiutepec, situación que se me hizo absurda, aunque bastante natural, considerando todas las deficiencias que se tienen en la Procuraduría.
Al siguiente día, la presunta responsable ya había hecho mal uso del teléfono, había pedido ropa en línea, hizo solicitudes de préstamo, había pedido dinero a varios contactos del teléfono y mandado fotografías intimidantes. Así que inmediatamente fuimos a dejar el documento considerando que la policía podía parar eso que estaba ocurriendo. Sin embargo, para nuestra sorpresa no fue así, la situación era bizarra, muy similar a los programas de chistes de televisión, en el que se tiene como principal personaje a un policía. No sólo perdí mi tiempo, me desvelé y desvelé a mi hermano para que me llevara la pluma a la procuraduría sino que tuve que quedarme con la impotencia de no poder terminar de levantar mi denuncia, me pedían todos los datos de la presunta implicada.
Ya habíamos ubicado su domicilio con el teléfono, sus datos estaban en las tiendas virtuales que había usado, ya habíamos dado su nombre y domicilio. Sin embargo, pedían fecha de nacimiento, correo electrónico y CURP. Era imposible hacerlo. Así que al final guardé mi pluma y decidí quedarme con la idea de que a la responsable le llegaría el karma, así como también a los nefastos funcionarios.
La implicación emocional fue bastante fuerte, aún seguimos recuperándonos del daño material, endeudarnos fue inevitable, la cuenta de correo que había tenido desde muchos años atrás, así como el número de teléfono tuve que desecharlos. También tuve que hacer trámites para recuperar mi credencial de elector y las tarjetas bancarias. Además de cambiar contraseñas de todos los sitios a los que tenía acceso desde mi teléfono que no eran pocos. Mi vida completa estaba en un teléfono y no lo sabía. Hoy intento no depender de la tecnología pero se me hace casi imposible. El intento se hará. De la justicia que hay en Morelos ni hablar. Veo asesinatos a plena luz del día, incidentes de tránsito, asaltos al transporte público y a negocios. Al final, hasta yo hice pequeño e insignificante mi caso, aunque la implicada ande paseándose como si nada.